Seduced and Betrayed by Donald Trump
'Seducidos y traicionados por Donald Trump'
Por Paul Krugman
Donald Trump obtuvo la victoria en el Colegio Electoral (pero no la del voto popular) gracias a la fuerza de un abrumador apoyo por parte de los blancos de la clase trabajadora, quienes se sentían relegados por la sociedad y la economía cambiante. Están a punto de obtener su recompensa: la misma que, a lo largo de la carrera de Trump, ha recibido todo aquel que ha confiado en su benevolencia. Recuerden que pasó con Trump University.
Sí, la clase blanca trabajadora está a punto de ser traicionada.
La evidencia de esa traición inminente se hace obvia en la elección de figuras corporativas y antitrabajadores para cargos clave. En particular, la historia más importante de la semana pasada (de verdad, dejen de enfocarse en el Twitter de Trump) fue la elección de Tom Price, un feroz opositor de Obamacare y defensor de la privatización de Medicare, como secretario de Salud y Servicios Sociales. Que lo haya escogido significa quizá que la Ley de Atención Médica Asequible tienen los días contados… y los adeptos más entusiastas de Trump estarán entre quienes más pierdan con esto.
Lo primero que debe entenderse al respecto es que el discurso republicano de “repeler y remplazar” siempre ha sido un fraude. El Comité Nacional Republicano lleva seis años diciendo que presentará un remplazo para Obamacare cualquier día de estos, pero la verdadera razón por la que no lo ha hecho es porque no puede.
Cualquier plan que lo sustituya se parecerá mucho al Obamacare, o retirará la cobertura a muchos que la necesitan desesperadamente.
Lo que la elección de Price sugiere es que el gobierno de Trump en realidad está listo para ver cómo millones de estadounidenses pierden su seguro médico. Muchos de quienes lo pierdan serán simpatizantes de Trump.
Es posible notar eso al observar los datos del censo entre 2013 y 2015, que muestran el impacto de la implementación completa del Obamacare. En ese periodo, la cantidad de estadounidenses sin seguro se redujo por 13 millones; los blancos sin título universitario, quienes votaron por Trump en una proporción de dos a uno, representan ocho millones de esos 13. Así que probablemente estemos frente a más de cinco millones de defensores de Trump, muchos con problemas de salud crónicos y que recientemente habían obtenido un seguro médico por primera vez, que acaban de votar para hacer sus vidas más desagradables, más bestiales y más cortas.
¿Por qué lo hicieron? Puede que no se hayan dado cuenta de que su cobertura estaba en juego: a lo largo de la campaña, los medios apenas hablaron sobre políticas. O quizá le creyeron a Trump cuando aseguraba que sustituiría el plan Obamacare con algo grandioso.
De cualquier manera, les espera un duro despertar y todo empeorará cuando los republicanos avancen con sus planes de acabar con la versión actual de Medicare, lo que parecía estar en marcha aun cuando el presidente electo prometió específicamente que no haría tal cosa.
Además, en caso de que se lo estén preguntando, no, Trump no puede hacer que aparezcan de repente los trabajos de manufactura que se han perdido en las décadas anteriores. Esos empleos se perdieron sobre todo debido a cambios tecnológicos —no a las importaciones— y no pueden recuperarse.
No habrá nada que compense el daño que los trabajadores sufrirán cuando los republicanos hagan trizas los beneficios sociales.
¿Habrá una especie de contragolpe, una oleada de remordimiento del comprador? Tal vez. Ciertamente los demócratas harían bien en evidenciar y combatir la traición de Trump a la clase trabajadora. Sin embargo, debemos considerar las tácticas que usará para disimular el alcance de su traición.
Una de ellas, que ya pudimos observar con su rimbombante anuncio de un trato para conservar algunos empleos de Carrier en Estados Unidos, será distraer al país con baratijas relucientes. En verdad, esta táctica funcionará solo si la cobertura de los medios es simplista e ignora las cifras.
No, Trump no se “enfrentó” a Carrier, más bien parece haberle ofrecido un soborno. Estamos hablando de mil empleos dentro de una enorme economía; al ritmo de un acuerdo como el de Carrier a la semana, Trump necesitaría 30 años para salvar tantos empleos como lo hizo el presidente Obama con el rescate financiero de la industria automotriz, y le tomaría un siglo compensar la pérdida generalizada de empleos en el sector manufacturero desde el año 2000.
No obstante, a juzgar por la cobertura dada a este acuerdo hasta ahora, la suposición de que los medios noticiosos serán simplistas e ignorantes parece muy probable.
Cuando empiece a concretarse la realidad de que los trabajadores pierden terreno, si así sucede, me preocupa que la administración de Trump haga lo que los gobiernos autoritarios hacen a menudo para desviar la atención de un mal desempeño: buscar un enemigo.
Recuerden lo que dije sobre el Twitter de Trump. Mientras daba un gran paso hacia quitar a millones su seguro de salud, Trump comenzó a vociferar acerca de retirar la ciudadanía a quien quemara banderas. No fue una coincidencia.
El punto es mantener la vista en lo importante. Millones de estadounidenses acaban de recibir un golpe inesperado. Y todavía no lo saben.
Donald Trump won the Electoral College (though not the popular vote) on the strength of overwhelming support from working-class whites, who feel left behind by a changing economy and society. And they’re about to get their reward — the same reward that, throughout Mr. Trump’s career, has come to everyone who trusted his good intentions. Think Trump University.
Yes, the white working class is about to be betrayed.
The evidence of that coming betrayal is obvious in the choice of an array of pro-corporate, anti-labor figures for key positions. In particular, the most important story of the week — seriously, people, stop focusing on Trump Twitter — was the selection of Tom Price, an ardent opponent of Obamacare and advocate of Medicare privatization, as secretary of health and human services. This choice probably means that the Affordable Care Act is doomed — and Mr. Trump’s most enthusiastic supporters will be among the biggest losers.
The first thing you need to understand here is that Republican talk of “repeal and replace” has always been a fraud. The G.O.P. has spent six years claiming that it will come up with a replacement for Obamacare any day now; the reason it hasn’t delivered is that it can’t.
Obamacare looks the way it does because it has to: You can’t cover Americans with pre-existing conditions without requiring healthy people to sign up, and you can’t do that without subsidies to make insurance affordable.
Any replacement will either look a lot like Obamacare, or take insurance away from millions who desperately need it.
What the choice of Mr. Price suggests is that the Trump administration is, in fact, ready to see millions lose insurance. And many of those losers will be Trump supporters.
You can see why by looking at Census data from 2013 to 2015, which show the impact of the full implementation of Obamacare. Over that period, the number of uninsured Americans dropped by 13 million; whites without a college degree, who voted Trump by around two to one, accounted for about eight million of that decline. So we’re probably looking at more than five million Trump supporters, many of whom have chronic health problems and recently got health insurance for the first time, who just voted to make their lives nastier, more brutish, and shorter.
Why did they do it? They may not have realized that their coverage was at stake — over the course of the campaign, the news media barely covered policy at all. Or they may have believed Mr. Trump’s assurances that he would replace Obamacare with something great.
Either way, they’re about to receive a rude awakening, which will get even worse once Republicans push ahead with their plans to end Medicare as we know it, which seem to be on even though the president-elect had promised specifically that he would do no such thing.
And just in case you’re wondering, no, Mr. Trump can’t bring back the manufacturing jobs that have been lost over the past few decades. Those jobs were lost mainly to technological change, not imports, and they aren’t coming back.
There will be nothing to offset the harm workers suffer when Republicans rip up the safety net.
Will there be a political backlash, a surge of buyer’s remorse? Maybe. Certainly Democrats will be well advised to hammer Mr. Trump’s betrayal of the working class nonstop. But we do need to consider the tactics that he will use to obscure the scope of his betrayal.
One tactic, which we’ve already seen with this week’s ostentatious announcement of a deal to keep some Carrier jobs in America, will be to distract the nation with bright, shiny, trivial objects. True, this tactic will work only if news coverage is both gullible and innumerate.
No, Mr. Trump didn’t “stand up” to Carrier — he seems to have offered it a bribe. And we’re talking about a thousand jobs in a huge economy; at the rate of one Carrier-size deal a week, it would take Mr. Trump 30 years to save as many jobs as President Obama did with the auto bailout; it would take him a century to make up for the overall loss of manufacturing jobs just since 2000.
But judging from the coverage of the deal so far, assuming that the news media will be gullible and innumerate seems like a good bet.
And if and when the reality that workers are losing ground starts to sink in, I worry that the Trumpists will do what authoritarian governments often do to change the subject away from poor performance: go find an enemy.
Remember what I said about Trump Twitter. Even as he took a big step toward taking health insurance away from millions, Mr. Trump started ranting about taking citizenship away from flag-burners. This was not a coincidence.
The point is to keep your eye on what’s important. Millions of Americans have just been sucker-punched. They just don’t know it yet.