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General: Vigilio Piñera, intelectual gay, el más grande de mis héroes
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: cubanodelmundo  (Mensaje original) Enviado: 19/08/2016 18:19
Virgilio Piñera, homosexual, ateo, crítico de las ideologías
Nacionales de mediados del siglo XX — la liberal, la católica y la marxista.
Poco le faltó para vivir en la indigencia, pero siguió siendo fiel a su destino
 
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Virgilio Piñera, el más grande de mis héroes
           Jorge Ángel Pérez  | La Habana  | Cubanet
Virgilio Piñera, gay, ateo, crítico de las ideologías nacionales de mediados del siglo XX — la liberal, la católica y la marxista…—, Piñera fue la personificación de la inconformidad intelectual en Cuba. Esa ubicación áspera en una comunidad literaria sometida a fuertes moralizaciones y autorizaciones religiosas e ideológicas, hizo que la crítica de Piñera al orden cultural de Cuba, previo a la Revolución, lo sumara diáfanamente a ésta a partir de 1959. Cuando a mediados de los 60, el gobierno de Fidel Castro hizo evidente su adscripción a un marxismo-leninismo ortodoxo, practicante de la homofobia y el dogmatismo, Virgilio Piñera comenzó a sentir los rigores de la exclusión.
  
Él no se levantó en la Demajagua el 10 de octubre ni gritó en Yara: ¡Viva Cuba libre! Virgilio no escoltó a Canducha Figueredo cuando Bayamo la contempló vestida con los colores de la bandera insurrecta, tampoco fue ofensiva o retaguardia en el enfrentamiento de Las Guásimas y mucho menos estuvo enrolado en la Protesta de Mangos de Baraguá. Nunca sería reclutado por Céspedes, ni por Gómez o Maceo, pero sigue siendo el más grande de mis héroes.
  
Otras serían sus batallas… las primeras debieron ocurrir en Cárdenas, en su casa de la calle Mijala, donde transcurrió su primera infancia. Esas incipientes beligerancias pudieron acontecer en el sótano de aquella morada hecha de tabloncillos. En ese sitio, alejado de la mirada de los otros, pudo jugar Virgilio a “las casitas”. Era allí donde escondía a Fabiola, su muñeca, a la que quizá amamantó alejado de la mirada de sus progenitores y con la complicidad de su hermana Luisa.
 
En ese espacio aislado el muchachito amanerado preparó sus representaciones teatrales. Desde niño tuvo conciencia de que algunas cosas debían mantenerse en secreto. Debió ser por esos días cuando se enteró de que los márgenes le estaban destinados, y desde ellos enfrentó la vida. Escondido debajo de una cama, lejos de bates y pelotas, leyó el Sitio de la Rochelle. Fue allí donde conoció a Los tres mosqueteros. En aislamiento conocería a los hugonotes y la crueldad de las guerras. Debajo de una cama, escondido, tuvo noticias de la muerte del barón de Chantal, el padre de Madame de Sevigne, aquella escritora que tiempo después leería con cierto entusiasmo. Esos que habitaban las páginas de algunos libros fueron sus primeros héroes.
 
Y no dudo que también hiciera reverencias a algún famoso guerrero. Quizá se interesó en Alejandro Magno, y quien puede dudar que imaginara al héroe enredado con Bagoas. Es posible que escudriñara  en los acontecimientos de algunas batallas famosas, que hurgara en las estrategias de sus guerreros, que disfrutara pronunciando el nombre de algunos escenarios bélicos: Termópilas, Lepanto, Bicoca, pero sus verdaderos héroes no serían armados guerreros. Entre sus titanes estarían el raro de Raymond Roussel, y Boecio, Chateaubriand, Gogol, Rimbaud, Baudelaire, Proust, Melville, Dickens, Quevedo, Kafka…, esos que eran capaces de crear mundos insospechados serían sus héroes más reverenciados.
 
La literatura fue su gran campo de batalla, y a ella le dedicó todo el tiempo y todas sus fuerzas, a pesar de las adversidades que ganara en su ejercicio. La escritura le trajo admiradores y un montón de detractores, pero no dejó de escribir, y hasta tuvo la valentía de enfrentar a los que estaban mejor establecidos. Con ellos tendría sonados enfrentamientos, lo mismo públicos que epistolares. Todavía se recuerda aquella explicación que le provocó la obra de la Avellaneda y el malestar que despertó en José María Chacón y Calvo.
 
Poco le faltó para vivir en la indigencia, pero siguió siendo fiel a su destino, e hizo revistas y publicó libros después de empeñar su trajecito, pero se negaba a hacer un periodismo que lo alejara de lo que realmente se había proyectado. Mañach y Baquero fueron centro de sus críticas. Virgilio prefería pedir algún dinerito a sus amigos mejor establecidos que hacer alguna concesión.
 
A escasos meses del triunfo del 59, exactamente en el mes de marzo, escribiría Piñera a Fidel Castro; en aquella misiva que publicara Prensa Libre, le hacía saber, a quien por esos días era Primer Ministro, de la mesa redonda que se celebraría en CMQ y en la que se trataría la posición del escritor en la nueva Cuba, perspectiva que para él era muy diferente a la de los profesores y los periodistas. El escritor reclamaba el reconocimiento que, suponía, debía disfrutar el gremio. No tengo noticias de que recibiera alguna respuesta. Nadie iba a hacer caso a ese homosexual despampanante, a ese provocador.
 
Puedo suponer sus molestias después del ataque que le propinó Raúl Roa en la televisión nacional tras la aparición de un texto que Virgilio publicara en Lunes de Revolución, en un número en el que se hacía homenaje a Rubén Martínez Villena, aquel en que llamara cursi al poeta revolucionario. Después de tal “atrevimiento”, un iracundo canciller lo llamaría escritor del “género epiceno”; de esa manera aludía a la homosexualidad del gran escritor.
 
Así le fueron las cosas a mi héroe en la última Cuba que le tocó vivir. Debió ser grande el espanto que sintió cuando un hombre tan poderoso lo atacara de esa forma, y en la televisión. Luego vendrían aquellas largas jornadas que sucedieron a la censura de PM, aquellas discusiones en la Biblioteca Nacional en las que Virgilio fue el primero en pronunciarse. Fue allí que contó de su preocupación ante la posibilidad de que el gobierno dirigiera la cultura, lo que se especulaba en los círculos literarios… Fue allí donde habló del miedo.
 
Sus palabras fueron las más conmovedoras de todas las que se pronunciaron en esas jornadas. Conmovedor fue descubrir el pánico que asistió al escritor en su diálogo con Fidel Castro. Virgilio, hombre inteligente y locuaz, se tornó escurridizo, inexacto. Farragoso sería su discurso, y más caótico cada vez que era emplazado por Fidel. No caben dudas de que tenía miedo, mucho miedo. ¿Y cómo no tenerlo si el hombre más poderoso de la isla lo confrontaba? Sin dudas el amaneramiento del escritor debió molestar mucho a Fidel. Y cada vez le iría peor. Piñera debió agitarse ante la certeza de que sobrevendría un mal mayor e inminentes dolores.

Y así fue. Bien conocida es la violenta reacción que provocó en Ernesto Guevara el descubrimiento, en un salón de la embajada cubana en Argelia, de un tomito que reunía algunas piezas teatrales de Virgilio Piñera. “¿Quién coño lee aquí a ese maricón?” Así chilló el colérico guerrillero, y lanzó por los aires los dramas de Virgilio. Para Piñera no había espacio en Cuba, ni siquiera en la república letrada, así lo dejaba bien claro el extranjero. ¿No era esto más que suficiente para que el miedo no lo abandonara?
 
Incontables fueron los desprecios que sufrió. La revolución decidió reprimirlo y lo encerró en el Castillo del Príncipe tras aquella batida a los pederastas, proxenetas y prostitutas, que conocimos como “La noche de las tres p”. Allí estuvo encerrado todo un día, y no tengo noticias de que aquella joven revolución, o esta ya tan vieja, se avergonzaran por tanta injuria. Nadie se disculparía con él, cada día sería mayor el ostracismo. No le dejaron, como diría el mismo, ni un huequito para respirar.
 
Aunque no le prestaran la más mínima atención, Virgilio siguió dando guerra. Escribió, aunque no lo publicaran, aunque no representaran sus obras teatrales. Y no hizo nada para esconder su homosexualidad. Se cuenta enfáticamente que no dejó de chillar: “¡Mesopotamia, Mesopotamia!”, cuando veía acercarse a un hombre bello, y no abandonó su lioso espíritu, y escribió, siguió escribiendo aunque tuviera la certeza de que no sería publicado.
 
El escritor murió en medio del más oscuro ostracismo, quizá porque no combatió en el Moncada, ni se alistó en un ejército que diera batalla en Alegría de Pío o en el Jigüe. Piñera no estuvo bajo el mando de Guevara en la Batalla de Santa Clara ni en el descarrilamiento del tren blindado. Su muerte sería dada a conocer con una nota bien escueta que publicó Juventud Rebelde cuando ya estaba enterrado.
 
Sus censores no contaron con el interés que despertaría su obra en las generaciones más jóvenes. Sus libros siguieron leyéndose en secreto y con creciente interés. Su nombre corre hoy de boca en boca en los corrillos literarios. Aquel miedo que le provocaron las primeras medidas revolucionarias en el ámbito de la cultura y la conversación en la biblioteca con Fidel Castro son saludados hoy con entusiasmo creciente.
 
Este 4 de agosto se cumplieron 104 años de su nacimiento, pero ningún medio oficial lo mencionó. Es posible que estuvieran muy ocupados en otros onomásticos. Yo le hice algunos guiños. Este cuatro de agostó volví a hurgar en sus libros. Leí de un tirón Un jesuita de la literatura, y también visité algunas páginas de mi novelaFumando espero, de la que él es protagonista. Y volví a tener la certeza de que no me equivoqué cuando decidí dejar claro en la portadilla de ese tomo, y con letra de imprenta, que Virgilio Piñera es el más grande de mis héroes.
 
Este cuatro de agosto, como cada día, me senté a escribir escoltado por un retrato suyo que me acompaña desde hace muchos años, ese que antes coloqué detrás de mi cama, en ese sitio en el que los católicos acostumbran a poner el Sagrado corazón de Jesús, y que ahora, mientras escribo, está a mis espaldas, y hasta tengo la esperanza de que escudriñe, desde su altura, en las páginas que escribo, que haga muecas irónicas, que deje escapar alguna sonrisita.
 
Jamás conversé con él. Nunca lo tuve cerca, pero me acompañan sus libros, el retrato que escolta mis largas horas de escritura. De él prefiero sus humoradas, como aquella que ocurrió también en esos días de la Biblioteca Nacional. A pesar de su miedo, su maledicencia no se aplacaría; se cuenta que Bola de Nieve hizo un largo y laudatorio discurso sobre la revolución, tanto que Virgilio no pudo contenerse, y se le escapó una pregunta que fue escuchada por los más cercanos: “¿Y este se cree la viuda de Robespìerre?” Así de impenitente era.      
 
Jorge Ángel Pérez 
           Fuente Cubanet


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: cubanodelmundo Enviado: 19/08/2016 18:30

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Virgilio Piñera
La Homofobia Castrista y la Homosexualidad en Cuba 
         Por Ana Belén Martín Sevillano
Cuenta Guillermo Cabrera Infante en esa colección de exorcismos que es Mea Cuba cómo la muerte y funeral de Virgilio Piñera se convirtieron en una "pieza del absurdo" que esta vez no le había tocado escribir sino protagonizar.

El cadáver del escritor aparecía y desaparecía en un frenético intento por parte de las instituciones gubernamentales de que no se le llorara como merecía, es decir, rodeado de flores y plumas.

Se le lloró, no sólo porque lo mereciera, sino porque había muerto "el único y auténtico escritor popular que quedaba en Cuba", a pesar de que casi nadie pudiera asistir a su entierro y de que no apareciera ninguna nota necrológica en los periódicos latinoamericanos.

El acoso y la persecución que conformaron la vida de Piñera durante el periodo férreo y estalinista de la década del setenta encierran una problemática sobre la cual me gustaría reflexionar aquí.

Los primeros pasos de la Revolución Cubana como régimen político instituido, a partir de enero de 1959, van acompañados del periódico Revolución, dirigido por Carlos Franqui, y del suplemento de cultura Lunes de Revolución que desde septiembre del mismo año estará en manos de Cabrera Infante.

En sus páginas se podían leer con frecuencia textos de relevantes intelectuales del ámbito internacional: Asturias, Carpentier, Antón Arrufat, Borges, Calvert Casey, Carlos Fuentes, Graham Greene, Lezama Lima, Vladimir Nabokov, Picasso, Sartre, Severo Sarduy, entre otros, y, por supuesto, Cabrera y Piñera. La actitud y militancia sexual de Virgilio y los prejuicios que por ese motivo surgían en torno a él y a su literatura "obligaron" a que sus trabajos aparecieran bajo el seudónimo de El Escriba.
No obstante, la participación del escritor en la reforma cultural y educacional que se pretendía llevar a cabo tras el triunfo de Fidel Castro era total y convencida. De hecho, en junio de 1959, aparecen dos artículos suyos en el periódico antes mencionado. El primero, bajo el epígrafe de "La reforma literaria", expone que la labor de cambio en el campo de la creación y organización literaria debía de estar en manos de los jóvenes. Según él, la concesión de becas, la creación de una imprenta nacional o la designación de un director de cultura no significaban de ninguna manera reformar la literatura.

Considera que el camino de la literatura cubana no pasa por encuadrarse en el paradigma de lo nacional, sino por una toma de conciencia personal del escritor que, como tal, ha de entenderse a sí mismo, rechazando los lugares comunes. En el segundo, titulado "...Literatura y Revolución " se pronuncia contra la literatura dirigida o al servicio de la política y, al tiempo, deslinda lo que significa servir a la Revolución de lo que supone el ejercicio de la creación literaria.

En enero de 1960 vuelve sobre el tema en "Pasado y presente de nuestra cultura", insistiendo en la idea de que la nueva situación política y social ofrecía la posibilidad de un cambio total en la posición del artista, bajo el supuesto del cuestionamiento de la actividad creadora con respecto al pasado de la Isla. Incita a los jóvenes a la ira como parte integrante del proceso revolucionario y apoya la crítica de las instituciones culturales consolidadas (en este sentido consiente el ataque a Lezama que venía protagonizando por esa época Heberto Padilla, pues lo interpreta, en ese momento, como parte del proceso de derribo de los iconos clásicos de la literatura cubana).

A partir de 1961 la situación inicia un proceso de cambio que irá conformando un campo artístico sometido a los designios políticos. De esta manera el campo artístico devendrá en un espacio regulado por un principio heterónomo , lo que supone una contradicción, pues desde las Vanguardias se le supone autónomo.

Es en este momento cuando se prohibe la venta de libros considerados contrarrevolucionarios y cuando, en principio a petición de los intelectuales e incluso desde las páginas de Lunes de Revolución, se gesta el Primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas. Sucedió, sin embargo, que por esos días se secuestra un corto cinematográfico realizado por Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez que iba a ser emitido en el programa televisivo de Lunes de Revolución. La protesta del magazine, avalada por los escritores y artistas, no se hizo esperar. En esa coyuntura se celebra en junio (los viernes 16, 23 y 30) una serie de reuniones en la Biblioteca Nacional que enmarcan el Congreso de Escritores y Artistas. Es ahí cuando Fidel Castro pronunció sus "Palabras a los intelectuales" que articuló en los primeros momentos del discurso al emitir que " ...dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie".

Significativa fue la intervención brevísima que Virgilio Piñera llevó a cabo: "Yo quiero decir que tengo mucho miedo. No sé por qué tengo ese miedo pero es eso todo lo que tengo que decir". Años después, Reinaldo Arenas, dentro de su novela El portero, hará que en una asamblea esópica el conejo inicie su discurso de la siguiente manera:

"Yo tengo miedo, mucho miedo, muchísimo miedo. En realidad creo que me muero de miedo. Sí, casi muerto estoy. Pero también estoy seguro de que si no fuera por el miedo no estaría casi muerto, sino completamente muerto. Es decir, me hubiera matado yo mismo, porque el miedo es lo único que nos mantiene vivos ...".

En el posterior acontecer de la historia cubana se suceden las represiones y las censuras; por supuesto Lunes de Revolución desaparece, pero uno de los hechos más dramáticos tendrá lugar en el otoño de ese mismo año. El once de octubre, viernes de nuevo, se desarrolla una redada del Ministerio del Interior con el objeto de apresar a pederastas, prostitutas y proxenetas, será la Noche de las Tres Pes. A pesar de que la acción se dirigía en el centro de la Habana Vieja, Virgilio fue hecho prisionero a la mañana siguiente en su casa de Guanabo, a treinta kilómetros, y conducido a prisión. A su salida, encuentra la casa precintada.

Estos serían los rasgos que nos conducen, desde la experiencia de Virgilio Piñera, a la estructuración del campo artístico y literario en la Cuba revolucionaria. Cuando en principio debiera ser éste un campo autónomo (siempre relativamente) se configura como un campo donde inciden otros, especialmente el ideológico, acatando el principio de ideología única. El discurso ideológico revolucionario, amparado en los principios de independencia, nación y unidad, despliega la cara más terrible de su estructura en los años setenta pues entiende que cualquier posición "juzgada" como ajena a esos principios se integra en el terreno del enemigo.

La reflexión sociológica de la Isla giró en torno a la identidad del cubano y del "hombre nuevo" como paradigma del sujeto revolucionario. Fueron muchos los ingredientes de este particular humanismo caribeño. Dado el carácter antiburgués del sistema, los valores propiciados fueron los que supuestamente pertenecían al pueblo, aunque en muchos sentidos parece haber habido una confusión entre lo propio del pueblo y lo vulgar. La cortesía y la educación ciudadana se han considerado en ocasiones parte del acerbo de la burguesía vencida, amaneramientos propios del régimen enemigo. Testimonio irónico de este aspecto fue la magistral película de Tomás Gutiérrez Alea Memorias del subdesarrollo (1968), cuyo protagonista, precisamente un burgués vencido, da cuenta de este fenómeno. No es casualtampoco que este film recoja imágenes de archivo pertenecientes a la invasión de Bahía de Cochinos o al discurso "Palabras a los intelectuales" ya antes aludido.

Dentro de ese nuevo catálogo de principios que arroja la Revolución se asumía la homosexualidad como un rasgo característico de la decadencia burguesa, opuesto a la "natural y sana" heterosexualidad del pueblo. No obstante, es quizás necesario apuntar que la homofobía es un aspecto significativo de la cultura cubana, que fue reforzado y potenciado por el credo revolucionario y se constituyó como un bastión de la idiosincrasia cubana. Tras esto, sólo al ser abordado con acierto en los años noventa con Fresa y chocolate (1993), primer film cubano de proyección y comercialización internacional, donde se trata el asunto desde una posición legitimada dentro del campo artístico cubano. Así pues, es sobre esta base, sobre este estado de opinión del pueblo legitimado por el poder, que la seguridad política del estado cubano se hizo con un arma que pudiera arrojar sobre cualquier individuo que la mereciera y que contaba con el respaldo de toda una sociedad, ya que se había asentado como valor de uso.

La cuestión que subyace es hasta qué punto importaba al gobierno de la Isla la homosexualidad de muchos de los perseguidos y presos, más allá de ser considerada como una degeneración erradicable de la nueva y pura sociedad revolucionaria. El hecho es que el arma se arrojó, en la mayoría de los casos, cuando existía un motivo político que la precisaba, y solapaba así algo bastante difuso en cuanto a su fijabilidad como es la conciencia política y ética de los individuos. La siempre precisa y certera mirada de Susan Sontag atisbó que la militarización de los regímenes comunistas (opuesta al credo de la izquierda tradicional) hacía del homosexual un sujeto subversivo en la medida que no cumplía, en términos generales, la "masculina" agresividad que el sistema imponía. Subrayaba también la pensadora norteamericana que uno de los puntos débiles de la izquierda era el asunto de las identidades sexuales que precisaba ser abordado sin demora (9). Si Virgilio Piñera fue detenido y apresado, al incluírsele en la nómina de la pederastia, era porque su nombre figuraba en una lista no escrita de temperamentos indóciles que difícilmente se ajustarían a los nuevos parámetros que oficializaba el discurso ideológico.

De hecho el director del I.C.A.I.C. (Instituto Cubano de Cine), Alfredo Guevara, comunista ortodoxo, ha hecho siempre ostentación de su condición homosexual. Fue él quien censuró P.M., el corto de Sabá Cabrera y O. Jiménez, entre otras cosas porque consideraba que Lunes de Revolución era una revista propia de la burguesía decadente con miras vanguardistas y cosmopolitas (dos puntos negros para el comunismo intransigente).
Otro asunto es el de Raúl Castro, hermano del líder máximo y Primer Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, que entre otras cosas no cuenta con el respaldo popular por la sospecha de homosexualidad que sobre él se cierne.

A pesar de estos negros augurios, Virgilio Piñera decidió permanecer en Cuba, él, que antes de la Revolución había vivido casi quince años en Argentina, y continuó publicando sus obras de creación y colaborando en las nuevas revistas literarias surgidas en el seno de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (nacida tras el primer Congreso de Intelectuales): La Gaceta y Unión.

En el año 65, la política homofóbica se agudiza y a su término un gran número de artistas y escritores son enviados bajo el delito de homosexualidad a los campos de la UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción, creados en el año 1964 y situados en torno a la provincia de Camagüey, donde se sometía a los presos a trabajo forzado y a adoctrinamiento político). Cuando en 1967 el escritor español Juan Goytisolo visita Cuba, Piñera le informa de que existen más de 60.000 homosexuales presos y le transmite su pavor.

El documento que sirvió para la condena internacional del régimen cubano por la vejación de los derechos humanos en estos cuasi-campos de concentración fue el film de Néstor Almendros y O. Jiménez, Conducta impropia (10) (1984), donde se recogían testimonios directos de los presos y de su situación y de la persecución de los homosexuales en Cuba. Muy significativamente los autores le dedicaban su trabajo a Virgilio Piñera.

Siguiendo con el hilo cronológico es en 1968, cuando la política institucional se recrudece y en el Congreso de Escritores y Artistas se decide que los jurados de los premios de la UNEAC habrán de ser cubanos, y los de Casa de las Américas militantes que favorezcan a los escritores latinoamericanos que permanezcan en sus países y no en Europa. El poder estaba en manos de dos viejos miembros del partido: Nicolás Guillén y José A. Portuondo.

El cerco se estrecha por todos sitios y en septiembre, la Seguridad del Estado efectúa una redada en el hotel Capri y lugares aledaños (hotel Nacional y la heladería Coppelia, lugar tradicional de encuentro de homosexuales) en la que caen presos los sujetos considerados antisociales, a saber: personas que lleven el cabello largo, objetos extranjeros (relojes, por ejemplo), vestidos fuera de lo establecido o (y de alguna manera, es decir,) presuntos homosexuales. Los detenidos permanecieron presos durante un año e incluso más tiempo.
Será en 1969, año en que Piñera publica el conjunto de su poesía bajo el título de La vida entera, cuando se cierre el capítulo de su ejercicio literario legitimado, pues en los diez años que le quedaban de vida no volvió a ver publicada ninguna de sus obras, al tiempo que sus artículos y colaboraciones quedaban bastante menguados. A partir de ese momento las reuniones literarias se efectuarían en secreto, tanto en La Habana como en casa de la poeta Carilda Oliver Labra, en Matanzas.
 
Tras el caso Padilla (1971), la intransigencia más severa se institucionaliza y en el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura (celebrado en abril) se toman las siguientes medidas: se legisla sobre la propiedad intelectual y el patrimonio nacional, todo trabajo artístico pertenece a la Nación; se prohibe el reconocimiento de artistas homosexuales por ser éstos enfermos patológicos, amén de personas inmorales; de la misma manera se entiende que éstos no podrán ocupar un puesto en la educación ni en actividades culturales o representar a la Revolución en el exterior.

Para no dejar ni un resquicio los delitos contra el desarrollo "normal" de las relaciones sexuales estarán penados hasta con 30 años de prisión o incluso con pena de muerte, que es legalizada también en este momento.

Finalmente, y entre otras cosas, se prohibe hacer ostentación pública de moda aberrante y extravagante que denote la dependencia cultural de otros medios y que es susceptible de desequilibrar la unidad monolítica e ideológica del pueblo cubano.

Cuando Reinaldo Arenas cuenta lo que derivó de este congreso en ese otro estremecedor testimonio que es Antes que anochezca habla del "parametraje", ya que los homosexuales con cargos públicos comenzaron a recibir telegramas en los que se les comunicaba que "no reunían los parámetros políticos y morales para desempeñar el cargo que ocupaban"

La obra de Piñera quedaba totalmente censurada en Cuba, así como su publicación en el extranjero. Su homosexualidad fue la máscara que justificó el castigo merecido por no integrar la nómina de escritores fieles a las consignas promovidas por el estado y seguidores de la línea pseudo-literaria que se exigía.

En el caso de Lezama Lima el proceso no fue diferente, aunque sí más discreto. Paradiso se publica en 1968, pero se prohibe hacer reimpresión de la obra no exactamente por sus pasajes homosexuales, que parece ser fue uno de los argumentos esgrimidos en la crítica contra el libro, ni por la filiación sexual del autor, sino porque la visión que Lezama tenía de la literatura no era el ideal que la Revolución necesitaba.

Apunta Jorge Edwards en Persona non grata:
"El activismo riguroso de Fidel, que parecía aprendido de sus preceptores jesuitas, para quienes el ocio es el origen de todas las depravaciones, no se avenía en nada con la asombrosa sensualidad contemplativa de Lezama, única en todo el ámbito de la cultura en lengua española".

A pesar de la prédica que su figura y su obra tenían en el exterior y del interesado uso que el gobierno cubano hizo de ella en ocasiones, Lezama vivió a partir de la delación de Padilla (que le acusó de contrarrevolucionario), en una situación de carestía material, olvido institucional y abandono por parte de aquellos "amigos", la mayoría de los origenistas, que tanto le debían, y que ahora andaban representando lo que tocaba. A su muerte salió una breve mención en el único periódico de la Isla. Ningún reconocimiento ante la desaparición de una de la mayores figuras literarias de la historia de las letras cubanas que descansa en un olvidado foso del cementerio Colón en La Habana.

No dejaré de mencionar el caso de Reinaldo Arenas que es el vivo exponente de una generación que sufrió por completo el proceso de estalinización de la Revolución cubana. Cuando en 1980 la guardia de la embajada del Perú en La Habana se retira entran en ella más de diez mil personas pidiendo refugio. Fidel encontró una salida airosa: abre el puerto del Mariel, cercano a La Habana, por el que salen más de 125.000 personas durante casi tres meses. Por supuesto, se embarcó a todo aquel considerado antisocial o escoria, delincuentes y presos comunes, deficientes mentales y homosexuales (18.750, un 15% del total).

Este hecho fue sintomático en la medida en que supuso una reordenación de los paradigmas ideológicos que reposaban sobre la presunta estabilidad y unidad de la sociedad cubana. Entre éstos desterrados se encontraba Arenas quien ponía fin así a una historia personal de persecución y violencia. Su obra, escrita dentro y fuera de Cuba, es única dentro de los autores de su promoción y necesaria para entender la literatura y la historia cubana de este siglo.

A partir de 1985 se inicia el proceso de rectificación de errores que devenía de los nuevos parámetros ideológicos que se imponían en la Isla. En este momento es el campo artístico, al cual se había incorporado una nueva y potente generación, el que da el salto que desborda los cauces por los que operaba la política cultural hasta ese momento. La conmoción socio-política, pero sobre todo económica, que supuso la caída del bloque socialista, que abre el llamado "periodo especial", y las secuelas emergentes de la política de intervención armada de los años ochenta son dos de los planos que mayor poder adquieren en la conformación de una nueva perspectiva ideológica que va a venir definida por los jóvenes autores.

El fenómeno resulta bastante complejo y escapa del objetivo de estas líneas, pero la acción creativa de la generación que se manifiesta a finales de los años ochenta (nacidos todos dentro de los márgenes de la Revolución y con una cosmovisión y un habitus diferente de aquellos que la habían vivido como conquista) representa la conformación de un nuevo arte en Cuba. Lamentablemente, la política gubernamental no supo atender a los reajustes que el nuevo momento histórico exigía y muchos de ellos residen hoy fuera de Cuba.

En el terreno de la escritura han sido varios los que se han posicionado dentro de un espacio de literatura gay. Lo que en principio fue en los primeros años noventa un leve pronunciamiento se ha convertido hoy, que finaliza la década y el siglo, en un espacio visible. El grupo de más sólidos creadores se articulan en torno a la figura de Antón Arrufat, discípulo de Piñera, que también sufrió duramente la segregación y la exclusión del campo literario en los momentos de intransigencia de los que hemos hablado. La descomposición interna de los paradigmas ideológicos y sociales (lo que, por otra parte, ha deteriorado al pueblo cubano en los últimos cinco años de manera alarmante) no permite ya una censura explícita al homosexual.

Al tiempo la lucha y militancia de muchos artistas homosexuales ha defendido la calidad de su identidad. Entre ellos podemos citar a Pedro de Jesús López (1970) que ha publicado en diferentes revistas y en España tiene una colección de cuentos, Maneras de obrar en 1830. Otro escritor que trabaja en esta zona es Abilio Estévez que recientemente sacó a la luz en Tusquets su novela Tuyo es el reino, dedicada a quien fuera su maestro, Virgilio Piñera. En lo que toca a la mujer el acceso es, en una sociedad latina y machista, más lento y meditado. La joven escritora Ena Lucía Portela (1972) ha abordado la temática lésbica en algunos de sus cuentos que son fruto de un elaborado proceso de creación.

No obstante, el campo artístico en Cuba sigue manteniendo una estructura de dependencia con respecto al campo ideológico y de poder, el avance ha sido impuesto por la nueva situación internacional y por el valor de muchos autores que arriesgaron su seguridad para enfrentar el hecho artístico desde una perspectiva de ética personal. El camino de un buen número ha sido el exilio, el de otros bandearse a diario con las duras condiciones que imperan en Cuba.

Las figuras de Lezama Lima y de Piñera están siendo reinstauradas en el corpus de la crítica literaria, pero no ocupan el lugar que debieran en las enseñanzas generales de literatura cubana. La poesía de Piñera no se ha reeditado en Cuba hasta finales de este año pasado después de que se hiciera en México en el año 97.
 
De igual modo, la colección de sus cuentos tampoco es asequible dentro de su país, pese a que es uno de los autores con mayor influencia en la nueva generación. En lo que toca a Arenas, parece seguir siendo persona non grata dentro del aparato cultural oficial y ninguna de sus obras ha sido publicada en la Isla. Otras figuras, como la de Severo Sarduy que eligió muy pronto el exilio y que nunca se manifestó contra la política interna de Cuba, van siendo incorporados a través de artículos críticos en revistas especializadas. No obstante, su legitimación aún está por llegar. Quizás sea Sarduy el que está suscitando más adhesiones, precisamente por ser uno de los pocos, si no el único, escritor latinoamericano que desarrolló un verdadero credo queer en sus obras, especialmente en La simulación.
 
Todavía está por realizarse un análisis serio de lo que supuso la política homofóbica de los años setenta en el campo artístico y cultural de Cuba, así como está por escribirse una historia objetiva y fidedigna del devenir de un proceso, la mal llamada Revolución Cubana, que fue en un principio el sueño de una generación y la esperanza de un continente.
 
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Reinaldo Arenas
 
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 Lezama Lima y Vigilio Piñera
  


 
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