Un programa “peligroso” para una juventud vulnerada
Otra respuesta a la rosa blanca “ENVENENADA” de Obama
Por Ernesto Santana Zaldívar | La Habana | Cubanet
Una de las más recientes polvaredas mediáticas levantadas por el gobierno cubano es en torno a las becas del “Programa de verano para jóvenes cubanos”, que sería, de acuerdo con los medios oficiales, un nuevo plan imperial para subvertir el orden interno, intentando ahora, además, influir en un sector “vulnerable”.
El programa patrocinado por la organización no gubernamental World Learning, con sede en Washington, está dirigido a jóvenes estudiantes residentes en Cuba, de entre 16 y 18 años de edad y que sigan en la secundaria o en el preuniversitario.
Entre los objetivos del programa —según la convocatoria—, se destaca el desarrollo de habilidades en áreas que incluyan hablar en público, trabajar en equipo, negociar, fomentar el consenso, propiciar la resolución de conflictos, así como defender los derechos propios y la solución de problemas.
Cada solicitante será evaluado según una serie de características, entre las cuales se encuentran el rendimiento académico, la habilidad para desarrollar proyectos que beneficien a la escuela o la comunidad del solicitante y la destreza de trabajar en cooperación con diferentes grupos, y entender —aunque no necesariamente aceptar— las opiniones de los demás.
Ante todo, la organización exige varios requisitos, como son dos cartas de recomendación que deben ser escritas por adultos en Cuba, los cuales han de conocer bien al solicitante, aunque se advierte que dichas cartas no pueden ser redactadas por familiares del joven. También se requiere un formulario de consentimiento firmado por los padres o los apoderados del solicitante y una foto de la primera página del pasaporte, si está disponible.
La convocatoria de la World Learning expresa, además: “Animamos a los estudiantes de todos los orígenes (raza, género, identidad de género o expresión, color, discapacidad, orientación sexual, religión o fe) a aplicar”.
El problema parece sencillo. Si la educación cubana ofrece enseñanzas similares para sus jóvenes estudiantes, no sería de esperar que el programa tenga muchos aspirantes. Si, por el contrario, carece de ellas, debiera agradecer que existan las posibilidades que ofrece esta organización. Y, en todo caso, debieran darse a conocer las experiencias de los primeros graduados de ese programa, que regresaron hace un mes.
El gobierno hace acusaciones de intenciones políticas, de “enseñar a promover artificialmente un cambio de régimen”, lo cual suena absurdo, pues en Cuba, según el propio gobierno, no es ilegal pensar diferente y nadie está obligado a ser marxista ni castrista. Sin embargo, contradictoriamente, solo se imparte un tipo de pensamiento, el oficial, en toda clase de enseñanza y a cualquier nivel.
Los jóvenes que quieran emprender estudios fuera del sistema educativo del país, entonces, ¿están entrando a jugar un papel subversivo a favor de una potencia extranjera, prestándose a “intentos artificiales de cambio de régimen”? En fin, esos estudiantes, ¿podrían ser juzgados en el futuro como “mercenarios” que atentan contra la seguridad del Estado?
Una vez más, y cómo ya saben bien muchísimos de ellos, nuestros jóvenes no tienen más opciones que aceptar lo que les impone un gobierno que ni ellos ni sus padres han escogido o marcharse a cualquier país para estudiar o trabajar en lo que puedan. Para tener la oportunidad, al menos, de soñar un futuro más libre.
Cuando una creciente masa de jóvenes escoge esta segunda opción y escapa de un país que los aprisiona, entre sus escasas pertenencias materiales no se llevan ningún libro con las enseñanzas recibidas. También será mínimo su equipaje ideológico y quedará atrás todo cuanto les han metido en la cabeza desde poco después de nacer.
El gobierno cubano procura que los jóvenes cubanos no dejen jamás su curso de protección y eternización de la gerontocracia castrista, y manda a estudiantes chillones a que citen al oráculo nonagenario —“Si los jóvenes fallan, todo fallará. Es mi más profunda cubana convicción que la juventud cubana luchará por impedirlo”— y se desgañiten asegurando: “¡Que no quepa duda de que los jóvenes haremos irreversible el proceso revolucionario cubano!”
Es otra polvareda para no perder la coartada del victimismo y la confrontación, y seguir rechazando la rosa blanca “envenenada” y el “saludo de paz” —en español— del Presidente Obama, que habló a los jóvenes cubanos de “la esperanza que tiene raíces en el futuro que ustedes pueden escoger”, y advirtió que, sin diferentes puntos de vista, no alcanzaríamos “nuestro potencial total y con el tiempo la juventud perdería la esperanza”. En fin: “Yo simplemente hago un llamado a los jóvenes de Cuba para que construyan algo nuevo”.
Es curioso que Roberto Fernández Retamar, uno de los intelectuales que más firmemente apoya la continuidad del régimen, expresara hace poco que el presente es un camino equivocado hacia la utopía marxista. “Tendremos que aceptar que, por más que nos duela, nuestra sociedad —y no sólo su segmento más joven— se encuentra inmersa en una profunda crisis de valores”.
Retamar, que no se aventura muy lejos en sus excursiones verbales, salió en esta ocasión hasta la esquina de la Casa de las Américas, casi hasta el mundo real: “Considero que la juventud no se ha perdido a sí misma. Lo que hizo fue seguirnos a nosotros, los mayores, que ya avanzábamos por un rumbo equivocado”.
¿De qué habla el gobierno cuando menciona a ese sector “más vulnerable”? ¿No será acaso el sector “más vulnerado” —precisamente por esas pretensiones de eternizar artificialmente el régimen?
ACERCA DEL AUTOR
Ernesto Santana Zaldívar Puerto Padre, Las Tunas, 1958. Graduado del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona en Español y Literatura. Ha sido escritor radial en Radio Progreso, Radio Metropolitana y Radio Arte. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Distinciones obtenidas: Menciones en el género de cuento de los concursos David, de 1977, y Trece de Marzo, de 1979; premios en los concursos Pinos Nuevos, de 1995, Sed de Belleza, de 1996 (ambos en el género de cuento), Dador, de 1998, (proyecto de novela) y Alejo Carpentier, de 2002 (novela), Premio Novelas de Gaveta Franz Kafka, de 2010, por su novela El Carnaval y los Muertos.