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General: EL CUBANO SE HA VUELTO ENVIDIOSO
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: BuscandoLibertad  (Mensaje original) Enviado: 01/12/2015 17:40
El cubano se ha vuelto envidioso
En nuestra Isla, con los vecinos y hasta el Estado en contra, todo es más duro aún
  
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                Por Iris Lourdes Gómez García  | La Habana |Cubanet
Entre mis chistes preferidos están los que tienen como personajes principales a ciudadanos de distintos países, y tratan de expresar la idiosincrasia y forma de ser del cubano comparado con aquellos. Casi siempre en las anécdotas de este tipo figuran un ruso, un norteamericano y un cubano, aunque esto depende de la naturaleza de la broma y su sentido político. También pueden incorporar a un alemán, o un chino.

El más reciente que escuché cuenta que los tres personajes básicos se encuentran a las puertas del cielo, luego de haber muerto todos de envidia hacia el vecino. Los tres, en sus respectivos países, habían estado cerca de alguien que tenía muchas casas, carros, dinero, mujeres, y ellos no lo habían podido soportar, pues vivían en una situación paupérrima.

San Pedro les pregunta qué quieren para su vida futura. El ruso y el americano responden que quieren que les den una oportunidad y que en la próxima vida los dejen probar aunque sea un pedacito de todo eso que tenía el prójimo envidiado. Interrogado el cubano sobre lo mismo, responde que lo que espera en la próxima vida es que su vecino sea un pobre miserable que pase todo lo mismo que tuvo que soportar él.

Este chiste resume en gran medida una de las nuevas formas de ser de muchos de nuestros coterráneos. Ellos, lejos de estar pendientes de cómo superarse y tratar de lograr su propio adelantamiento, se ponen a preocuparse sobre lo que tienen o no los demás. Así vemos que uno delata al albañil porque se compró un motor para la bicicleta, y otro hace un anónimo contra una compañera de trabajo que usa zapatos del color de las carteras. También podemos ver a quienes se quejan de los olores de la cafetería que inauguró un vecino o de la bulla del restaurante particular, obligando al dueño a alfombrar paredes, sin que esto logre poner fin a las quejas.

Una de las causas de este comportamiento reciente es el haber estado recibiendo durante tantos años la enseñanza de que quien prospera no lo logra arriesgándose, creando, innovando, desarrollando su lógica y su inteligencia –en una palabra, aportando a la sociedad–, sino que lo hace explotando a los demás. Por eso hay que evitar a toda costa que las personas se enriquezcan. Hay que “salirles al paso” y evitar que cualquiera acumule posesiones materiales.

Conviene aclarar que, en el caso de Cuba, “enriquecerse” no implica ser dueño de helicópteros, bancos ni casinos. En nuestro país, esa palabra se refiere a los que viven con cierta holgura; digamos, a quienes puedan comprar pomos de mayonesa o poner carne en sus mesas, ir una o dos veces al año a Varadero u otro centro turístico y poseer un auto propio, aunque se trate de un obsoleto “almendrón” de la década de 1950. Toda persona que posea algo superior a la media del cubano ya crea un motivo para ser odiada, analizada por la policía o la Seguridad del Estado, e incluso apresada.

A nivel estatal se suelen tomar medidas contra las personas cuya iniciativa genera alguna riqueza: si los ciudadanos traen como parte de su equipaje ropa u otros artículos para vender a otros particulares, se emiten normativas gubernamentales que limitan la cantidad de perfumes o calzoncillos que se pueden traer en un viaje. Si aprovechan cada salida para traer un televisor nuevo, el Estado hace un invento a fin de cobrarles en divisas –salvo en el primer periplo del año– lo mismo que les costó según la factura. Ganan así más que productores, distribuidores y transportadores juntos.

En fin, que si usted vive en Cuba y piensa poner un negocio, fíjese primero quién lo va a envidiar y cuide de que ese personaje no pueda delatarlo –o “mandarlo a matar” con la policía, como se dice en buen cubano–, porque perder lo poquito que se ha obtenido con tanto esfuerzo es muy duro. Y en nuestra Isla, con lo difícil que resulta todo, con los vecinos y hasta el Estado en contra, todo es más duro aún.
 
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