The Washington Post:
Francisco apacigua a los Castro en una Cuba represiva
Editorial publicado por el diario estadounidense The Washington Post el 21 de septiembre del 2015, a propósito de la visita papal a Cuba.
En su visita a Estados Unidos a partir de este martes, Francisco se reunirá no sólo el presidente Obama y el Congreso, sino también con los marginados por nuestra sociedad: personas sin hogar, inmigrantes, refugiados e incluso reclusos de una cárcel. Él espera abordar temas que muchos estadounidenses encontrarán retadores, como su dura crítica del capitalismo. Sus partidarios dicen que todo es parte de la función que el Papa ha aceptado como defensor de los sin poder, lo que le ha ganado la admiración tanto de los católicos como de algunos admiradores fuera de la Iglesia Católica.
¿Cómo, entonces, explicar el comportamiento de Francisco en Cuba? El Papa ha invertido cuatro días en un país cuya dictadura comunista se ha mantenido implacable en su represión de la libertad de expresión, la disidencia política y otros derechos humanos, a pesar de una mejoría de las relaciones con el Vaticano y Estados Unidos. Sin embargo, al final de su tercer día, el Papa no había dicho o hecho absolutamente nada que pudiera desconcertar a sus anfitriones oficiales.
Francisco se reunió con Fidel Castro, de 89 años, quien no tiene ya ninguna oficina en Cuba, pero no con algún miembro de la comunidad disidente-dentro o fuera de la cárcel. Según el periódico digital 14ymedio.com, se invitó a dos activistas de la oposición a saludar al Papa en la catedral de La Habana el domingo, pero fueron detenidos en el camino. Decenas de otros disidentes fueron arrestados cuando intentaban asistir a una misa al aire libre. No tienen por qué ser molestados. El Papa no dijo nada en su homilía sobre la causa de esos disidente, o incluso sobre la libertad política en general. Aquellos que esperaban un mensaje tuvieron que conformarse con una declaración críptica de que “el servicio nunca es ideológico”.
Lamentablemente, este apaciguamiento del poder es consistente con el enfoque del Vaticano respecto a Cuba desde que Raúl Castro reemplazó a su hermano en el 2006. Liderada por el cardenal cubano Jaime Ortega, la iglesia se comprometió en una estrategia de trabajar con el régimen con la esperanza de animar a su moderación gradual. Los resultados han sido leves. El Cardenal Ortega obtuvo la promesa de Raúl Castro para liberar a todos los presos políticos, pero los arrestos han continuado y grupos disidentes dicen que el número de encarcelados ya está por encima de 70. Un líder disidente cristiano, Oswaldo Payá, murió en un sospechoso accidente de automóvil en el 2012.
El mayor éxito del Vaticano ha sido la adopción de su estrategia de la administración Obama, que también ha restaurado las relaciones con los Castro mientras excluye a la oposición política. Aquí, también, se han producido resultados decepcionantes. Las exportaciones estadounidenses a Cuba, controladas por La Habana, han disminuido este año, mientras que las detenciones de opositores han aumentado, junto con el número de refugiados. Muchos cubanos están tratando de llegar a Estados Unidos adelantándose a lo que temen será una jugada de la administración Obama para aplacar el régimen con un endurecimiento de las normas de asilo.
Francisco puede creer que con sólo recorrer el país va a inspirar a los cubanos a ser más activos y logrará presionar al régimen para el cambio. Pero dos visitas papales anteriores, en 1998 y 2012, no tuvieron ese efecto. A estas alturas, está claro que los Castro no cambiarán con discreta diplomacia o consejos indirectos. Una campaña directa de palabras y actos, como Francisco planifica desplegar en Estados Unidos, seguramente tendría un impacto. Pero, desde luego, se necesita más firmeza para desafiar a una dictadura que a una democracia.