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General: ¿Por qué se van los jóvenes cubanos?
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جواب  رسائل 1 من 2 في الفقرة 
من: SOY LIBRE  (الرسالة الأصلية) مبعوث: 15/02/2016 16:05
LOS OLVIDADOS
 
56-jovenes-de-cuba-foto-gri.jpg (800×536)
“¿Por qué se van los jóvenes cubanos?”
                    Por Jorge Dávila Miguel | Cuba Encuentro
El blog de Silvio Rodríguez, Segunda Cita, publicó el viernes pasado una nota que trata sobre el futuro de la juventud cubana. La nota se llama Los olvidados, los que se quedan[i], la firma Harold Cárdenas Lema y aunque habla sobre la epidemia de jóvenes que quieren abandonar el país, fundamentalmente toca la delicada situación de los que no quieren hacerlo o sencillamente no lo harán. Habla en su nombre, se entiende, porque él es uno de ellos.
  
La nota revela la perplejidad ante las nuevas realidades que se dilucidan en Cuba. Emplea la palabra “paradigma” que quiere decir “ejemplo” y se pregunta tácitamente cuál es el paradigma actual a seguir ya que ante ellos ––los jóvenes cubanos–– han desaparecido las certezas. Cárdenas duda ante el proyecto de nación actual.
 
“¿Por qué se van los jóvenes cubanos?”, se pregunta el autor y se responde: por “muchas razones, entre ellas la ausencia de un paradigma del éxito que sí tuvieron nuestros padres y nosotros carecemos…”.
 
Y más adelante: “Nuestra incapacidad de generar un consenso y enviar señales claras sobre el rumbo del país… provoca el desaliento y la mirada hacia alternativas foráneas. Parte de la emigración cubana es también responsabilidad nuestra entonces como proyecto de país incapaz de generar un mayor consenso”.
 
Menciona que “el proyecto de nación estaba más claro” antes “porque existía el liderazgo carismático de Fidel Castro… o sencillamente porque creíamos que era posible un regreso a la estabilidad de los años 80”.
 
Este es el razonamiento de un joven cubano, manifiestamente comprometido con la realidad política y social de su país que se pregunta públicamente, en el torbellino de las carencias e incertidumbres de la Cuba actual, “¿Cuál es el plan gubernamental para nuestro futuro?”.
 
Claro que las preguntas y las reflexiones esa pieza cándida y hermosa no atañen exclusivamente a los jóvenes. Porque la realidad es: ¿Cuál es la esperanza de progreso y bienestar en Cuba para el que se queda?, pero sucederá que son los más jóvenes los que están empezando su vida y por eso tienen más ímpetu o razón al preguntar.
 
La hemorragia de juventud hacia afuera es conocida, pero la que se coagula dentro ¿hacia qué exilio interior se aventura? ¿Cuál resultará ser su realidad económica, sus ilusiones, sueños y proyectos? ¿Podrán aspirar a construir una familia mediante felicísimos coitos sin audiencia, lejos de las habitaciones aledañas; y al menos ilusionarse ––o enterarse–– mediante algún rarísimo discurso económico optimista por la tele de que no sería un sueño inalcanzable ni un delito progresar materialmente bajo el cielo más azul del mundo y aspirar a tener un carrito propio para arriesgarse manejando por la Ocho Vías hasta llegar a Baracoa en vez de a Miami?
 
En otras palabras: ¿Cuáles son las oportunidades que el actual proceso de Actualización del Modelo Socialista Cubano busca para diseñar el futuro de los jóvenes?
 
Según se desprende de Los Olvidados… eso no se sabe. ¿Será el mejor de los destinos juveniles el ser simples empleados de grandes compañías nacionales o extranjeras, o acaso también existirá alguna oportunidad para desarrollar su imberbe iniciativa? Digamos aunque sea inflar una botella diferente y poder venderla en la Internet. Si un pintor joven pinta su cuadro y lo vende, un boxeador joven vende sus puñetazos ¿podrá un joven empresario que no sabe pintar, ni meter bofetadas hacer otra cosa distinta a un restaurant para ganarse su dinero en el país donde nació? La fiebre de eficiencia económica que tomará por asalto el país ¿será solo para los grandes negocios extranjeros y deberá abatir de facto los “paradigmas del éxito” para los jóvenes, tanto materiales como ideológicos?
 
La columna de Harold Cárdenas hace preguntas candentes sobre el presente y el futuro de la sociedad cubana. Pero se las hace desde dentro de ella. Otras opiniones, corrientes de pensamiento y evaluaciones ciudadanas existen también dentro de esa compleja realidad. Su carta de ciudadanía es la transparencia y el compromiso nacional. No le dicen al gobierno vete, sino resuelve. Sé que algunos se querrán rasgar las vestiduras ante estas palabras porque viven convencidos de que “es obvio que en Cuba no existe la más mínima libertad de expresión ni cubanos que increpen al gobierno sin castigo”; pero qué le vamos a hacer. Si alguno de verdad se las rasga, avisarme; le sustituiremos la pieza asesinada por una bien bonita de Valsán.
cuba.gif CUBA image by morniagfxmonster
Los olvidados, los que se quedan
               Por Harold Cárdenas Lema
Son tiempos de fetichismo con el socialismo tropical cubano. Hay preguntas que hacen eco en todas las esquinas de esta isla y confieso que me tienen cansado. ¿Por qué se van los jóvenes cubanos? ¿Piensas irte también? ¿Qué pasará en un país sin juventud? Las respuestas son obvias: emigrar es su derecho, hay muchos que aspiran a hacerlo pero también otros que se quedan a conciencia. Aun así, molesta bastante que el protagonista hoy en día sea el emigrante y no quienes se quedan a construir el futuro de Cuba.
 
Los olvidados entonces somos los enraizados, los que quedamos aquí en este país cargado de contradicciones. Eso tiene que ver con otras actitudes, como aquella amiga de antaño que regresó el otro día y quería enseñarnos a utilizar Facebook porque “este país es un atraso”. O los que piensan que en Cuba quedan los que no tienen oportunidad de marcharse, reduciéndonos a una suerte de perdedores. Esos y otros mitos circulan todos los días, dando una visión simplificada de este país según la cual todos nos queremos marchar. Y no es así.
 
Conozco muchos jóvenes que les iría bien en otras tierras pero se quedan en Cuba porque los mueven fuerzas mayores. Muchos desconocidos que hacen bien anónimamente, muchísimos que trabajan cada día por un salario simbólico y son los héroes olvidados de este país. De esos no escribe casi nadie, es más fácil visibilizar a supuestos “ganadores” o preocuparse por el desangramiento migratorio y no por la solución para terminarlo.
¿Por qué se van los jóvenes? Muchas razones, entre ellas la ausencia de un paradigma del éxito que sí tuvieron nuestros padres y nosotros carecemos, que toca construir. Quizás la respuesta para esto sea precisamente visibilizar, ¿a quiénes? A los que se quedan.
 
Por otra parte, el éxodo del 2016 no es el mismo que la crisis de los balseros en 1994. Aquello fue una respuesta ante la escasez más cruda que hoy en día ya no es tan así. ¿Qué pasa entonces? Por alguna razón en los momentos más duros del Período Especial el consenso nacional soportó embates que hoy no podemos superar. ¿Por qué? Quizás porque el proyecto de nación estaba más claro en ese entonces, porque existía el liderazgo carismático de Fidel Castro como mecanismo de unidad o sencillamente porque creíamos que era posible un regreso a la estabilidad de los años 80.
 
El día que aceptamos que no había un regreso posible, desaparecieron los paradigmas y las certezas. Nuestra incapacidad de generar un consenso y enviar señales claras sobre el rumbo del país o sobre cuál es el plan gubernamental para nuestro futuro, provoca el desaliento y la mirada hacia alternativas foráneas. Parte de la emigración cubana es también responsabilidad nuestra entonces como proyecto de país incapaz de generar un mayor consenso.
 
En el extranjero tengo a todos mis amigos de la infancia menos uno, que quizás se marche pronto también. Allá están mis compañeros de aula, mis novias y si quisiera hacer una reunión de clase, sería más fácil hacerla en Miami que en mi ciudad natal. La empatía con el emigrado es inevitable porque con solo un par de giros en el destino cualquiera de nosotros pudo haber sido uno de ellos. Aun con su participación y apoyo, el futuro de esta isla tienen que decidirlo los que viven dentro. Irónico entonces que esos sean los grandes olvidados en esta historia, los que se quedan.
 
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من: cubanodelmundo مبعوث: 17/02/2016 17:34
Sin olvidados, sin triunfadores
La normativa cubana convoca a los emigrados como ciudadanos 
de segunda clase,
paradoja rotunda para una emigración que tal vez sea de las más activas desde el siglo XIX
 
cuba_esta_donde_este_un_cubano.jpg (1024×707)
Donde decida vivir un cubano, alli estara Cuba.
Luis Carlos Battista |  Miami | Cuba Encuentro   
Hace unos días leí un artículo de un viejo amigo, Harold Cárdenas, titulado Los olvidados, los que se quedanpublicado en La Joven Cuba y en el cual se debate sobre el calificativo de perdedores y olvidados que en ocasiones reciben los jóvenes (y no tan jóvenes) cubanos que deciden no emigrar. En una relación donde han existido coincidencias de pensamiento, creo que debo disentir respetuosamente en esta ocasión.
 
Recuerdo que, en 2008, recién ingresado a la Universidad de La Habana, el Comité del Partido Comunista realizó una encuesta entre cientos de estudiantes de la Colina Universitaria con varias opciones sobre sus planes futuros. Dicha encuesta resultó más que alarmante para los funcionarios y dirigentes universitarios. Aproximadamente el 90 % de los estudiantes tenía como perspectiva abandonar el país, incluso por encima de otras opciones tan corrientes como culminar los estudios o formar una familia. En aquel momento jamás pensaría que la vida me pondría en ese porciento mayoritario. Recuerdo esta anécdota para dar cuenta que efectivamente los jóvenes que deciden no emigrar son una minoría por las razones que sean, válidas todas.
 
Sin embargo, creo que dividir el debate entre olvidados y no tan olvidados, los que se quedan y los que se van, perdedores y triunfadores, constituye una acción robótica de simples eufemismos que lejos de abordar el problema, lo simplifica. En una realidad donde la pregunta del día a día de nuestra juventud es emigrar o no emigrar, ello ya constituye para nosotros como nación una derrota. Nos encontramos en una situación en la cual todos somos perdedores, ¿o acaso el emigrar no es en sí una forma también de perder al distanciarse y separarse la familia, renunciar en muchos casos a aspiraciones profesionales y cambiar en general un proyecto de vida por otro?
 
La condición de triunfadores que el artículo menciona como presente en la creencia popular cubana es una categoría con amnesia selectiva o desconocimiento. En el mayor de los casos no hay nada de triunfante en la emigración, tenga el gentilicio que tenga. Levantarse a trabajar cada día en un país que no es el propio, en otro continente con idioma distinto, lejos de la familia y antepasados, de nuestra cultura, nuestra tierra, nuestros amigos y en muchas ocasiones de nuestra profesión, no tiene nada de triunfante y mucho de sacrificado. Tan sacrificado como puede ser para aquellos que deciden no emigrar. Lo que sucede es que en las fotos casi siempre salen las sonrisas y no las lágrimas.
 
Lastimosamente este dilema del emigrar o no se ha visto acentuado por nomenclaturas como salida definitiva, desertor, salida ilegal, repatriación y pérdida de la residencia en el territorio nacional, entre otras presentes en la normativa migratoria cubana. El problema del cubano no es tanto la libertad de emigrar, sino la poca libertad de retorno. Nuestro sistema migratorio durante décadas ha impuesto una especie de sanción con los emigrantes, cual padre que desconoce para el resto de su vida a todo hijo que abandone la casa paterna, y de paso privándole de derechos que le fueron concedidos al nacer.
 
A pesar de que recientemente se ha facilitado por las autoridades el proceso para solicitar la repatriación, este sigue sufriendo una contradicción de raíz: tal proceso nunca debió haber existido. Su sola existencia desde el punto jurídico es una abominación, dado que implica el divorcio forzoso de otras categorías como ciudadano y residente, cuando la primera debe englobar la segunda, siempre que se ampare bajo una misma nacionalidad. Si quisiera ponerse desde otro punto de vista, la normativa cubana convoca a los emigrados como ciudadanos de segunda clase, paradoja rotunda para una emigración que tal vez sea de las más activas desde el siglo XIX. Ello sin mencionar las implicaciones ideológicas y consideraciones políticas que se tenían o tienen aún desde la posición oficialista hacia los inmigrantes. Debemos recordar que hasta en las mejores familias ocurren las disensiones, por no decir en la Nación.
 
Hace poco, conversaba con un amigo español también emigrado por las condiciones de crisis que sufre la Península por estos tiempos; me comentaba de lo absurdo de considerar la salida de un nacional como definitiva. Él, que tiene esposa cubana, sabe un poco y compara su posición con la nuestra. Está decidido a que cuando mejoren las condiciones en España y pueda conseguir un empleo que le satisfaga económicamente, regresará a su país de origen. Aún hoy no puedo responder la pregunta que me hizo un tanto bromeando, un tanto polemizando, y otro tanto en serio: ¿Podríamos los cubanos hacer lo mismo?
 
La emigración de la Isla nos ha costado a todos, siendo el país el más resentido en términos sociales, culturales y económicos. Según algunas cifras, la sociedad cubana ha exportado aproximadamente una quinta parte de sus hijos, y la cifra lógicamente aumenta si consideramos los nietos y biznietos nacidos en el exterior. Pregunto, acaso que nuestra Patria se desangre, ¿no es ya una pérdida para todos?
 
Coincido con Harold en que somos responsables por las decisiones del futuro de nuestra nación, sin embargo, no lo hago cuando nomina a estos responsables en exclusivamente los que viven dentro. Todos los cubanos somos responsables de las decisiones patrias. ¿Hubiese podido Harold decirles a los tabacaleros de Tampa y Cayo Hueso que “el futuro de esta isla tiene que decidirlo los que viven dentro”? Nosotros los emigrantes, aunque no lo parezca, también pagamos nuestra carga tributaria al Estado cubano, ¿o acaso no contribuimos con cientos de millones de dólares a la república por concepto de tasas consulares?
 
Considero esta cifra ya alta de por sí y no tiene en cuenta el aporte al PIB bajo el renglón de remesas familiares e inversión directa e indirecta hacia el naciente sector privado. Los emigrantes no podemos ser considerados por los actores políticos como nacionales a la hora de imponernos obligaciones y luego ser considerados extranjeros (o, dicho de otra manera, “no tan cubanos”) a la hora de respetar nuestros derechos consagrados.
 
Lamentablemente, el texto que Harold nos presenta apuntala una concepción inoculada ideológicamente que no hace más que contribuir a una estratégica división de la Nación, intenta simplificar y esquematiza algo tan complejo como la emigración en la sociología sin distinguir razones políticas, económicas, profesionales, familiares o culturales y alimenta la ingenuidad política que muchas veces acompaña a parte de la sociedad cubana en los últimos años de confundir la pertenencia a la Nación con la afinidad a un proyecto político.
 
En la Casa Cuba hay espacio para todos sus descendientes. La sociedad que debemos construir entre todos tiene que ver a sus hijos como iguales, sin distinción de dónde decidan vivir y eliminar la discriminación entre “los de adentro y los de afuera”. O mejor, que los jóvenes del mañana, niños de hoy, no tengan que crecer con esa maldita disyuntiva de emigrar o no emigrar.
 
Fuente Cuba Encuentro  


 
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