La relación complicada entre los cubanos y su país es un tema que la persigue, ¿por qué?
Debe ser porque todavía estoy en el país. Ahora que vemos los reacomodos tras la muerte de Fidel Castro, me pregunto si todos los cubanos, ¿no tenemos un poco de él en la sangre para mal y para bien? Creo que tenemos inoculado el problema. No creo que me persiga, es algo que está dentro de mí y sale en la literatura, donde no se puede mentir. La literatura es un análisis de sangre.
En la novela habla de una escritora que ganó un concurso de poesía, ¿cualquier semejanza con la realidad no es mera coincidencia?
Sí, pero no es mi caso. En la novela hablo de un premio desmedido y con mucho dinero. Mi experiencia fue diferente. Cuando gané mi primer premio por medio de la Universidad de La Habana, con el poemario Platea oscura, tenía catorce años y lo compartí con Alex Fleites, un excelente poeta, periodista y ser humano. Entonces dijeron que mi madre me escribía los poemas; cuando ella murió pensaban que mis libros los escribía García Márquez o Eliseo Alberto. Tuve muchos problemas de credibilidad en el exilio, en especial en México.
¿Por qué?
Pensaban que a mí me había entrenado la seguridad del Estado. Son procesos o recursos mentales enredados que sólo funcionan en la cabeza del cubano, quien ha vivido bajo este sistema tan cerrado. Para que no me hicieran daño estos ataques los use al hablar de Cleo, mi protagonista.
En Domingo de Revolución, habla de política pero desde la trinchera de lo individual.
Me interesa la política de la intimidad. En eso sí, Cleo tiene un pedazo de mi alma. Como en todas mis novelas, la política entra por la ventana. Aunque cierres la casona, la realidad es más fuerte. La verdad, el dolor y la sospecha siempre entran por la ventana.
El personaje de la empleada doméstica se vuelve, en este sentido, enigmático por la ambigüedad que encierra.
Así es, porque no sabes si te salva o te vigila. Mi relación con Cuba es similar, no sé si me salva o me hunde, pero el precio que pagó Cleo y yo misma, es quedarnos a defender cosas que están en tu sangre y no son foráneas. Es la política de mi vida.
Al principio mencionó que Cuba tiene algo de Fidel adentro; en México se dice que todos llevamos algo del PRI también. ¿Hasta qué punto los gobernantes son reflejo de su sociedad?
Uno se parece a su país y entre más lo niegas, más te pareces. Si niego mi parentesco con Cuba, niego una verdad tal como Cuba niega muchas de sus verdades tácitas. Comparto con mi tierra el aspecto indómito, solitario e independiente. Me parezco en lo malo y en lo bueno. Claro que ahora Cuba se desmarca más de sus hijos y empieza a tener reacciones más anómalas. Cada vez hablamos menos del sistema que nuestros padres y abuelos quisieron fundar. Cuba se empieza a parecer a sí misma y nosotros comenzamos a emigrar o a escribir este tipo de libros. La utopía y la izquierda nos abandonaron.
¿Sin Fidel Castro cómo se reconfigura la literatura cubana?
Fidel está inoculado en las estructuras. La revolución cubana es un hecho y es difícil escapar.