El fallecido dictador Castro aseguraba que en la principal ciudad de
Cuba no había locos ni pordioseros, pero lo que hoy se observa en sus calles es otra realidad
Si algo caracteriza a las grandes, medianas y pequeñas capitales del mundo es que por sus calles ruidosas y generalmente congestionadas deambulan personas con problemas mentales. La Habana, contrario a lo que pregonaba el dictador Fidel Castro, no escapa a esta realidad. Yo recuerdo a La Marquesa siempre elegante pero con gran peste, ella pedia dinero en las zonas dónde habian gays, también recuerdo a La China, siempre alegre y simpatica..
Jorge Mario Vásquez Frías prefiere que lo llamen simplemente el loco
La Habana, una ciudad sitiada por locos
El fallecido líder de la “Revolución” aseguraba que en la principal ciudad de Cuba no había locos ni pordioseros, pero lo que hoy se observa (quizá desde mucho antes) es otra verdad: poco a poco la urbe se ha ido llenando de personas enajenadas en simetría con la situación que viven los cubanos, cada día más compleja.
Solo basta recorrer algunas vías y lugares abiertos al público las 24 horas del día, como gasolineras o servicentros, para presenciar el paso de gente andrajosa, que dice cosas incoherentes, que lo mismo habla de comunismo que de capitalismo, y no encuentra diferencia entre Castro y el diablo. Algunos también lo creen un dios.
Uno de los sitios que se ha convertido en paso obligado de hombres y mujeres que acusan deficiencias mentales es la gasolinera Oro Negro, situada en la Rotonda de Playa, al oeste de la capital, cuyos empleados tienen plenamente identificadas a esas personas e incluso les brindan alimento o bebida.
“El loco de la Rotonda”
Probablemente el más conocido de esos orates responde al nombre de Jorge Mario Vásquez Frías, pero él mismo prefiere que lo llamen simplemente “el loco”, un habanero que dice vivir en un apartamento “de placa” a pocas cuadras del lugar.
Este hombre afirma que el licor le hizo perder la cordura. Sin embargo, en medio de su evidente desenfreno, Vásquez tiene momentos de lucidez para recordar que Fidel Castro persiguió a homosexuales y lesbianas en otra época.
“El loco de la Rotonda”, como le dicen algunos empleados del servicentro, vive de la caridad pública. Hoy alguien le regala un plato de comida, mañana otro buen samaritano un paquete de cigarrillos, pero pocos le dan licor, y eso es precisamente lo que más pide.
No obstante, asegura que hay personas del área que lo conocen de toda la vida y que algunas veces le regalan bebidas alcohólicas. De cualquier manera, Vásquez siempre parece estar bajo los efectos del alcohol, hablando en forma desaforada y asumiendo un comportamiento que lo encasilla dentro del rango de la demencia.
Para este hombre, loco en efecto, Fidel Castro fue “el benefactor de todos los cubanos” y dice “venerarlo” porque era un “caballo” que, según sus propias palabras, “acababa con todas las mujeres”. Y acota: “Tambien le gustaban las chicas de la calle, como a mí”.
Los empleados del Oro Negro le gritan “chivato”, “mala hoja” y otras expresiones enraizadas en la jerga cubana. Vásquez poco caso les hace. Al primero que se le cruza le pide un cigarrillo o algunas monedas y sigue su rumbo incierto hacia otros “garajes” del área en donde ha creado una especie de mundillo en el que su rey es el dictador Castro y su desgracia haberse dejado arrastrar por la "locura" que sobrevino de un comunismo plagado de carencias y sinsabores.
“Eduardo”
Como “Eduardo” se presenta otro hombre que camina cojeando, sonríe todo el tiempo y a todo aquel que trata de molestarlo le dice “tarrúo”, “mala hoja” y otras palabras o frases de grueso contenido.
Probablemente este “personaje de la calle” es tan conocido como Vásquez, pero a diferencia del primero, este demente es cariñoso y enamorador de mujeres, al tiempo que a los hombres, también en buen tono y en medio de gracejos, les lanza palabras que ponen en duda su virilidad y la fidelidad de sus parejas.
Nadie niega que “Eduardo” es un “loco gracioso” que se ha ganado el cariño de clientes y trabajadores de ese servicentro de la capital cubana. Las empleadas del Oro Negro dicen que le brindan comida porque es “amoroso y tranquilo” y pocas veces le han visto una actitud agresiva.
Este enajenado mantiene su vida en hermetismo, frente a las cámaras se cohíbe y prefiere apartarse del lugar cuando se siente coaccionado. De él poco se sabe, aunque lo han visto merodeando esa zona desde hace muchos años, principalmente en horas de la noche.
La gente consultada cree que “Eduardo” duerme en la calle, quizás en el algún parque o en el portal de alguna casa y no se le conoce familia.
Una empleada de la gasolinera asegura que a este “loco cómico” le gusta hacer el recorrido en “guagua” de principio a fin y algunas veces se pasa el día entero a bordo de uno de esos vehículos de servicio público.
Isabel Veitía, conocida como La Marquesa, y José María López Lledín, El caballero de París, dos locos que también desandaron La Habana