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General: 19 de Mayo, muerte del Apóstol José Marti y una República breve
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Respuesta  Mensaje 1 de 7 en el tema 
De: cubanet20  (Mensaje original) Enviado: 19/05/2015 14:17
Martí, muerte en Dos Ríos y el nacimiento de la República de Cuba
José Martí es un patrimonio de
los cubanos y su obra pertenece a todos.
 
portada_de_la_revista_bohemia.jpg (836×670)
 
(Oleo, del pintor Esteban Valderrama  hoy inexistente, que recrea la caída en combate del Apóstol.de.
El pintor fue al lugar, observó el lugar y hasta tuvo en  cuenta la luz que había a la hora en que mataron
al Apóstol de la Independencia cubana. El propio pintor la destruyó por las erradas  críticas que se le hacía al cuadro)
  
          Daniel  F. Calderín - El Nuevo Herald
Para escribir de Martí no es necesario sobrecargar un escrito con citas bibliográficas innecesarias, de la misma forma que un predicador cristiano no necesita citar versículos bíblicos cuando predica el Evangelio. Martí es un patrimonio de todos los cubanos y su obra pertenece a todos. Pero para cumplir con un requisito obligado en la escritura histórica, haré mención a Martí Maestro y Apóstol, de Jorge Mañach, y a Alfonso Escudero en sus Obras Escogidas, que fueron consultadas por mí, y al propio Martí, cuyas Obras Completas en tomos monumentales fueron puestas en mis manos por mi padre cuando aún yo era un niño.
  
Esta semana se celebran dos fechas patrias contiguas, una infortunada y otra gloriosa: la muerte en Dos Ríos del Apóstol José Martí el 19 de mayo de 1895, y el nacimiento de la República de Cuba el 20 de mayo de 1902. Tal parece que el destino quiso simbolizar que la muerte de Martí fue la semilla de donde surgió el árbol de la libertad de nuestra sufrida patria, hoy esclavizada.
 
Nace Martí el 28 de enero de 1853 en una humilde casa de mampostería barroca en La Habana de intramuros, al pie de la Muralla. Su padre, Don Mariano Martí, de origen valenciano, un militar español de menor graduación, de carácter hosco, de palabra ruda, pero de una honradez acrisolada y una pulcritud extrema. Su madre, Leonor Pérez, nacida en Santa Cruz de Tenerife, le dio a su hijo el alma tierna y sensible. La inteligencia del niño se hizo patente muy pronto. Su facilidad de palabra, su sensibilidad, hizo que sus maestros le tomaran gran afecto. Uno de ellos, Rafael María Mendive, fue en realidad el forjador de su carácter. En el colegio San Pablo de Mendive recibió Martí la instrucción que hubo de servirle para llegar a ser una monumental figura en la política y las letras.
 
Al igual que muchos cubanos sufren hoy los rigores de un injusto presidio político por el solo hecho de querer la libertad de su patria, Martí en su adolescencia fue víctima de ese horror. En la colonia española los presos políticos eran llevados a las canteras del presidio del Departamentales de La Habana. Allí recibió en su carne las llagas de un grillete, y esas llagas no sanaron nunca y eran llagas en su carne y en su alma. Eso le hizo ver al joven y también a su padre, el militar español, la iniquidad de la Colonia española en Cuba. Su condena fue conmutada por la pena de destierro y se dirige a España. Lo primero que hizo al llegar a España fue ponerse a escribir un folleto, El Presidio Político en Cuba, y fue a entregarlo a las Cortes españolas, y allí lo puso en las manos de los diputados honrados para que supiesen qué inicua colonia tenían en Cuba, algo que los españoles honrados no sabían. Al llegar desterrado a España el amigo de la infancia de Martí, Fermín Valdés Domínguez, ambos se dirigen a la Universidad de Zaragoza, donde Martí se gradúa de abogado y de Doctor en Filosofía y Letras. Una vez graduado, después de un breve período en Madrid para seguir haciendo contactos con la política de la metrópolis, Martí se convence de que aquellos políticos españoles no podían darle a Cuba lo que ellos mismos carecían. España no le podía dar a Cuba la libertad, España no le podía dar a Cuba el buen gobierno porque España no lo tenía, y esto le convenció más de sus ideales independentistas. Y se dirigió a América, no sin antes pasar por Francia a estrechar la mano de Víctor Hugo.
 
México le abre a Martí los brazos generosos. En México recibió el calor del hogar pues allí se había establecido su familia. El viejo Don Mariano había abandonado Cuba, tal vez rumiando la pena del daño que le habían hecho a su hijo. En México tuvo triunfos, fue conocido de todos los grandes de las letras y escribió una obra de teatro ligero llamada Amor con Amor se Paga, que tuvo gran éxito en la capital azteca. Allí conoció a Carmen Zayas Bazán y se comprometió con ella. Pero esos tres años en México, donde pensaba hacer su vida, fueron tronchados por la entrada en la capital de las tropas de Porfirio Díaz. Decepcionado, trata de dirigirse a otros rumbos y piensa en Guatemala, no sin antes pasar por un nuevo período de un mes en la isla de Cuba. Entra en La Habana de incógnito bajo el nombre de Julián Pérez, su segundo nombre y segundo apellido. No se ha sabido nunca el objetivo de esa visita. Unos dicen que fue a coger cartas de recomendación de la familia de Fermín, otros dicen que fue allí a unirse a los mambises, que ya estaban derrotados. En Guatemala el gobierno del general Barrios a través de un cubano maestro le concede una plaza de profesor en la Escuela de Maestros. Regresa a México para contraer matrimonio con Carmen Zayas Bazán y la trae a Guatemala. Anteriormente había conocido en Guatemala a María García Granados, la hija del pasado presidente. Al llegar con Carmen, María se enferma y muere. María es la célebre Niña de Guatemala de sus versos famosos. Entonces ocurre un hecho infortunado, una conjura es descubierta y Martí ve como el general Barrios captura a los conjurados y los fusila en la plaza pública. Esto le mostró a Martí el caudillismo, que las repúblicas sin democracia se convierten en dictaduras y que la independencia solamente no haría a la América Latina libre, y se marcha de Guatemala.
 
Se dirige a los Estados Unidos y se establece en Nueva York, donde vive catorce años de su vida, donde trabajó traduciendo libros en la firma Appleton y de contador en la firma Lyons and Co. Una vez que pudo reunir los recursos llamó a Carmen para rehacer el ancla perdida del hogar. Pasaron los años y las labores de Martí de ganar el pan estaban en segundo plano con las labores de luchar por la libertad de Cuba y se incorporó a la Junta Cubana de Nueva York. Pero al cabo de los años, poco a poco, hace que el triunfo llegue. Los hermanos Mitre, que querían savia nueva para el pensamiento sudamericano, le encomiendan que escriba para el diario La Nación de Buenos Aires y allá va su voz a extenderse por todo el continente americano con su mensaje de amor, libertad y patriotismo. Estos escritos hacen de Martí una figura continental. Uruguay le ofrece el viceconsulado de Nueva York y asiste como su delegado a la Conferencia Monetaria que se efectuó en Washington. Después Argentina y Paraguay respectivamente lo nombran cónsul. Martí ya triunfó, ya es conocido como un político hábil y un diplomático de talla.
 
Repentinamente viene la ida de Carmen en 1891. Definitivamente Martí se queda solo y los próximos cuatro años de su vida los dedica por entero a la causa de la liberación de la patria. Se reúne en Nueva York con Máximo Gómez. En aquella reunión difiere con Gómez y Maceo, porque siente el temor de sus experiencias con los generales de las otras repúblicas americanas. Pero después comprende que ellos eran necesarios y los vuelve a llamar años más tarde, para forjar la definitiva organización que habría de dar la libertad a Cuba.
 
Un día le llega una invitación para hablar en Tampa. Hasta ese momento Martí había realizado toda su labor en Nueva York. Ahora para acabar de romper las ataduras, Argentina, Uruguay y Paraguay le objetan sus labores revolucionarias, y renuncia a los consulados de esas naciones. Se dirige a Tampa, y allí se encuentra con el pueblo cubano. Llegó el día 26 de noviembre, el día antes del aniversario del fusilamiento de los estudiantes universitarios, y ese día pronuncia su famoso discurso Los Pinos Nuevos, que levantó en vilo a la emigración cubana. Al regresar a Nueva York, la colonia cubana de Cayo Hueso lo invita también a hablar. El exilio comprendió que Martí era el faro que alumbraría el camino para la liberación de Cuba, y el entusiasmo desbordó las calles del Cayo. Allí nació el Partido Revolucionario Cubano que Martí creara y también el periódico Patria.
 
Martí fue criticado por algunos por dedicarse a hacer discursos y escribir artículos en la prensa y no ser un guerrero. Uno de los críticos le escribió una carta donde le reprochaba que era muy bonito hacer discursos en los Estados Unidos, pero que él quisiera poder estrechar su mano en la manigua de Cuba, pero que seguramente Martí no irá. Al empezar la guerra de independencia, Martí fue de los primeros en desembarcar junto con Máximo Gómez por Playitas, en la costa de la provincia de Oriente. Más tarde Martí, Maceo y Máximo Gómez marchan juntos a comenzar la gesta de la liberación cubana. Unos meses más tarde cae Martí en Dos Ríos, abatido por las balas enemigas. Muchos pensaron que ese era el fin de la historia de José Martí, pero ese no fue el final sino el comienzo. Al caer en Dos Ríos, su obra luminosa conmueve a la vieja Europa, se expande como un cometa luminoso por el continente americano y hoy su nombre está al lado de Bolívar y San Martín entre los grandes próceres de la América Hispana. El ejemplo de Martí nos dará fuerzas para seguir luchando hasta ver a nuestra patria libre del yugo comunista y que la ley primera de nuestra patria redimida será el culto a la dignidad plena del hombre. “Las palmas son novias que esperan y habremos de poner la justicia mas altas que las palmas”.
 
Miembro del Colegio de Periodistas de la República de Cuba en el Exilio y de la Unión de Colaboradores de Prensa.
 
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Respuesta  Mensaje 2 de 7 en el tema 
De: cubanet20 Enviado: 19/05/2015 14:20
Martí: el mito y la culpa
El vino, aunque sea nuestro, si es agrio, no es más que eso: vino agrio

Pintura-de-Víctor-Huerta-Batista.jpg (592×456)
Pintura de Víctor Huerta Batista
            Por Luis Cino Álvarez  | La  Habana, Cuba  | Cubanet
José Martí fue la principal víctima de la maldición que parece pesar sobre los intelectuales cubanos: la de no poder ser profetas en su tierra. No pudo superarla con su obra literaria grandiosa.  Ni siquiera lo consiguió con su Gólgota guerrero, que se inició en Playitas y terminó en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895, cuando tropezó con una patrulla enemiga. Su absurda muerte, casi un suicidio, no sirvió para redimir los pecados de un pueblo, sino para legarle  el desconcierto, el complejo de culpa y la fatalidad.

Jorge Mañach fue uno de los primeros responsables de inventar un Martí multipropósito, que resultó conveniente para todos. La leyenda martiana contribuyó a la construcción de un meta relato histórico, una teleología del destino nacional,  que todos los intelectuales cubanos,  insatisfechos con la república  que les tocó, quisieron explicar a su modo, desde el poeta comunista Rubén Martínez Villena hasta José Lezama Lima y el resto de los origenistas católicos y pequeño burgueses.

Precisamente un origenista, Cintio Vitier, martiano, ultra-nacionalista, beato y elitista, al  poner su pluma al servicio de la revolución castrista,  aportó su grano de arena a la legitimidad histórica que Fidel Castro reclamaba desde que en 1953 proclamó a José Martí como el autor intelectual del ataque al cuartel Moncada.

Cuando se desplomó el bloque soviético y la revolución castrista necesitó proclamarse, además de marxista-leninista, martiana,  “Ese sol del mundo moral”, de Vitier, con las varias décadas de retraso que le impuso la censura, le vino como anillo al dedo.

Así, nos arrullaron con fábulas históricas que invariablemente tenían moraleja y coletilla. Lo peor fue que gracias a ellas y a otros ilusionismos, nos parcelaron la nación en nuestras narices mientras nos entreteníamos en aplaudir consignas y soñar el futuro que no llegaba. Nuestra heredad fueron minúsculos trocitos de  la bandera empapados en sangre.

Y  así estamos hoy, sin ponernos de acuerdo con nuestro pasado, enredados con el presente y  temerosos del futuro.  La historia, cuando se transforma en interesados  relatos teleológicos,  no suele traer buenas consecuencias.

Tanto nos machacaron con los héroes inmaculados y  las estatuas de bronce, que terminaron por aburrirnos. Una triste consecuencia de ese aburrimiento es que hoy muchos cubanos, sobre todo los jóvenes, identifiquen a Martí  con el “teque” y lo rechacen.

Los que quisieron hacer héroes perfectos, impolutos, como Martí, desataron la tentación de buscarle manchas y defectos, de contradecirlos.

Con tanta historia distorsionada, con tan poco a qué aferrarnos, si regalamos a Martí a los  impostores que aspiran a plagiarlo, corremos el riesgo de vernos convertidos en una descreída y apática horda en eterno  viaje por el desierto.

Martí no está libre de culpas. Idealizó un país  con su pluma, porque en el real no pudo vivir en total ni siquiera 20 años. Habría que ver, con tan abigarrado ideario político como mostró en sus escritos, qué hubiera hecho si en lugar de Estrada Palma, le hubiese correspondido ser el primer presidente de la república. Supongo que al menos, ante el motín de los liberales, no hubiese solicitado la intervención norteamericana como hizo Don Tomás.

De nada vale la especulación histórica.  Si alguna culpa tuvo Martí fue -buen conocedor de la utilidad de las palabras como era-  no decir  alto y claro que el vino, aunque sea nuestro, si es agrio, no es más que eso: vino agrio.

La verdad histórica es asunto demasiado serio y vital para un pueblo como para que se la rifen entre gazmoños y perretosos. A fin de cuentas, ¿a quien puede resultar  conveniente, si es que conviene a alguien, hurgar, precisamente ahora,  en chismes históricos, broncas entre próceres y páginas de diarios  perdidas? ¿Será cínica y dolorosamente cierto, también para las naciones,  que algunas mentiras, en adecuadas dosis, ayudan a vivir?.
                    Luis Cino Álvarez 
Cubanet

Respuesta  Mensaje 3 de 7 en el tema 
De: cubanet20 Enviado: 19/05/2015 14:52
Un Apóstol eterno y una República breve
Pocos cubanos se cuestionan hoy la distorsión entre la frase
“con todos y para el bien de todos”, y la realidad que se ha vivido a lo largo de la historia de Cuba
 
JoseMartiCentralParkNYC.JPG (2048×1536)
Estatua al Apótol de Cuba en Central Park de Nueva York.
Miriam Celaya  | La Habana
Quizás por rechazo a la adoración de héroes útiles a los que se ha despojado de su esencia humana, así como por la exagerada manipulación de las efemérides por parte de tirios y troyanos, rara vez las fechas patrias me motivan. Sin embargo, entre los sucesos de la Historia de Cuba  hay dos fechas del mes de mayo que me conmueven de manera particular.
 
Este día 19 se conmemoran 120 años de la muerte en combate de José Martí, y apenas un día después asistiremos al 113 aniversario del nacimiento de la República por la cual él ofrendó la vida. Por esos caprichos de la Historia, la muerte de Martí, tras solo 42 años de intensa vida, selló su aura de eternidad para los cubanos.
 
La tan añorada República, sin embargo, vivió a duras penas por solo medio siglo, sustituida violentamente por dos dictaduras consecutivas: la de Fulgencio Batista en 1952 y la de la dinastía Castro desde 1959. Entre ambas suman ya 63 años y aún no se divisa el final del medioevo político que reina en la Isla. La realización del sueño martiano fue, pues, imperfecta y efímera.
 
¿La república “que quiso Martí”?
 
Sin dudas, el Martí persona debió ser mucho más interesante y amable que el encartonado Martí héroe en el cual fue convertido para el altar patriotero. De hecho, el apostolado martiano impuesto por los poderes arrastra el enorme peso de un mito insuperable –y como tal, supra humano–, con una carga mimética tal que termina siendo el símbolo libertario aceptable (y aceptado) por todos los discursos emancipadores de Cuba de todos los tiempos, pero distante y ajeno de la existencia diaria del cubano común.
 
“Con todos y para el bien de todos” es, desde el nacimiento de la República –y también tras su deceso– la primera oración de la doctrina nacional cubana. Así lo aprenden los niños por repetición, nunca por convicción, desde la enseñanza primaria, a través de los libros de la historia oficial. Los de antes de 1959 y los de ahora.
 
Desde luego, no podemos negar las razones de parir una leyenda para la nación. La República, se entiende, precisaba de sus propios mitos para reforzar la cubanía y la independencia del pasado colonial. Es sabido que no existen Patrias sin héroes fundadores y sin profetas. Así, más allá de las reales e imaginarias virtudes y valores de José Martí, de no haber existido el héroe la nueva república –que se incorporaba rezagada al concierto americano de naciones libres– hubiese tenido que inventárselo.
 
Y tal fue el empeño en fabricar un ídolo lo suficientemente creíble que éste acabaría siendo la justificación intelectual del despeñadero por el que rodaron los despojos de la República: el asalto al cuartel Moncada protagonizado desde la distancia por un falso discípulo espiritual de José Martí, sin obra y sin gracia, pero con la habilidad suficiente para hacerse con el poder absoluto sobre Cuba y los cubanos, parasitando oportunista sobre el pedestal de la fe martiana que se había cultivado con exquisito celo desde 1902.
 
Pocos cubanos se cuestionan hoy la distorsión entre la frase acerca de la república que soñaba el Apóstol y la realidad que se ha vivido a lo largo de la historia de Cuba. Es decir, ¿cómo armonizar por completo la pregonada pureza del ideal (liberal) martiano con aquella República de “generales y doctores”, con la violencia de las revoluciones, los golpes de estado, las profundas diferencias sociales, la pobreza extrema de amplios sectores campesinos, la corrupción, el fraude electoral, la incultura cívica, que alimentaron –para mal de todos– el descontento popular?
 
Pero fue la revolución cubana la que se encargaría de contaminar más perversamente el mito martiano, demostrando de paso que las doctrinas del Apóstol que el sátrapa de turno “traía en su corazón” no habían calado con suficiente fuerza en el espíritu de la nación. De haberlo hecho, ¿cómo explicar tanta irresponsabilidad al aceptar como buena la muerte de la República civil, suplantada por un poder militar omnímodo? ¿Cómo relacionar, después de 1959, el ideario martiano de independencia y su expreso rechazo al socialismo –al que el Apóstol tildó justamente de “esclavitud moderna”– con el entreguismo vergonzoso de Cuba al comunismo soviético y con el establecimiento de una dictadura que ha hecho revivir de mil maneras los peores males de la Colonia, sin permitir siquiera los pequeños espacios de libertad reconocidos por España tras el Pacto de Zanjón, como fueron la libertad de imprenta, de reunión y de asociación, entre otros?
 
Definitivamente, como cubana, no creo que ningún hombre –mucho menos un héroe– debería tener el derecho de soñar el futuro de toda una nación, por muchos méritos patrióticos que acumule o porque la muerte lo haya alcanzado persiguiendo su consecución. En descargo de ese cubano brillante que fue José Martí, hay que reconocer que no nos impuso ningún sueño suyo; sino que apenas nos propuso un destino mejor para todos, que después los mercaderes de la política se encargaron de enlodar.
 
Pero hay algo muy valioso y humano tras los pomposos títulos de Héroe de Dos Ríos, “el más universal” de los cubanos, el inmaculado “Apóstol” o el “autor intelectual” de la más larga pesadilla nacional; y es su capacidad de soñar con una República posible y su valor para luchar por la realización de ese sueño. Quizás sea esa cualidad suya el mejor legado para los cubanos en estos tiempos de desesperanza y apatía, que nos animaría a soñar otra vez la República permanente que queremos y también a encontrar la voluntad y cohesión suficiente para hacerla.
 
Cubanet

Respuesta  Mensaje 4 de 7 en el tema 
De: cubanet20 Enviado: 19/05/2015 15:12
 
22eg-marti.jpg (600×352)
 
http://www.zonagratuita.com/imagenes/barras_animadas/barra-065.gif
Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.
 
Eran de lirios los ramos;
y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos
en una caja de seda...
 
Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor;
él volvió, volvió casado;
ella se murió de amor.
 
Iban cargándola en andas
obispos y embajadores;
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores...
 
Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador;
 
él volvió con su mujer,
ella se murió de amor.
 
Como de bronce candente,
al beso de despedida,
era su frente -¡la frente
que más he amado en mi vida!...
 
Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor;
dicen que murió de frío,
yo sé que murió de amor.
 
Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.
 
Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador;
nunca más he vuelto a ver
 
a la que murió de amor.
                             JOSÉ MARTI
 
http://www.zonagratuita.com/imagenes/barras_animadas/barra-065.gif

jose-marti1.jpg (400×589)


Respuesta  Mensaje 5 de 7 en el tema 
De: administrador2 Enviado: 19/05/2015 16:17
Manipulación de una carta inconclusa
Martí, por respeto, debiera ser presentado
completo y en toda su complejidad. Nunca mutilado ni manipulado

Jose-Marti-imagen-Universidad-Miami_CYMIMA20150128_0004_16.jpg (623×351)
José Martí en una imagen de 1891. (Universidad de Miami)
 
 
                  Fernando Dámaso, La Habana
Gif de CubaLos días previos a este 120 aniversario de la caída en Dos Ríos de José Martí, la prensa oficialista y algunos voceros gubernamentales centraron su atención en la carta inconclusa que escribió a su amigo Manuel Mercado. La misiva está considerada, por el simple hecho de ser su último escrito antes de morir, su testamento político. En el texto, el Apóstol hace su valoración más crítica del Gobierno de Estados Unidos, país donde vivió los catorce años más fructíferos e importantes de su vida intelectual y revolucionaria.

El hecho de centrar toda la atención en este único documento y obviar las miles de páginas escritas por Martí da mucho que pensar. Nadie como él fue capaz de mostrar, en sus artículos conocidos como Escenas norteamericanas, las características y la pujanza de esa nación y de sus ciudadanos señalando lo positivo y lo negativo, según su opinión. Sobre ellas, extrañamente, se ha extendido el manto oficialista del olvido.

Tampoco se escribe nada sobre su crítica valoración y rechazo de las ideas socialistas. Ni siquiera sobre su opinión acerca de quiénes, en su afán de poder, niegan la libertad y propagan el odio entre los seres humanos en lugar del amor. Al respecto, planteó "dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y la rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados".

Los temas humanos, sociales y políticos sobre los que Martí escribió fueron muchos y dejó para siempre ideas de gran valor, necesarias en cualquier época. Entre ellas, aquella que asegura que "la Patria es ara y no pedestal" o "la tiranía es una en sus varias formas, aunque se vista en algunas de ellas de nombres hermosos y de hechos grandes".

A su genio se deben también conclusiones como "todas las grandes ideas de reforma se condensan en apóstoles y se petrifican en crímenes, según en su llameante curso prendan en almas de amor o en almas destructivas", o aquella que reza "los odiadores debieran ser declarados traidores a la república. El odio no construye". Según el cubano más universal, "son terribles en manos de los políticos de oficio las masas ignorantes, que no saben ver tras la máscara de justicia del que explota sus resentimientos y pasiones". La enumeración puede ser interminable, pero con esta muestra es suficiente.
Referirse sólo a la carta inconclusa, que ha sido utilizada también como demostración de su antiimperialismo, y pretender presentarla como la que contiene los pensamientos más importantes y trascendentales del Apóstol, constituye una simplificación y una grosera manipulación más de su amplio ideario en función del oportunismo político, lo cual no es nada nuevo.

Para nadie es un secreto que el ideario martiano estuvo prácticamente olvidado hasta los años 20 del siglo pasado, cuando fue retomado para oponerlo a "los gobiernos de los generales y doctores" por quienes lo necesitaban para hacer proselitismo a favor de las ideas importadas de la revolución rusa, dándoles una fundamentación nacional. A partir de ese momento, comenzó su "carrera antiimperialista", cuya mayor intensidad se ha producido en los últimos 50 años.

Martí, por respeto, debiera ser presentado completo y en toda su complejidad. Nunca mutilado ni manipulado.

Respuesta  Mensaje 6 de 7 en el tema 
De: SOY LIBRE Enviado: 20/05/2015 04:55
José Martí, el mejor hombre de nuestra raza

La-muerte-del-apostol-cubano-Jose-Marti-Perez.jpg (600×400)
 
Un Martí socialista, ateo y marxista hubiera sido el hombre ideal
para los comunistas cubanos, pero para nuestro regocijo y gloria no lo fue
                 Por Alberto Roteta Dorado | El Oro, Ecuador
-Un día como hoy 19 de mayo, aunque de 1895, los cubanos se estremecieron ante la noticia de la muerte de su guía. Algunos se resistieron a aceptar la certeza de una muerte que no podía ser real, pues en seres como él, un hecho así resulta inadmisible. Hoy, cuando ha pasado más de un siglo, aún no es creíble. El misterio que le envuelve va desde lo poético a lo místico, de la presunta realidad a la leyenda, de la historia demostrada e interpretada a la resurrección merecida y consumada. Para orgullo de los cubanos José Martí y hoy hemos de recordarle de manera especial.
 
La célebre frase de la poetisa y ensayista chilena Gabriela Mistral (1889-1957): , con la que define al más colosal de los cubanos, merece ser rescatada en nuestros días y ser objeto del análisis que merece. La autora de “Ternura, Rondas y Canciones de la tierra”, fue capaz de percibir a José Martí como pocos han podido hacerlo. Apasionada por la obra literaria del que consideró su maestro y guía, hizo valoraciones de profundidad inigualables, aunque en nuestros días, lamentablemente, se le olvida. Téngase presente que la Nobel de literatura de 1945, desarrolló su obra antes de 1959 y se refirió al Apóstol cubano durante sus visitas a Cuba en 1938 y 1953.
 
Como todos sabéis existe una tendencia a dejar a un lado todo lo que se hizo en pos de la figura y de la obra de José Martí antes del llamado . El centenario del natalicio del Apóstol americano en 1953, fue un verdadero acontecimiento, sin embargo, se omite todo lo relacionado con dicho hecho. La propia poetisa chilena estuvo en Cuba, especialmente para las celebraciones del onomástico. Esta actitud asumida desde 1959, hizo que la idea del y del expresada por la Mistral, las sabias valoraciones del investigador cubano Medardo Vitier acerca de la espiritualidad martiana y su filosofía y los estudios crítico-biográficos de Jorge Mañach, desde posturas no marxistas, quedaran en el olvido, al no ser citados, comentados y analizados por los , como también sucedió con el texto: “José Martí el santo de América” de Luis Rodríguez-Embil, quien lo llamó místico práctico y realista activo: , por solo citar a algunos de los olvidados.
 
Entre los cambios que tuvieron lugar en Cuba como consecuencia de los sucesos de 1959, la declaración del carácter socialista de la revolución, fue tal vez, el que determinó la represión de la intelectualidad y la falta de libertad de expresión. Esto repercutió de manera especial en el terreno de la creación artística y literaria. Desde entonces la idea del , que presupone concepciones de hombre noble, puro, santo e iluminado y que recuerdan las virtudes del Cristo redentor, negado por el sistema comunista cubano, fue sustituida por el dogma del , que presupone pues, un hombre fuerte, enérgico, combativo y guerrero, más acorde con el nuevo mensaje considerado revolucionario y con los ideales tomados como paradigmas en el naciente sistema totalitario.
 
Quisieron sepultar el calificativo de Apóstol, el que mejor lo define, si se considera el verdadero significado de un apostolado. En su lugar aparecía la concepción de héroe nacional. Intentaron negar su peculiar sentido de la religiosidad y su profundo pensamiento filosófico a través de comparaciones y aproximaciones de su pensamiento y enseñanzas con las tendencias socialistas y con concepciones de carácter marxista. Numerosos artículos, ensayos y conferencias abordan a un Martí antimperialista, revolucionario y hasta de ciertos sucesos de la historia cubana más reciente. Lamentablemente se dispersaba el talento – porque sin duda, algunos lo tenían- de escritores e investigadores en propuestas absurdas acerca de similitudes entre el pensamiento del genial periodista y ensayista cubano y las ideas de Ho Chi Min, y del Dr. Fidel Castro.
 
Es cierto que Martí se refirió reiteradamente al peligro que representaban los Estados Unidos para los pueblos de . Pero esta idea debe analizarse dentro de los límites de su contexto histórico y no ver más allá de lo que en su tiempo significó. Martí, con ese sentido visionario y ese pensar quasi profético, fue capaz de vislumbrar las contradicciones y analogías, los efectos y causas, los reveses y triunfos de las naciones de lo que él llamó . También hemos de considerarlo un héroe, guía, líder y organizador de la gesta independentista de 1895, pero no podemos negar su condición de hombre sabio, santo, iluminado y visionario. Nuestro Martí -que es solo uno- debe ser reinterpretado desde posiciones abiertas, libres de dogmas e ideas absurdas, sin tratar de imponer lo que algunos hubieran querido que el autor de “Versos Libres” hubiera profesado.
 
Para un sistema que se declaró socialista, que proclamó el ateísmo, que estableció la filosofía marxista como única forma oficial de pensamiento filosófico, resulta paradójico que la figura más representativa de su historia se pronunciara en contra del socialismo, al que consideró un sistema corrupto que llevaría a los hombres a la esclavitud, creyera firmemente en Dios: , declaró en sus “Juicios” y jamás se identificara, aunque si conoció de sus obras, le respetó y le llamó , con la enseñanza de Marx. Un Martí socialista, ateo y marxista hubiera sido el hombre ideal para los comunistas cubanos, pero para regocijo y gloria de los no simpatizantes y aliados del socialismo, los religiosos y los no marxistas, nuestro José Martí seguirá siendo santo de América, Arcángel tutelar de la nación cubana, profeta, visionario e iluminado y .
 
ACERCA DEL AUTOR
Dr. Alberto Roteta Dorado. Cienfuegos, Cuba, 11 de enero de 1965. Graduado de doctor en medicina, especialista en medicina general integral y pediatría por el Instituto Superior de Ciencias Médicas de Villa Clara y de Máster en Ciencias y especialista de segundo grado en endocrinología por la Universidad Médica de Cienfuegos. Ejerció su profesión de médico por más de veinticinco años en Cuba. Profesor auxiliar de pediatría y endocrinología, se dedicó al magisterio por más de veinte años. Actualmente radicado en Quito, Ecuador, continúa ejerciendo su profesión. Ha realizado estudios de filosofía, antropología y teosofía. Presidió en su ciudad natal la Fundación Cultural “Oasis Martiano” desde 1993 hasta su salida de Cuba en 2014. Presidente de honor de dicha institución. Dictó conferencias sobre temas martianos y filosóficos en diferentes instituciones cubanas como: Fundación Cultural “Oasis Martiano”, de Cienfuegos, “Memorial Presidente Salvador Allende”, de La Habana, entre otras. Tiene inéditos dos libros de ensayos sobre el sentido de la religiosidad y el pensamiento filosófico de José Martí.
 
Cubanet

Respuesta  Mensaje 7 de 7 en el tema 
De: cubanodelmundo Enviado: 19/05/2016 11:45
En hombres como Martí no es verdad la muerte
 
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Hoy se cumple un aniversario más de su caída en el combate de Dos Ríos
                                      Alberto Roteta Dorado |19 de mayo2016 | Cubanet
Gif de CubaCuando el investigador cubano Luis Toledo Sande, en su estudio biográfico sobre José Martí, afirmó que en hombres como él no era verdad la muerte, hacía una reafirmación categórica en torno al final de aquel que se inmortalizó no solo por su ejemplar vida y extraordinaria obra; sino a través de este infausto momento de su historia, devenido en símbolo de carácter sacramental.

No hay otra figura de la historia cubana que resulte más estudiado, citado, querido y hasta venerado, que el hombre de Dos Ríos. Su muerte, un día como hoy, puso fin a una ejemplar trayectoria en lo terrenal, a la vez que ofrecía inmensidades inigualables para la especulación filosófica, para la investigación histórica y para la inspiración literaria.

Aún en nuestros convulsos y fugaces días, nos resulta inadmisible la idea de la pérdida carnal del hombre que vislumbró como ninguno la necesidad de una unificación desde sus raíces, de aquellas naciones de “Nuestra América”, de prever con su profética  visión de futuro los peligros de un sistema social en el que el hombre volvería a ser esclavizado –cuando se refirió al socialismo–, o de tener aquella capacidad envidiable para aglutinar las fuerzas en pos de la necesaria gesta del noventa y cinco.

Con inteligencia que alcanzaba la erudición, redactó –siendo adolescente– ejemplares ensayos con un sentido crítico, no limitados a descripciones de hechos y valientes denuncias; sino a ahondar en las causas de los males desencadenantes. Se destacan en este sentido “El presidio político en Cuba” y “La república española ante la revolución cubana”.

Se hizo licenciado en Derecho Civil y Canónico y en Filosofía y Letras en solo cuatro años, durante su primera deportación a España. Estudió con profundidad la obra del filósofo español Jaime Balmes y del alemán Karl Christian Friedrich Krause, los que ejercieron notable influencia en la gestación de su pensamiento filosófico; así como la enseñanza de Hegel, Fichte y Schelling. Conoció de las grandezas y debilidades del Cristianismo, del Islam y del Budismo. Elogió las ejemplares vidas de los redentores de la humanidad, llegando a asimilar la esencialidad de las enseñanzas de Cristo y del Buda; aunque criticó de manera enérgica los mecanismos dogmáticos de las instituciones religiosas y de las asociaciones fraternales.

Con menos de veinte años se presentó como orador en reuniones privadas y logias madrileñas, cautivando a un público que llegaba al éxtasis con su elocuencia y sabiduría.

Dotado con el don de la palabra desarrolló la oratoria con aristocrático estilo, y a la vez con certera precisión y belleza poética. Sus sendos discursos dedicados al 10 de Octubre en la ciudad de Nueva York, así como los trascendentales y conocidos “Con todos y para el bien de todos” y “Pinos nuevos”, pronunciados en Tampa y Cayo Hueso, amén de aquellos que le abrieron las puertas en Guatemala y Caracas, constituyen verdaderos paradigmas.

Aun cuando no podemos hacer referencia a etapas de su creación literaria y su ensayística, pues siempre fue joven, lo que imposibilita hablar de obras de juventud, madurez o última etapa de su vida, sus trabajos literarios lo ubican en la cima de las letras hispanoamericanas. Su “Ismaelillo” y “Versos Libres” serían precursores de la poesía modernista junto a la poesía de Rubén Darío. Sus ensayos dedicados a figuras de la política, la ciencia, la filosofía y la literatura, constituyen modelos de perfección estilística dentro del difícil género. Se destacan sobremanera los que dedicó a Emerson, Darwin y Whitman.

Pero aquel hombre –dejando atrás ensayos, discursos, traducciones y versos– asume el sentido de la acción ante el cumplimiento del sagrado deber. Su labor aglutinadora en pos de la contienda independentista del noventa y cinco fue colosal. A su trabajo se debe igualmente la fundación del Partido Revolucionario Cubano y la formulación de sus estatutos, documentos imprescindibles que demuestran su profundidad política, lo que nos hace recordar al eminente político, jurista y filósofo francés Montesquieu, notable figura del Iluminismo francés.

José Martí fue un teórico extraordinario, aunque con un sentido eminentemente práctico, desde la perspectiva de la aplicación concreta de lo ideado; pero no un hombre práctico en sí, lo que lo limitaba para la necesaria acción del campo de batalla, algo que percibían sus compatriotas de lucha y al parecer le advirtieron. No obstante, aquel 19 de mayo de 1895 en un acto de inmolación, más que cuestionado y del que se ha especulado demasiado, pondría fin a su existencia terrenal, a la vez que se inmortalizaba, cual verdadera resurrección espiritual.

Lamentablemente, aquel país por el que entregó su vida, ha estado dominado por una serie secuencial de gobiernos muy apartados del modelo que idealizó el autor de “Versos Libres”. La toma del poder por el dictador Fidel Castro llevó gradualmente a Cuba a un deterioro total en el orden económico y social.

Las virtudes presentadas en el ideario martiano fueron tergiversadas por monstruosos conceptos de un hombre nuevo en el que la ira, la venganza y el odio reemplazarían al amor al prójimo, la lealtad, la libertad, el decoro, la decencia, y otras tantas cualidades que se perdieron con la imposición de una dictadura comunista.

Una ceremonia militar por cumplido, una pomposa ofrenda floral, algún ridículo concurso convocado o cualquier acto en el que se reiteren algunas de sus frases sacadas de contexto y forzadas por capricho, se desvanecen en pocas horas. La perdurabilidad de su enseñanza solo será una realidad cuando se llegue con profundidad  a su obra y se intente desentrañar el misterio de la esencia de su mensaje. Solo se llegará a comprender que en hombres como él no es verdad la muerte.
 
 
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Dos patrias
Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
¿O son una las dos? No bien retira
Su majestad el sol, con largos velos
Y un clavel en la mano, silenciosa
Cuba cual viuda triste me aparece.
¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento
Que en la mano le tiembla! Está vacío
Mi pecho, destrozado está y vacío
En donde estaba el corazón. Ya es hora
De empezar a morir. La noche es buena
Para decir adiós. La luz estorba
Y la palabra humana. El universo
Habla mejor que el hombre.
Cual bandera
Que invita a batallar, la llama roja
De la vela flamea. Las ventanas
Abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo
Las hojas del clavel, como una nube
Que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa.
 
josc3s.jpg (375×500)
José Martí, Cuba
1853-1895

Vía Cubanet



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