La dependencia a las materias primas y tecnologías importadas han hecho a la industria farmacéutica cubana muy susceptible ante cualquier dificultad económica que afronte el Gobierno de La Habana.
Falta de medicamentos, sobornos y deficiencias médicas en Cuba
A veces la espera de varias horas podía resultar en vano
Por eso, Javier* no tardó en hacer amistad con una de las dependientas de la farmacia y acordar con ella un sencillo pero eficiente sistema de colaboración: cada vez que ella le consiguiera los medicamentos para la tensión arterial de su madre, él le haría un “regalo”.
En cuatro meses no ha tenido motivos de queja. Cada primer jueves él se acercaba hasta la farmacia del barrio y le entrega a su conocida el “tarjetón” (el documento para el control de medicamentos) de su madre, el importe de los mismos y un billete de veinte pesos (cerca de 80 céntimos de euro) como pago por su ayuda. “Si esa semana no trajeron el Enalapril, ella misma me llama a la casa para que ni vaya. Es algo que sucede con bastante frecuencia del año pasado para acá”, dice en un reportaje de Ignacio Isla desde La Habana, que aparece en el diario español El Confidencial.
Desde hace tiempo en Cuba escasean las medicinas. Los primeros capítulos de la coyuntura actual se remontan a comienzos de 2015, cuando una primera crisis de abastecimientos fue afrontada por el Ministerio de Salud Pública (Minsap) apelando a sus reservas. Por entonces, la contingencia se había debido a “problemas en la contratación con los proveedores”, apuntaba en octubre de 2016, Teresita Rodríguez Cabrera, vicepresidenta del Grupo de las Industrias Biotecnológicas y Farmacéuticas (BioCubaFarma).
Ese consorcio estatal tiene a su cargo todas las labores relacionadas con la producción y distribución de fármacos, amén de otros artículos destinados al sistema de asistencia médica local y a la exportación.
Junto a Azcuba, el grupo empresarial de la industria azucarera, y Gaesa, el controlado por los militares, BioCubaFarma constituye la base de la economía isleña. Sus éxitos le han ganado prestigio internacional y determinaron que en octubre de 2016 el presidente Barack Obama aprobara la importación de medicamentos desde la Isla, presionado por varias farmacéuticas y asociaciones de consumidores en Estados Unidos.
Pero su dependencia respecto a materias primas y tecnologías importadas han hecho a BioCubaFarma particularmente susceptible ante cualquier dificultad económica que afronte el Gobierno de La Habana. Sobre todo, cuando, como explicó Rodríguez Cabrera, falta el “financiamiento necesario para pagar las deudas”.
Impagos y estanterías vacías
Ya en julio de 2016 el presidente cubano, Raúl Castro, había anticipado “limitaciones financieras como consecuencia de la disminución de los ingresos de nuestras exportaciones, así como afectaciones en las relaciones de cooperación mutuamente ventajosas con varios países [entiéndase Venezuela]”. Su intervención concluía con una advertencia preocupante: “No negamos que pueden presentarse afectaciones, incluso mayores que las actuales”.
Un fino, pero resistente hilo conductor, enlaza los pobres desempeños económicos con las estanterías vacías que hoy pueden verse en las farmacias de todo el país. “Aquí debemos recibir 398 renglones de medicamentos, pero en la realidad nos quedamos muy por debajo”, explica Olga, jefa de dispensario en una botica de la ciudad de Santiago de Cuba, la segunda más importante.
“Por lo regular, en cada envío nos falta medio centenar de surtidos o más. El problema es que se trata siempre de los más demandados por la población; en particular, algunos que requieren pacientes con tratamientos ‘controlados’, quienes reciben esos fármacos a través del tarjetón y han tenido que afrontar atrasos de varios meses. Es difícil pedirle paciencia a una persona cuando depende de la Lamotrigina o el Allopurinol para controlar la epilepsia o el ácido úrico, y no tenemos una fecha segura de cuándo podrá resolver su situación”.
Las dificultades se extienden al sistema hospitalario, donde casi nunca están disponibles los 451 fármacos listados en el llamado “cuadro básico”.
“Eso varía todas las semanas, pero por lo regular se mantienen en ‘falta’ entre cuarenta y cincuenta renglones. Sin embargo, si me preguntaran, diría que en realidad me preocupa más el desabastecimiento de marcapasos, de catéteres para diálisis y de trócares de punción lumbar, entre otros insumos que resultan vitales para la vida de muchos pacientes. Las partidas que recibimos llegan de forma irregular o en cantidades que no alcanzan para satisfacer la demanda”, apunta un empleado de Emcomed, la empresa nacional comercializadora de medicamentos.
Un informe al que tuvo acceso El Confidencial revela la complejidad de la situación en toda la Isla. Aunque pueden producirse ligeras variaciones de una provincia a otra, por lo regular en la mayoría de los territorios se carece de una décima parte de los fármacos comprendidos en los listados.
Entre las estrategias adoptadas por el Estado para enfrentar la situación sobresale priorizar “al menos un medicamento por grupo farmacológico y que el sistema de salud siempre cuente con una alternativa terapéutica”, apuntó en una entrevista para el diario Granma, la doctora Cristina Lara Bastanzuri, jefa del Departamento de Planificación y Análisis de Medicamentos y Reactivos del Minsap. Ese organismo también “informa regularmente a los médicos acerca de la disponibilidad de fármacos existente y potencia las consultas de medicina natural y tradicional”. Según dejan entrever sus declaraciones, a la escasez no se le perfila un fin cercano.
Dificultades para “resolver”
Los salones ya no tienen las paredes desconchadas y en todos los cubículos hay un televisor. Un televisor y un teléfono por cada ocho camas, seis servicios sanitarios y cuatro duchas para veinticuatro pacientes. Es una de las salas de Medicina del Hospital Universitario Manuel Ascunce, de Camagüey, la tercera ciudad más poblada de la Isla. Casi 700 camas y una decena de salones quirúrgicos destinados a atender los más de 750.000 habitantes de la provincia y, en algunas especialidades, a los de territorios vecinos.
Muchos de sus equipos parecen remitir a un centro médico del primer mundo, y también no pocos de sus especialistas.
“Aquí lo mismo te pueden salvar del accidente más terrible que matarte por la fractura de un dedo”, objeta Carlos Manuel, un expaciente.
La referencia le llega de bien cerca. En 2015 su hermano mayor se contó entre los más de treinta heridos ocasionados por un accidente masivo de tránsito, y la familia llegó a “temer que no sobreviviera debido a la cantidad de heridas que tenía, y a un golpe tremendo que sufrió en la cabeza. Sin embargo, los médicos lo salvaron. Hicieron falta tres operaciones y casi dos meses de ingreso, pero gracias al hospital y a la rehabilitación, hoy nadie puede ni imaginarse que él fuera uno de los pasajeros de aquel camión de Santa Cruz que se volcó”.
Un año y pico después, Carlos Manuel llegó hasta el mismo centro asistencial en busca de un ortopédico, pues en el hospital más cercano a su barrio no se prestaba ese servicio en el Cuerpo de Urgencias. Un tablón le había caído sobre la mano izquierda propinándole un golpe tremendo que, nunca dudó, le había fracturado la mano. Tres horas y media después por fin consiguió que lo atendiera un residente soñoliento, que “iría ‘sacando los pacientes del doctor’, pues este ‘se había complicado’”.
El resumen de su jornada fue una consulta en el pasillo (nunca aparecieron las llaves del local destinado a ese fin), varias recetas para calmantes y un diagnóstico que no contó siquiera con el respaldo de una radiografía.
“Al final tuve que molestar a un amigo, pariente a su vez de un ortopédico, para que al día siguiente me consultara. Nada más verme el hombre me lo dijo por lo claro: ‘Usted lo que tiene es tremenda fractura, ¿quién le dijo que era solo un mal golpe?’ Tuve que quedarme callado; no ganaba nada contándole que en ese mismo lugar, el día antes, me habían ‘peloteado’. En definitiva, si no es con ‘palanca’ [enchufe], aquí es muy difícil resolver”.
A poco más de un kilómetro de allí, el hospital oncológico parece a punto de “estallar”. Aunque son más de las tres de la tarde, frente a todas las consultas hay grupos de personas que esperan para ser atendidos, la mayoría lo hace desde muy temprano en la mañana. Alguien se queja de que los médicos priorizan a sus conocidos, o a aquellos que vienen con algún regalo o recomendación; otro, de que son muy pocos especialistas dedicados a atender a tantos pacientes. “¿Si usted está consultando durante nueve o diez horas, sin parar, cree que puede dar un buen diagnóstico?”, pregunta.
Una fuente revela que puertas adentro la historia no deja de ser dramática. “Nosotros atendemos casos de toda la región central del país y la realidad es que el hospital está sobrepasado en sus capacidades. Es cierto que en los últimos tres años se ejecutó una reparación bastante amplia y que han entrado algunos equipos nuevos, pero cuando uno recorre los departamentos se entera que en el de [sueros] citostáticos la lista de espera se extiende por meses o que en el laboratorio de radiología los reactivos se reciben de forma irregular y en cantidades muy limitadas”.
El drama de los pacientes con cáncer
Debido al marcado envejecimiento poblacional, y a la reducción de los efectos de otras enfermedades, en Cuba el cáncer se mantiene como la primera causa de muerte entre los adultos de mediana edad, su segmento demográfico más numeroso. Ese hecho, unido al acelerado crecimiento del número de ancianos, hace que los costos de la Salud Pública resulten muy difíciles de sostener para la economía local.
Desde hace décadas, el sector recibe cerca de una cuarta del presupuesto del Estado, y es privilegiado a la hora de planificar las producciones y servicios de las empresas públicas. Se trata de un nivel de prioridad que funcionó bien mientras existía una coyuntura económica más favorable, en la que el petróleo venezolano y los créditos chinos jugaban a favor de La Habana. La adversa situación que enfrenta el Gobierno bolivariano y la mayor cautela de Pekín se han coligado con los problemas de eficiencia del país para complejizar un escenario ya de por sí difícil.
La emigración y los bajos salarios constituyen las otras variables del asunto, en el que se juega una de las “conquistas de las Revolución”, piedra angular —junto a la educación— de todo el sistema socio-político cubano.
“El salario de los médicos en Cuba duplica al salario promedio nacional, pero aun así la cifra es de entre cuarenta y ochenta dólares mensuales”, comenta el periodista Alejandro Rodríguez, en un artículo para la BBC.
“Por eso es difícil encontrar un solo médico que no tenga entre sus planes el de irse a trabajar fuera de la Isla, ya sea de misión estatal o a través de un contrato privado. Cuba tiene méritos que nadie puede negar, como una de las tasas de mortalidad materno-infantil más bajas del continente y haber sido la primera en eliminar la transmisión del VIH de madre a hijo, pero nadie puede sentirse protegido si llega al hospital infantil y la única consulta disponible está a cargo de un estudiante de medicina”.
Tráfico de fármacos
Mientras aguarda para hacerse una radiografía cuyo turno reservó hace tres semanas, Magaly Ortega Rivero pone sobre el tapete un “villano” que va cobrando cuerpo entre buena parte de sus compatriotas: los emigrados que regresan periódicamente para tratarse en hospitales y clínicas estomatológicas.
“Si yo hubiera tenido veinte CUC [equivalentes al dólar] esta placa me la hubiera podido tirar hace tiempo, pero así son las cosas. No hay que ir muy lejos para ver cómo aquí se atiende gente que resuelven por amistad y que son comunitarios que dejan caer su regalito”.
Un reporte publicado en el Cinco de Septiembre, uno de los periódicos provinciales, recientemente revelaba cómo las autoridades no cuentan con mecanismos efectivos para garantizar que los servicios médicos sean exclusivos para su población. “Realizamos recorridos por el Pediátrico, la Clínica de Especialidades… realmente es muy difícil”, reconocía una funcionaria de Servicios Médicos Cubanos, la corporación encargada de comercializar esas prestaciones fuera de fronteras y para los extranjeros de paso por el país.
El tráfico de fármacos se suma a la problemática.
“Es muy extraño que alguien salga de aquí sin medicamentos, si bien, con el tiempo, la gente se ha ido ajustando a las normas”, opinaba para la misma publicación Mariela Ruiz González, una de las asesoras jurídicas de la Aduana General de la República. Amparada en la Resolución 148 del 2004, emitida por el Ministerio de Salud Pública, esa institución vela porque no se exporten de forma comercial artículos destinados a la atención médica.
“No obstante, el alcance de dichas regulaciones todavía parece limitado, al existir un endeble control sobre el volumen de medicinas que el ciudadano puede llevar consigo”, concluía el rotativo.
“Si uno trabaja por un salario que no le alcanza para casi nada, la lógica indica que el Estado debería garantizar las conquistas esenciales, como la salud gratuita, pero ese es un asunto que ahora mismo está bien enredado”, piensa Javier. “No soy creyente, pero cada vez le agradezco más a Dios tener buena salud”.
--------------------------------------------------------------------------------
* Nombre ficticio por petición del entrevistado.