Las razas sí importan en EEUU
La mayoría de los cubanos de la Florida se han asociado a los republicanos, porque
les han vendido la idea de que son los que se interesan por liberar a Cuba del gobierno de los Castro.
Una mujer camina frente a un mural que representa a una madre hispana enMacArthur Park Primary Center School en Los Angeles. Damian Dovarganes AP
Olga Connor | El Nuevo HeraldEn esta nación la raza sí importa. No solo “Black Life Matters”, también importa la cantidad de grupos étnicos que se han incorporado por una razón u otra a este gran territorio.
¿De dónde viene la raza que colonizó este país originalmente? De Inglaterra, era caucásica. No venían a conquistar, sino a asentarse en otro territorio que veían como vacío y a trabajar. No vinieron a esclavizar. Eran pacíficos, querían practicar su religión libremente, que era una forma de protestantismo puritano. Y no querían ni duques ni ducados, pero a la larga siguieron siendo súbditos de la corona inglesa. Eran white, blancos, anglo saxon, anglosajones y protestant, protestantes, WASP. Y como fueron los originales, que hicieron la primera Constitución, rigieron por mucho tiempo. Luego hubo 13 colonias, con diversas denominaciones cristianas, como la de los cuáqueros en Pennsylvania.
Esto fue lo contrario de lo que hicieron los españoles y los portugueses en las nuevas tierras descubiertas por Cristóbal Colón, que luego llamaron América, y que vinieron a conquistar y supuestamente a convertir a los indios al catolicismo, en el fondo, a dominarlos. Los británicos, por otra parte, han mostrado, tanto en la India como en América, que son grandes discriminadores. Empujaron a los pobladores originales de este país a los confines más inhóspitos. En vez de incorporarlos a su sociedad.
Cuando importaron esclavos negros como si fueran reses de matadero, tenían que pensar que no valían mucho, porque si no fuera así no podrían haberlos maltratado tanto. Es en Filadelfia donde me di cuenta de lo que es pertenecer a una raza considerada inferior. La discriminación más rampante contra los judíos, los puertorriqueños, los italianos, los irlandeses católicos, los asiáticos y los negros, eso es lo que viví al ser hispanohablante en los años 1960 en el nordeste de este país.
A los hispanos les tocó perder sus territorios a mediados del siglo XIX durante el gobierno de James Knox Polk, quien, al ganar la guerra mexicano-americana en 1846, dominó la mayor parte del suroeste del país, que era de los mexicanos, incluyendo a los californios. En ese mismo siglo llegaron irlandeses, italianos, holandeses, judíos, asiáticos y gente de la región del Oriente Medio, lo que fue un fenómeno social gigantesco, que se resolvió originalmente con la idea del “melting pot”, el crisol, en parte, a través de la adopción de un idioma nacional que permitiera la comunicación, el inglés.
En la Guerra Civil de Estados Unidos el Partido Republicano de Lincoln fue el que liberó a los esclavos, y el sur se asoció al Partido Demócrata. Pero es hoy que las diferentes razas y grupos étnicos se agrupan en ese mismo Partido Demócrata. Especialmente, porque fueron presidentes demócratas, a instancias de Martin Luther King, Jr., que impulsaron las leyes por los derechos civiles, John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson. Mientras, los mexicanos han ido llegando de nuevo a una reconquista, en muchos casos, sin permisos de entrada, pero con la aquiescencia de quienes les proporcionaron empleo, haciéndolos necesarios para la vida nacional.
Esa es la gran fuerza latina en este país. Es una presencia que representará la minoría mayor en Estados Unidos muy pronto. Y hoy ya son una fuerza política importante. En la contienda electoral actual, es el Partido Demócrata quien representa a todas estas diversas etnias.
La mayoría de los cubanos de la Florida se han asociado a los republicanos, porque les han vendido la idea de que son los que se interesan por liberar a Cuba del gobierno de los Castro. Sin embargo, la imagen que representa Donald Trump en sus discursos es la de tener un rechazo a las diversas etnias y razas de Estados Unidos. Cree que hablar a favor del empleo es suficiente para la dignidad del individuo.
Hillary Clinton tampoco es muy ducha en sus pronunciamientos. Porque lo que dijo en su discurso de la Convención Nacional Demócrata parecen ser las palabras de una misionera, y no las de una presidenta que formula soluciones: “Tenemos que curar las divisiones en nuestro país, no solo en relación con las armas, sino sobre la raza, la inmigración y mucho más. Hay que comenzar prestándonos atención, oyéndonos los unos a los otros, tratando lo mejor que podamos de caminar en los zapatos de los otros. Así que caminemos en los zapatos de los jóvenes negros y los hombres y mujeres latinos que enfrentan los efectos del racismo sistemático y les hacen sentir que sus vidas son dispensables”. Invitó además a tener compasión con los agentes del orden.
Mientras que Donald Trump en la Convención Nacional Republicana al hablar sobre las razas trató de ser más fuerte: “Trabajaré con los mejores fiscales y oficiales policíacos en el país para conseguir que se resuelvan los problemas. En esta carrera por la Casa Blanca yo soy el candidato de la Ley y el Orden”. Y más tarde dijo que las causas más importantes de la agitación son ignoradas por los medios de comunicación: “Cuatro de cada 10 niños afroamericanos viven en la pobreza, mientras que 58 por ciento de jóvenes afroamericanos están desempleados. Dos millones más de latinos están en la pobreza hoy que cuando el Presidente comenzó hace poco menos de ocho años. Y 14 millones de personas han dejado la fuerza laboral enteramente”. En realidad, es alrededor del 32 por ciento y no el 58, aunque aun es muy alta la cifra. Pero Trump tampoco da una regla exacta de cómo encontrarán trabajo.
Las diversas razas en América, no una, sino todas las razas y grupos étnicos, sí importan. Somos todos seres humanos con igualdad de derechos y deberes. El nuevo orden en Estados Unidos debe incluir mucho más que hablar inglés, y mucho más que la compasión, debe imponer la justicia social.
Olga Connor para El Nuevo Herald