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Agosto de 1933. Santa Mónica (California) Fotógrafos: Ben Maddox. quién: Cary Grant y Randolph Scott DÓNDE: Reportaje de la revista 'Modern Screen'
La imagen que 'confirmó' la homosexualidad de Cary Grant
POR AZUCENA S. MANCEBO No la escondía, pero nunca lo admitió. La homosexualidad de Cary Grant fue siempre un secreto a voces en el Hollywood de los años 30, 40, 50... y hasta su muerte, en 1986; un motivo por el que las grandes productoras de los años dorados del cine podían romper sus contratos (los tres millones que cobraba por película le convertían en el actor mejor pagado de los 60) y un pecado que ni la industria ni la sociedad estaban dispuestos a dejarle pasar al sumo galán de la gran pantalla. Por eso tantas bodas (cinco); de ahí, tantos reportajes que daban cuenta de sus múltiples aventuras pasionales. Tan de ficción como sus filmes. Puro montaje. Excepto uno.
Ese en el que Grant mostraba cómo era su vida junto al también actor Randolph Scott en la mansión que ambos compartían en Malibú. Lo publicó Ben Maddox en 1933 en Modern Screen, una revista célebre por adentrarse en la intimidad de los mitos del celuloide. También gay, el periodista describe la vida doméstica de la (oficialmente) pareja de amigos ilustrada por una veintena de fotos en las que ambos cocinan, se dan un baño en su piscina, tocan juntos el piano, leen en su salón, juegan al backgammon...
En 1940 rompieron su relación, presionados por los estudios de cine. Pero nunca dejaron de verse. Ni de amarse. Situaciones, poses y miradas queconfirmaban la relación (conocida, en el fondo, por todo el mundillo) de Grant y Scott, surgida un año antes, en el set de la película Sábado de juerga (de William A. Seiter). En 1934, los estudios Paramount obligaron a Grant a casarse con Virginia Cherril con el fin de acallar las voces sobre su homosexualidad. El matrimonio duró sólo 13 meses. Tras el divorcio, el actor volvió con Randolph Scott,al que muchos consideran la única persona a la que Grant quiso realmente. En 1940 rompieron su relación, presionados por los estudios de cine. Pero nunca dejaron de verse. Ni de amarse.
De hecho, el maître del antiguo hotel Beverly Hillcrest desveló en una biografía del actor que vio en varias ocasiones a la pareja de actores en la parte de atrás del restaurante del hotel, casi escondidos, sentados, cogidos de las manos. Eran los años 70.
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Cary Grant y Randolph Scott
LOS HOMBRES DE CARY GRANT
Un libro-escándalo revela que el símbolo de la sexualidad masculina fue un homosexual empedernido, que amó a Howard Hughes y a Randolph Scott hasta la muerte.
Cuando en 1932 y a la edad de 28 años el actor ingles Archibald Leach cambió su nombre en Estados Unidos por el de Cary Grant, había tenido tres amantes en su vida, ninguno de ellos mujer. "Cary Grant: el corazón solitario", un libro que los biógrafos Charles Higman y Roy Moseley acaban de hacer público, en inglés, dice que después se atravesaron en el destino del actor otros dos tipos que ya comenzaban a ser famosos: el tambien actor Randolph Scott y Howard Hughes, entonces un magnate incipiente. Como Grant, estos dos fueron desde muy jóvenes homosexuales hasta el tuétano, sólo que Hughes sintió siempre culpabilidad ante su apasionada inclinación y prefirió esconderla tras el biombo público de una publicitada promiscuidad heterosexual.
A los 6 años de edad, Archie había sido entregado por su padre a Robert Logan, director de un grupo artístico itinerante que lo iniciaría en algo amado por los tres: el teatro. Atrás quedaban los castigos arbitrarios de su madre, quien además de golpearlo injustamente fijó en el otra característica que le merecería en su vida más de una crítica: la tacañería.
Archie tuvo su primer amante a los 17 años, un actor de estampa musculosa y viril, Francis Renaull, quien representaba, sin embargo, mujeres en los escenarios de Nueva York. Los autores del libro explican que Renault se convirtió, además, en su patrón y en su compañero de apartamento. Después apareció otro actor, el australiano Jack Kelly, cinco años mayor, un afeminado de ojos azules y soñadores que había sido alguna vez asistente de sastre y que entonces pintaba murales y dibujaba subtítulos para las películas mudas. En Manhattan y durante la prohibición del alcohol, Archie y Kelly abrieron un bar secreto que les dio buenos dividendos, hasta que sus relaciones personales empezaron a enfriarse y cada uno empezó a salir con otros amigos. Sin dejar de vivir juntos, establecieron una clave cifrada: si uno de los dos llegaba al apartamento y escuchaba música clásica era que el otro estaba con un tercero. Si no, era que se podía entrar. Archie terminaría dejando a Kelly y este, amargado por el abandono, se vengaría años después diciendole a Virginia Cherril, entonces prometida del ya Cary Grant, que lo pensara dos veces antes de casarse, porque su novio tenía por aquellos días relaciones sexuales con Randolph Scott y él estaba en condiciones de asegurárselo. La muchacha, enamorada ciegamente de Grant, prefirió, sin embargo, cerrar sus oídos a la advertencia y zambullirse en el ideal romántico que su hombre representaba para millones de mujeres ingenuas como ella en el mundo, aunque tuviera que arrepentirse después, como en efecto lo hizo, al descubrir que la única masculinidad de su marido consistía en hacerla sangrar a golpes y humillarla con sus posesivos ataques de inseguridad. El resto de las esposas de Grant, incluidas Barbara Hutton y Dyan Canon, recibirían el mismo tratamiento conyugal.
Fue en Hollywood que, durante un receso de la película "Pecadores bajo el sol", Cary Grant conoció a Randolph Scott, un joven alto y apuesto que se había presentado a la meca del cine con una carta de su padre para un viejo amigo llamado Howard Hughes, quien lo cubrió de inmediato con su sexo y protección.
Cary y Randolph se emocionaron el uno con el otro y decidieron de inmediato vivir juntos. Los publicistas de la Paramount tuvieron que inventarse toda clase de farsas para satisfacer la moral californiana, colocando a su lado damitas de compañía en papel de novias, para no debilitar la imagen de seductores en ascenso que ambos tenían. Desde entonces, y en beneficio de su carrera, Cary Grant se vio obligado a administrar, hasta el final de sus días, una doble identidad que lo llevó a la esquizofrenia.
La playgirl Sandra Rambeau y las actrices Betty Furness, Phyllis Brooks, Mary Brian, Betsy Grable, todas voluptuosas y encantadoras, formaron parte del ramillete inacabable de capullos que adornaron la vida del hombre más apuesto del mundo, según las revistas de la época. Puro buche y pluma no más. Cuando se divorció de Barbara Hutton, por ejemplo Binnie Barnes, una gran amiga de Cary, dijo: "No fue una unión feliz. Ni siquiera sé por que se casaron. El era un hombre impetuoso, que parecía entrar en hibernación con cada esposa. Creo que lo paso terrible con la mayoría de ellas. Todas descubrieron, después de casadas, que era homosexual". En otra ocasión, la secretaria de la misma Hutton añadió: "Parece que la bisexualidad de Cary era de preferencias alternadas. Por un periodo de tiempo gustaba de los hombres. Luego se volvia heterosexual por algunos años. Me pregunto si, obsesionado como estaba por su imagen pública, era capaz de expresar sus sentimientos genuinos".
Randolph Scott fue quien seguramente le presentó a Cary a su ex amante Howard Hughes. En todo caso, durante el verano de 1935, Hughes abandonó la construcción de su sueño dorado, el avión H1, para irse con Cary en un yate que los llevaría primero hasta Ensenada, en el golfo de Mexico, y luego hacia arriba hasta San Francisco. El romance fue tan largo en aquella ocasión, que los publicistas de Hollywood tuvieron que recurrir a una inexistente "Miss Moffett" para decir que era ella quien acompañaba a Grant en la aventura.
Una noche, la Policía de Los Angeles arrestó a Cary Grant por asaltar sexualmente a un marinero en el baño para hombres de un almacén. La Policía se lo llevó, pero como había realizado operaciones de espionaje en Europa a favor del gobierno, una alta fuente del Ejecutivo llamó a los agentes con una rapidez insospechada y estos dejaron a Grant en un sitio donde recogieron a otro actor, de tercera, que por una suma considerable aceptó ser arrestado y fichado en su lugar, hasta un día después, cuando fue puesto en libertad por falta de pruebas.
En julio de 1969 la madre de un muchacho lo acusó de recogerlo en su Rolls-Royce y hacerle una propuesta. Sus aventuras nocturnas se multiplicaron. Su última esposa, Dyan Cannon diría despues del divorcio: "Mi vida junto a él fue un infierno. Me golpeaba con sus puños y reía cuando yo me encogía del miedo. Me encerraba en el dormitorio. Un día me tiro al suelo porque no le gusto mi minifalda. Yo levantaba el teléfono para llamar a la Policía y me decía que no lo hiciera, porque la publicidad nos haría daño".
Al periodista Joe Hyams, Cary Grant dijo una vez, cuando el mundo entero sabía que estaba en un tratamiento anti-esquizofrenico con LSD: "Ahora sé cuanto daño hice a las mujeres que amé. Fui un completo fraude. Alguien que pretendía saberlo todo y no sabía nada. Descubri que me estaba escondiendo tras toda clase de defensas, hipocresías y vanidades. Ahora por primera vez en la vida, soy feliz".
Dos semanas atrás había dejado a Betsy Drake. Por una extraña razón, que muchos atribuyen al efecto liberador del LSD, Grant le confesó en aquella misma ocasión a Hyams que el usaba pantaloncitos de mujer, de esos de nylon, en lugar de calzoncillos, porque "son más fáciles de exprimir y de secar cuando se viaja". Pero quizás su momento de mayor sinceridad lo compartió con otra de sus extraordinarias acompañantes, Greta Thyssen, entonces Señorita Dinamarca. Ella cuenta que Grant le dijo:"Yo tengo todo el derecho a amar a toda la gente atractiva que conozco. Y mucha gente piensa como yo, aún cuando la mayoría tiene miedo de admitirlo". No obstante su relación homosexual más constante y duradera fue esa que sostuvo hasta siempre con Randolph Scott. A pesar de los matrimonios y divorcios del uno y del otro, y a pesar de los otros, jamás se agotó, al parecer, la fuente de su mutuo cariño. A mediados de los años setenta, el maitre del Hotel Beverly Hillshire, en Los Angeles, pudo comprobar que aquel par de luminarias del cine, que paralizaron el corazón de millones de mujeres solteras y casadas de todo el mundo, y que cenaban allí a solas en el fondo de su restaurante, envejecidas, sentadas cerca de una ventana y hablando quedo bajo la luz de la luna, todavía se agarraban, como en sus buenos tiempos, las manos cómplices por debajo de la mesa.
Con su amigo íntimo y 'novio' Randolph SCott
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El hombre al que amó Cary Grant
Orry-Kelly, ganador de tres Oscar por su trabajo como diseñador de vestuarios, fue pareja del gran actor. Su historia sale ahora a la luz en un documental
Cary Grant, en una imagen de 1955. / GETTY IMAGES
Irene Crespo / Toronto Cary Grant, Tony Curtis, George Cukor y Billy Wilder portaron su féretro en 1964. Jack Warner, el poderoso presidente de Warner Bros, leyó su panegírico. Y, sin embargo, hoy pocos reconocen el nombre de Orry-Kelly. Incluso dentro de Hollywood. Es lo que le pasó a Gillian Armstrong, que como directora veterana (Mujercitas) y australiana jamás había oído hablar de su compatriota. “Cuando empecé a leer sobre él no me lo podía creer: hasta el año pasado, cuando Catherine Martin le superó, Orry-Kelly era el australiano con más Oscar de la historia, tres, ganados por el vestuario Un americano en París, Las Girls y Con faldas y a lo loco; fue el diseñador de Casablanca, El halcón maltés, trabajó con Bette Davis, con Natalie Wood, con Jane Fonda”, cuenta Armstrong.
La directora presentó esta semana en el Festival de Toronto el documental Women He’s Undressed (Las mujeres que desvistió) dedicado a la figura de este nombre olvidado en las costuras de la meca del cine. “Me entró curiosidad por saber cómo lo hizo, qué tenía de especial; y, al mismo tiempo, quería reivindicar este arte, porque la gente no se da cuenta de lo que importante que es el vestuario en el cine”, dice Armstrong. Las grandes divas del cine mantenían estrechas relaciones con sus diseñadores de vestuario. “Orry y Bette Devis, por ejemplo, eran muy cercanos. Nada más conocerse, se entendieron”, dice la directora.
Ojo artístico
Hijo de un sastre, nacido en un pueblo cerca de Sidney, en 1922, a los 24 años se marchó a Nueva York a ser actor. Después de una breve experiencia algo desastrosa en Broadway, enseguida empezó a destacar por su ojo artístico y su instinto con la aguja. Al poco de llegar, Orry-Kelly conoció a un joven inmigrante inglés que había llegado también persiguiendo el sueño de ser actor. Entonces se llamaba Archie Leach, aunque años más tarde, sería conocido comoCary Grant. Los dos comenzaron una relación de amantes; vivían juntos en el Greenwich Village, con el dinero que mandaba la madre de Kelly, con lo que ganaba Grant como scort de mujeres ricas y con el de los primeros empleos de ambos en el mundo del espectáculo. Juntos, tras un breve paso por Reno, perseguidos por mafiosos, llegaron a Hollywood, donde ambos triunfaron por separado. Grant sería el nuevo Clark Gable. Y Orry-Kelly entró a trabajar en Warner Bros. Vistiendo casi 60 películas al año, su amistad con Davis o con el propio Jack Warner le ayudaron a convertirse en uno de los diseñadores mejor pagados. Cary Grant, decidido a ocultar su homosexualidad, le dio la espalda. “Orry fue de los pocos en aquella época que fue fiel a sí mismo, que no fingió un matrimonio como hacían actores o incluso otros diseñadores”, dice Armstrong.
“Solo se llevó mal con Marilyn Monroe”, cuenta Armstrong, a quien no le sentó muy bien que comparara su trasero con el de Tony Curtis y Jack Lemmon. Tampoco recuperó su amistad y relación con Cary Grant. Salvo a finales de los cincuenta, cuando el actor volvió a mostrar interés, con el único objetivo: prohibirle a Kelly que contara nada sobre él en las memorias que estaba escribiendo. Orry-Kelly murió en 1964, dejando como última película Irma la dulce; y sus memorias jamás publicadas. Supuestamente bloqueadas por Cary Grant. Durante casi 30 años permanecieron perdidas, hasta que Gillian Armstrong y su equipo las encontraron.
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