'SE VENDE'
La fiebre del mercado inmobiliario se apodera de Cuba
Muchas familias han vivido hacinadas en espacios reducidos y semiderruidos, y son ellas los que tiene ahora alguna esperanza.
JIM WYSS Y MIMI WHITEFIELD - SANTIAGO, CUBA - *
Cuando la isla comunista empezó a permitir a sus ciudadanos la compra y venta de viviendas hace casi cuatro años, eso fue una bendición para Nieves Puig Macías.
La arquitecta retirada de 56 años tiene numerosos padecimientos de salud –desde problemas en los riñones a un brazo inutilizado– que le dificultan moverse en su casa de tres pisos. Ella tenía la esperanza de venderla y mudarse a una vivienda en una planta baja.
Pero, dos años después, afirma que tiene un nuevo problema: agentes de bienes raíces codiciosos están tan desesperados por sacar ganancias que su casa está languideciendo, con un precio excesivo, en el mercado.
En unos pocos años, el inexistente sector inmobiliario de Cuba ha florecido en una industria polifacética y a veces frenética: carteles de “Se vende” escritos a mano cuelgan tanto de ruinosas estructuras coloniales como de apartamentos modernos; hay revistas y agentes inmobiliarios, y casi una docena de websites de compra de vivienda han aparecido a pesar del acceso a internet extremadamente limitado de la isla.
Puig dijo que su casa de cinco cuartos y cinco años se vendería por $55,000. Pero los agentes siguen tratando de añadir entre $5,000 y $10,000 al precio de venta.
“Hay gente que está interesada en comprarla, pero los intermediarios quieren ganar demasiado dinero”, dijo. “Y eso me pone furiosa, yo no se los voy a permitir”.
Si el renacimiento de la industria inmobiliaria de Cuba ha traído consigo los males del mercado libre, esos problemas probablemente empeorarán en los próximos años.
A medida que EEUU y Cuba continúan su lenta danza de aproximación, crecen las fantasías estadounidenses de viviendas baratas a la orilla del Caribe y los sueños cubanos de compradores con los bolsillos bien forrados cruzando a la carrera el Estrecho de la Florida.
Pero una combinación de leyes estrictas en ambos lados impide que esos sueños y fantasías se conviertan en realidad.
Para empezar, el embargo estadounidense hace ilegal la inversión de estadounidenses en la isla.
Y, aunque los cubanos y los extranjeros que son residentes permanentes pueden comprar y vender libremente, aquellos que viven en el extranjero se ven relegados a unos pocos enclaves residenciales firmemente controlados que no son particularmente baratos.
A pesar de todo, algunos están ya compitiendo para estar en la primera fila de una posible fiebre de terrenos, comprando propiedades bajo los nombres de familiares y amigos elegibles. Estas ventas por debajo de la mesa han estado teniendo lugar desde la década de 1990, pero se aceleraron luego de que las ventas inmobiliarias fueron legalizadas y ahora anticipando las nuevas relaciones con Estados Unidos.
CON LA ESPERANZA DE UNA SUBIDA
“Mucha gente, sin dudar un momento y sin análisis ni conocimiento alguno del mercado, se están apresurando a comprar bienes raíces en Cuba bajo la suposición de que los estadounidenses vendrán pronto y los precios subirán el doble o el triple”, dijo Hugo Cancio, empresario nacido en Cuba que lanzará pronto la revista trimestral OnCuba Real Estate en el sur de la Florida.
Si se combina eso con los exiliados cubanos que quieren regresar, “se tiene entonces un mercado emergente en que los precios no son proporcionales a la realidad”, dijo Cancio.
En ese sistema de dos niveles, la mayoría de las gangas son ilusorias. Aunque la casa de $55,000 de Puig podría ser una ganga en el sur de la Florida, está fuera del alcance de la mayoría de los cubanos de la isla que ganan pesos cubanos. Y la escasa oferta de viviendas disponibles legalmente a los extranjeros significa que las mismas se venden a altos precios. Unpenthouse de cuatro cuartos y cuatro baños en un área elegante de La Habana, por ejemplo, está listado en $1.2 millones. Con un precio más modesto, un apartamento de un cuarto en la Playa de Miramar se está vendiendo por $435,000.
En un país en que dos o tres generaciones de la misma familia viven a menudo aglomerados en un pequeño espacio, sin embargo, hay esperanzas sobre las nuevas oportunidades.
En la capilla de la Virgen de Lourdes, en la Iglesia de la Merced en la Habana Vieja, los cubanos colocan casitas hechas a mano –algunas con vallas o modelos de autos en el garaje– en los nichos de la gruta con la esperanza de conseguir una casa. En realidad, la Virgen de Loreto es la que está relacionada con las casas, pero para los cubanos la Virgen de Lourdes es una aproximación bastante cercana.
“Miren, esta tiene una puerta que se abre”, dijo el padre Gilbert Walker, párroco de la Merced, mientras inspeccionaba los ex votos. “Lo que tenemos aquí es un ejemplo interesante de la expresión popular de la religión. Pero el número de casas puestas aquí ha aumentado de hecho desde que las ventas inmobiliarias se hicieron legales. La nueva ley abrió todo un mercado que estaba esperando su oportunidad”.
Muchas de esas casitas en miniatura son graciosas, pero a veces la compraventa de bienes raíces es algo muy distinto. Ya sea vender una casa que lleva generaciones en la misma familia, o mantenerla como su hogar ancestral, estas cosas suelen ser fuente de fricción.
Uno de los mensajes colocados en la gruta alude a estas tensiones. “Por favor, permite que mi hermano consiga el derecho sobre la casa que está en disputa con su cuñada, y concédele mucha felicidad en su hogar”, reza el mismo.
Otra placa da las gracias a la Virgen por “concederme el milagro” de una casa.
AGENTES vs WEBSITES
Sandra Arias, de 35 años, era profesora de lenguas extranjeras hasta que se contagió del virus inmobiliario. Su inglés fluido le permitió conseguir empleo en una agencia, pero las cosas le fueron tan bien que consiguió independizarse hace pocos meses.
Aunque muchos de sus compradores son locales, o personas que han regresado al país, su especialidad es trabajar con extranjeros, sobre todo canadienses, franceses y rusos. Y el anuncio de las conversaciones formales entre Estados Unidos y Cuba ha sido provechoso para su negocio.
“Desde enero hemos visto un gran salto, muchos más clientes en La Habana, que es donde hay más movimiento”, dijo.
Cada vez más, su competencia no son otros agentes sino la proliferación de websites.
“Cuando la gente empieza a buscar casas van primero a la internet”, dijo. “Esa es mi competencia, de modo que tengo que usar Instagram y Twitter para darle propaganda a mis propiedades”.
Para muchos cubanoamericanos radicados en Miami, que perdieron sus casas y sus negocios durante la revolución cubana, la idea de un mercado inmobiliario floreciente es anatema. Muchos dicen que ellos no necesitan buscar propiedades en Cuba, solo quieren que les devuelvan las suyas. La familia de José Fernández huyó de Cuba a Miami cuando él tenía cinco años. Fernández, de 59 años, lleva 40 años en la industria inmobiliaria. Y, aunque es receptivo a las preocupaciones de los que perdieron sus casas, también está interesado en jugar un papel en la nueva Cuba.
El ha viajado seis veces a la isla en los últimos dos años para visitar a familiares y explorar oportunidades. Pero la perspectiva de comprar una casa bajo el nombre de otra persona –aunque sea un pariente cercano– es una receta para la úlcera, dijo.
“¿Cuántas veces le ha dicho un primo al otro: ‘Yo te devuelvo el dinero enseguida?’ ”, dijo. “A menos que estés dispuesto a dejar que se queden con la casa, esa no es una buena idea”.
Además, hay obstáculos a las ganancias: a los cubanos solo se les permite ser propietarios de dos casas, no hay financiamiento ni leyes de ejecución hipotecaria, y el gobierno ha dicho que no permitirá que haya especulaciones con la vivienda.
“Hay muchas maneras de hacer dinero en Miami. No necesitamos ir a Cuba a hacer dinero”, dijo Fernández. “Solo quiero ser parte de los cambios que están teniendo lugar allá”.
También podría haber riesgos para aquellos que se precipitan.
El encanto decadente de un apartamento prerrevolucionario podría ser visto de otra manera si, por ejemplo, The Related Group empieza a construir condominios modernos en un lote cercano, dijo Cancio.
“¿Qué le pasaría al precio de ese edificio justo puerta con puerta [a la nueva construcción] de 1947, con problemas para hacer subir el agua al noveno piso y sin garaje?”, dijo.
En cuanto a Puig, ella dijo que ya ha renunciado a los agentes. Cuando se siente lo bastante bien, camina unas cuadras a un cibercafé y alista su casa en todos los websites que puede. Su barrio, Los Sueños, queda en Santiago de Cuba, cerca del Cuartel Moncada –cuna de la revolución cubana– y por él corre una brisa agradable, afirmó.
“Yo sé lo que vale”, dijo ella de su vivienda. “Este es uno de los mejores barrios de la ciudad”.