Tania Díaz Castro
Hace unos días se cumplieron dos años de la muerte de Francisco Flores (1960-2016). Es un deber histórico no olvidar a este valiente presidente salvadoreño, que acusó de asesino al dictador Fidel Castro en sus mismas narices, aquel 18 de noviembre de 2000, en el marco de la X Cumbre Iberoamericana, celebrada en Panamá.
Fue Flores un ferviente admirador del hinduismo, aprendido en la India, así como graduado de Filosofía y Ciencias Políticas de las Universidades de Harvard y Oxford.
Joven aún obtuvo una gran victoria como presidente en 1999, con un 76 %, contra el 52% del exguerrillero Facundo Guardado. Esto, más el hecho de terminar su mandato en 2000 con más apoyo popular que cuando había sido electo, pudo haber molestado mucho a Fidel Castro, quien había promovido, dirigido y financiado con el dinero del pueblo cubano, una guerra civil en El Salvador desde 1980 hasta 1992.
Todo ese tiempo, tanto el gobierno salvadoreño como sus Fuerzas Armadas, acusaban a Cuba de proveer de armas a los rebeldes de las guerrillas opositoras, a través de Nicaragua, con la aprobación de Daniel Ortega.
Según organismos humanitarios salvadores, en esa guerra murieron 75 mil personas, hubo 8 mil desaparecidos, 12 mil lisiados, miles de desplazados y millonarias pérdidas económicas.
Unos años después, cuando al fin Flores se vio a poca distancia del dictador cubano, con toda la firmeza, seriedad y serenidad de un hombre cabal, le dijo:
“Usted tuvo una cruel, sangrienta e inaceptable participación en la guerra de El Salvador. Es inaceptable que usted, involucrado en la muerte de tantos salvadoreños, que usted entrenó a muchísimas personas para matar a salvadoreños, me acuse a mí de estar involucrado en el caso de Posada Carriles.”
Aquel fue uno de los momentos más difíciles que afrontara Fidel Castro en sus largos años como jefe de Estado. Cuba y el mundo entero pudieron ver en las pantallas de los televisores la ira y la impotencia que se reflejaba en su rostro: un Fidel diferente, sin saber qué responder, ante un joven sincero, convertido en uno de los políticos del mundo que situó al dictador caribeño en su merecido lugar.
El pueblo del Salvador no olvida esa trágica historia. Durante muchos años sus gobiernos rechazaron el establecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba por “su intervención odiosa en el conflicto armado, irrespetando la soberanía y la integridad de los salvadoreños” y porque Cuba “carecía de democracia”.
En 2004, Francisco Flores fundó en Miami, el Instituto América Libre, en busca del desarrollo de la democracia y la solución a los problemas de sus naciones, por el logro de un sistema judicial transparente para todos, una prensa libre, escuelas eficaces, familias fuertes, valores tradicionales y cooperación entre todos los países americanos.
Allí, frente a unos doscientos presidentes, políticos, empresarios e inversores, aseguró que en dicho Instituto se juntarán las mejores mentes latinoamericanas para dar solución a sus complejos problemas, como por ejemplo, las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica.
Destacó además que el desarrollo, la democracia y la libertad en América Latina deben basarse en el impulso del libre comercio, la apertura de mercados, el respeto a la propiedad privada, la eficacia y transparencia de los gobiernos y la liberad de prensa.
En aquellos momentos, una gran parte de los presidentes latinoamericanos lo apoyaron. Hoy, son muchos más.
Francisco Flores murió el 31 de enero de 2016. Ha dejado un ejemplo inolvidable de amor por la humanidad, en especial, por los pueblos americanos.
ACERCA DEL AUTOR
Tania Díaz Castro nació en Camajuaní, Villaclara, en 1939. Estudió en una escuela de monjas. Sus primeros cuatro libros de poesía fueron publicados por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y dos por Linden Ediciones Line Press y ZV Lunaticas. A partir de 1964 trabajó como reportera en revistas y periódicos de Cuba y escribió durante ocho años guiones de radio en el ICRT entre 1977 y 1983 y en 1992 y 1993, cronicas sobre la historia de China en el periódico Kwong Wah Po, del Barrio Chino de La Habana. En 1989 y 1990 sufrió prisión por pedir un Plebiscito a Fidel Castro. Comenzó a trabajar en CubaNet en 1998 y vive con sus perros y gatos en Santa Fe, comunidad habanera.