Viñales: el pueblo de los cuentapropistas
El auge del turismo hace que los vecinos establezcan sus propios negocios
Hay numerosas casas de alquiler y restaurantes privados, y desde recorridos de campismo hasta actuaciones callejeras
Los mogotes son lo que más distingue al Valle de Viñales.
María Pérez vende pajaritos de madera y sombreros de paja a los turistas que vistan un mercado al aire libre cerca de la calle principales de su ciudad, pero ella y su esposo sueñan con agregar una habitación a su casa para alquilarla y aprovechar el auge del turismo.
El atractivo es el pintoresco Valle de Viñales. Con sus cuevas y estalactitas, mogotes, baños de aguas minerales y excavaciones arqueológicas, el lugar fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Pero Viñales es también un hervidero de cuentapropistas. El empleo independiente se ha disparado en esta comunidad de aproximadamente 28,000 habitantes, ubicada unas 130 millas al suroeste de La Habana.
A lo largo de la Calle Salvador Cisneros, la principal de la localidad, se puede escoger entre muchas paladares, bares y restaurantes privados que han surgido en edificios remozados con techo de tejas. Uno de ellos es El Olivo, que anuncia “un menú mediterráneo”, el restaurante de mariscos Mar Mágico, un restaurante vegetariano, pizzerías y el atractivo La Cuenca, con su decoración en blanco y negro, que ofrece un abanico de platos cubanos e internacionales.
En el 3J Bar de Tapas, las licuadoras detrás del bar iluminado con luces rosa claro no paran de funcionar, y en la barra se abarrotan las piñas coladas, mojitos y caipirinhas.
Este edificio de esquina, el segundo más antiguo en Viñales, llevaba 15 desocupado cuando Jean Pierre Rojas lo compró hace tres años. Estaba en muy malas condiciones pero el precio era atractivo, dijo. Y este emprendedor empedernido lo consideró un reto.
“La gente pensó que comprarlo era una locura”, agregó. Pero lo convirtió en un lugar elegante, con paredes de ladrillo rústico y lámparas de araña. La gruesas puertas de madera originales dan paso a un área donde hay varias mesas más.
Incluso en una noche de entre semana, el 3J estaba lleno de gente que disfrutaba de tapas de mariscos, cordero asado, raviolis y croquetas.
Rojas también tiene un restaurante que sirve platos típicos cubanos y alquila habitaciones. En total, Rojas emplea a 35 personas.
Su mayor problema, dijo, es conseguir los suministros básicos que necesita para sus negocios. “Voy dos veces a la semana a La Habana a ver qué encuentro”, explicó. Incluso compra allí las baguettes para los emparedados porque nadie hornea este tipo de pan en Viñales.
“Estamos muy contentos de tener estas oportunidades, pero creo que si operáramos un negocio así como se hace en cualquier otra parte del mundo, sería cuatro veces más fácil”, dijo,
“Esta zona era muy pobre antes del turismo”, explicó Rojas, mientras observaba el animado ambiente en el 3J, que toma su nombre de la inicial de su nombre y las de sus dos hijos. “Creo que esto es genial. Ha llegado el momento”.
La Habana tiene una población de 2,163,824 y es el centro de mayor importancia ante la apertura de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, para asuntos políticos y de turismo. Sin embargo, el auge del turismo hacia el occidente cubano, a provocado que el poblado de Viñales en Pinar del Río aproveche la demanda turística, abriendo hostales y lugares de comida para satisfacer el influjo de turistas curiosos por conocer la isla.
Con sólo un puñado de hoteles, administrados por el gobierno –el Horizontes La Ermita, donde los huéspedes se reúnen en el jardín a ver el sol ponerse sobre el valle; el Hotel Rancho San Vincente y el Hotel Los Jazmines, desde donde se disfruta de una vista espectacular de los mogotes– los emprendedores se han lanzado a la acción.
Casas privadas pintadas de tonos brillantes de verde, rosa, amarillo, turquesa y coral ofrecen habitaciones y apartamentos para alquilar. Algunas tienen nombres como Casa Arcoíris, La Casa de las Sonrisas y Villa Musical, pero por lo general llevan el nombre de sus propietarios.
En algunos casos, casi todas las casas en una cuadra ofrecen habitaciones, y un grupo emprendedor de vecinos en una hilera de casas de dos plantas ha unido fuerzas y ofrecen sus viviendas como un paquete para grupos grandes, de hasta 20 personas.
Airbnb, la compañía de San Francisco dedicada al alquiler de viviendas y habitaciones que inició sus operaciones en Cuba en abril del 2015, tiene 200 propiedades para alquilar en Viñales. Sólo La Habana y Trinidad tienen más. El propietario cubano promedio gana $250 por reservación, lo que concierte el negocio de las casas privadas en una actividad más lucrativa que la mayoría de los empleos en la isla, incluso si sólo consigue una reservación por mes.
Pero en Viñales hay muchas más casas particulares que no están en la lista de Airbnb. Fernando García, quien tiene en Airbnb su casa en las afueras de Viñales, calcula que hay más de mil de esas propiedades en la ciudad, y más de 50 restaurantes privados.
“La competencia aquí es dura”, dijo. En los últimos 12 meses, explicó, han entrado al mercado cientos de habitaciones adicionales.
Así las cosas, las casas compiten ofreciendo comodidades y servicios adicionales. Un mojito de bienvenida es algo común, pero otras casas anuncian lecciones de salsa, excursiones de senderismo y paseos a caballo y recorridos en bicicleta. Otras tienen bares en la azotea o un menú vegetariano especial. Estos servicios son extra y con frecuencia corren a cargo de otros cuentapropistas.
García, que también tiene un restaurante y bar, conoce la importancia de ser diferente y pone énfasis en el servicio al cliente. Cuando sus huéspedes llegan, les ofrece jugo, café o un coctel. “Les gusta que la casa les ofrezca algo”, dijo.
En sus amplios jardines produce frutas y vegetales frescos para los huéspedes, sus apetitosas barbacoas, las hermosas vista del valle desde su propiedad y la ubicación –en una zona rural pero a poca distancia del pueblo– lo diferencian de los demás, dijo García.
Desde que se inscribió en Airbnb está aceptando reservaciones de muchos más viajeros estadounidenses, y recientemente ha tenido huéspedes de Australia y Suiza. Su esposa y una sobrina ayudan, pero administrar el restaurante, el bar, las habitaciones y los jardines lleva mucho tiempo, dijo.
García explicó que pudiera aceptar más reservaciones si tuviera Wi-Fi en la casa. Todas las mañanas va a la oficina de ETECSA, el monopolio estatal de telecomunicaciones, para ver su correo electrónico y las reservaciones. Pero sabe que está perdiendo negocios, especialmente de personas que desean una confirmación inmediata, al no tener una conexión permanente con Internet.
En los próximos seis meses espera agregar al menos otra habitación, a lo mejor cuatro. “Todo depende de cómo vayan las cosas”, dijo.
Y este es el club al que María Pérez aspira a unirse.
Durante la semana le da empleo un cuentapropista dueño del quiosco donde trabaja y los fines de semana se gana la vida de manicurista. Ella y su esposo comparten una habitación con su hijo pequeño, pero están tratando de arreglar otra habitación para alquilarla. “Estoy tratando, pero es mucho trabajo”, dijo.
“Por aquí todos alquilan habitaciones porque hay mucho turismo”, explicó Pérez.
María trabajaba antes en una tienda estatal de aires acondicionados, pero prefiere trabajar en la calle vendiendo cucharas de madera, imanes y otros souvenirs porque la paga es mejor.
A lo largo de la Calle Salvador Cisneros, otros cuentapropistas han aprovechado el aumento del tráfico de peatones y todos los restaurantes para establecer su negocio. Un hombre repara teléfonos celulares y otro relojes. Muy cerca, una mujer espera para hacerse las manos, mientras un hombre vende sartenes y cazuelas, que coloca sobre una manta en la acera.
Pero los cuentapropistas son todavía más imaginativos en Los Jazmines, desde donde se disfruta de una hermosa vista del valle, con la la Sierra de los Órganos en la distancia.
Yohan Alejandro Ulloa, actor y artista callejero, ha perfeccionado el arte de una estatua viviente que representa a Tite, también conocido como El Chichiricú, un famoso torcedor de tabaco de Pinar del Río. Ulloa usa maquillaje bronceado de pies a cabeza, e incluso la mesa de torcer puros es bronceada.
La representación de la estatua de bronce es tan realista que a veces asusta a los turistas cuando cambia de postura o abre los ojos. La ropa la ha bronceado de manera permanente, pero se demora una hora diaria en aplicarse el maquillaje.
“Llevo haciendo este arte desde hace más de dos años”, dijo, agregando que es un artista independiente con “todos los permisos del gobierno. Prefiero trabajar por mi cuenta, en vez de para una organización, porque me sale mejor económicamente”.
Uno pudiera pensar que el guajiro que trabaja en el estacionamiento y a la vez ofrece recorridos en un buey con montura, por un dólar, es también un cuentapropista emprendedor. Pero no, dijo, él trabaja para el gobierno.
Ulloa trabajaba en la misma fábrica de puros que Tite, pero no dejaban entrar a turistas con cámaras y eso reducía sus ingresos potenciales de los visitantes.
Es una actividad lucrativa y en Los Jazmines hay suficientes turistas, tanto que está dispuesto a hacer el viaje diario de 40 minutos desde Pinar del Río.
Pero es posible que a partir de ahora ese viaje demore más. Hace pocos días, varios autobuses de turismo y autos clásicos estadounidenses crearon un embotellamiento en la carretera que sale del lugar, frente a El Campesino, una popular paladar conocida por el pollo a la barbacoa. Las cosas han cambiado, ahora en Viñales hay atascos de tráfico.