El reflujo de la onda izquierdista
En todas las épocas los procesos políticos han presentado períodos de flujos y reflujos o, si se quiere, de auge y depresión. La ola izquierdista latinoamericana que se animó con la llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela por vías electorales, viene experimentado ya hace unos años un periodo de reflujo con los cambios de gobierno en Honduras, Paraguay, Argentina, ahora Brasil y con la delicada situación en Venezuela.
Sus causas se relacionan básicamente con las propias contradicciones entre su ascenso por vías democráticas y sus pretensiones y métodos estadocéntricos, populistas y autoritarios, con viejas raíces en el nacionalismo caudillista tradicional de la región.
Estos antecedentes y pretensiones enlazan y contaminan esa ola con la filosofía "socialista estatalista" cubana, cuyas prácticas en parte asumieron dichos gobiernos; especialmente la excesiva participación del Estado en el control directo de la economía y la falta de apoyo al progreso del área propiamente social de la economía correspondiente a las formas libres de producción (privadas o asociadas), todo lo cual fortaleció las formas de capitalismo de Estado, con sus consecuentes cortes a las normas democráticas que les habían dado origen.
Esa deriva autoritaria estatalista adversa a la democracia, está en el centro del reflujo.
Lo que sobrevive en Cuba se originó en la toma del poder por vía violenta y fue favorecido por la época de la Guerra Fría y la presencia del "campo socialista", que no existen ya. El mundo del siglo XXI es diferente y todo intento de tomar por vía armada el poder o de reeditar algún "socialismo" de tipo autoritario, está condenado al fracaso, como cualquier otra pretensión de transpolar las experiencias cubanas al continente. Por todo eso las FARC negocian la paz en Colombia.
Si el proceso político-económico-social cubano hubiera derivado a posiciones del socialismo democrático, como hemos promovido y pretendido muchos cubanos, asumiendo la democracia y la libertad más plenas y la multiplicidad de formas de producción con énfasis en el desarrollo del trabajo libre asociado o privado (autogestión, cogestión, cooperativismo, mutualismo y demás tipos de asociaciones de capital, trabajo y consumo, así como el desarrollo del trabajo libre individual cuentapropista), la situación fuera otra en Cuba, el impacto de las relaciones con EEUU sería de más fácil absorción, y muy probablemente la ola izquierdista del continente hubiera evolucionado favorablemente.
Al reflujo de esa ola han contribuido también los propios errores en materia política y económica cometidos por los gobiernos respectivos, cuando han desestimado las fuerzas de la oposición y el peso de la economía nacional e internacional en la evolución de sus situaciones internas.
Entre esos errores bastante comunes también están la centralización excesiva de las decisiones, el abuso de los decretos presidenciales, las afectaciones al sector privado, las políticas monopólicas de control de divisas y del mercado externo, los excesivos impuestos para favorecer planes estatales a costa de las clases medias, la desestimación de los efectos de las políticas inflacionarias, la falta de estímulo a la inversión productiva, la corrupción de sectores ligados a los grandes negocios estatales, los gastos enormes en ayuda internacional y otros.
Elemento básico que ha afectado a esa ola ha sido creer que todo se resuelve con una repartición "más justa del ingreso nacional", según los criterios del poder establecido, sin comprender que los mismos provienen del aumento de la producción y el comercio que generan las fuerzas productoras que deben estimularse.
Por eso las políticas estadocéntricas y populistas que han caracterizado esta ola no avanzaron más allá del capitalismo de Estado y de formas socialdemócratas centralizadas de distribución del presupuesto que, sin llegar a decretar las grandes nacionalizaciones-estatizaciones de tierras y empresas nacionales e internacionales que se hicieron en Cuba, asumieron la restricción de las fuerzas productores que alimentaban presupuestos y abastecimientos.
Unos menos que otros desarrollaron formas de poder popular comunal, pero sin bajar lo suficiente a las bases el control de los ingresos y presupuestos que empoderaran a los ciudadanos y a las comunidades. Algunos gobiernos fueron más realistas en sus políticas económicas, como los de Correa en Ecuador y Evo en Bolivia, por lo cual han sobrevivido al reflujo, a pesar de sus intentos fracasados de eternizar sus líderes originales en el poder, otra contaminación negativa con el proceso cubano.
Por otro lado, es cuando menos infantil pretender que las fuerzas nacionales e internacionales adversadas por esa ola populista se quedaran de brazos cruzados y no aprovecharan sus errores, desviaciones y contradicciones, para tratar de revertirla. Creer en América Latina que se puede gobernar autoritariamente, sin consecuencias, es desconocer su historia.
No obstante estas generalidades, en cada país los gobiernos de esta ola enfrentan situaciones específicas. La oposición venezolana recuperó el control del Congreso porque el Gobierno de Maduro ha cometido todos esos errores arriba señalados y otros y, en particular, porque no ha sabido neutralizar con el diálogo y adecuadas políticas económicas el descontento popular, respondiendo con más violencia a las reacciones violentas de la oposición. Hoy por hoy se aprecia su incapacidad para lidiar democráticamente con una oposición mayoritaria.
Maduro, con su Gobierno en minoría, debió negociar con la oposición para evitarse el "telegrafiado" referendo revocatorio, establecido por el mismo Chávez en la Constitución, en vez de desconocerla y maniobrar con el poder judicial para obstaculizar sus propuestas. En cambio, optó por la confrontación desde una posición minoritaria y ya estamos viendo los resultados.
Por otra parte, la caída drástica de los precios del petróleo derrumbó las políticas paternalistas e internacionalistas del Gobierno bolivariano. Durante las "vacas gordas" petroleras se dilapidaron riquezas y financiaron programas sociales, militares y de política exterior que difícilmente puedan ahora sostenerse, fondos que hubieran podido potenciar la economía productiva y su autonomía.
El juicio político, una figura reconocida en la constitución brasileña que acaba de suspender a Dilma Rousseff de la presidencia, es el resultado del debilitamiento de su Gobierno, del escándalo de corrupción relacionado con los ingresos de la estatal Petrobras, la notoria recesión económica, la división de la coalición gubernamental y su descendida popularidad al 10%.
Estas circunstancias han sido aprovechadas por las fuerzas políticas y económicas nacionales e internacionales interesadas en recobrar las hegemonías perdidas, propio de las luchas políticas del mundo posguerra fría y de las confrontaciones en sistemas políticos democráticos: quien se equivoca asume responsabilidades y paga costos políticos. No obstante, Dilma declaró recientemente a Telesur que EEUU nada tenía que ver con la crisis interna de su Gobierno.
El reflujo actual de la esa ola izquierdista es, por tanto, consecuencia primaria de la evolución de sus propias contradicciones y de los errores cometidos por quienes, en nombre de la revolución, los trabajadores y el socialismo, pusieron el Estado por ellos controlado en función de beneficios sectarios y no de los intereses generales de las mayorías y la sociedad.
En lugar de buscar causas extrapunitivas a sus fracasos, la izquierda latinoamericana debería analizar sus propios equívocos y contradicciones; revisar sus enfoques estadocéntricos, autoritarios, sectarios y populistas y asumir políticas encaminadas a consolidar la democracia y profundizarla hasta hacerla participativa y directa desde las bases de la sociedad. Se hace necesario aprender a tener en cuenta los intereses de todos los ciudadanos y sectores sociales; promover programas económicos y educativos encaminados a empoderar a las comunidades, a los trabajadores y emprendedores de base con sus propias empresas pequeñas y medianas, asociadas o privadas y a aprovechar las ventajas del mercado, los créditos y las nuevas tecnologías de la información.