El Batallón Sagrado de Tebas:
El ejército de amantes homosexuales que humilló a los espartanos
El batallón Sagrado de Tebas supone un caso único e inesperado en la historia militar. Este cuerpo de élite estaba conformado por amantes homosexuales, aprendiz y maestro, y se convirtió en una de las tropas más temidas de la Antigüedad porque, a decir Plutarco, «la unión entre amantes aumentaba su capacidad combativa». De hecho, la unidad permaneció invicta hasta la batalla de Queronea, donde el rey Filipo II y Alejandro Magno arrasaron al batallón.
150 parejas de amantes varones
El Batallón Sagrado aparece citado por primera vez con ocasión de la batalla de Tegira, a principios de la primavera del 375 a.C, pero existía con anterioridad. El aristócrata tebano Górgidas fue el artífice de la creación de esta unidad, formada por 150 parejas de amantes varones. Górgidas se encargó de la formación y el reclutamiento del Batallón Sagrado, vertebrado por jóvenes aristócratas que se habían educado en el gimnasio, donde eran habituales las prácticas homosexuales.
Cabe señalar que el concepto de homosexualidad en la Antigua Grecia era muy diferente al actual. Sin ir más lejos, en ocasiones se confunde la homosexualidad entre adultos, reprobada gravemente entre el pueblo griego, con las relaciones entre un adulto y un joven, la pederastia, que estaban instrumentalizadas en algunas ciudades como parte de la formación de los adolescentes procedentes de la aristocracia. Así ocurría también en Tebas, donde las parejas contaban con un miembro de mayor edad, el «heniochoi» (conductor) y uno más joven, «paraibatai» (compañero). El conductor debía encargarse del adiestramiento y educación del compañero, sobre todo en lo que respecta a la moral. El hombre de más edad enseñaba al joven los valores de la lealtad, la fidelidad y la moderación.
Tras un duro periodo de instrucción, las parejas creaban entre sí un fuerte vínculo afectivo y profesional. El historiador clásico Plutarco defendía que el vínculo homosexual tenía ventajas militares, puesto que «un batallón cimentado por la amistad basada en el amor nunca se romperá y es invencible; ya que los amantes, avergonzados de no ser dignos ante la vista de sus amados y los amados ante la vista de sus amantes, deseosos se arrojan al peligro para el alivio de unos y otros».
La idea es que el destacamento lucharía con una convicción casi suicida ante los ojos de su compañero y, en el caso de los soldados que perdieran a su pareja, resistiría hasta la extenuación a cuenta de proteger el cadáver de su amante y vengarle. Sabedora de que las ventajas de su unidad, la legislación tebana se decantó por apoyar este tipo de relaciones de carácter homosexual con el fin de perpetuar la efectividad de su ejército.
El amanecer del poder de Tebas
Ayudó a reforzar el espíritu de estos soldados las múltiples raíces mitológicas en las que encontraba su reflejo el Batallón Sagrado. El héroe mítico Yolao, un joven atleta, domador de caballos y amigo y compañero inseparable de Heracles, servía a los aristócratas tebanos como referencia. De hecho, los amantes masculinos se juraban fidelidad en el herón dedicado a Yolao. Y por si eso fuera poco referente, el mito fundacional de la ciudad giraba sobre la historia de Layo, un rey de Tebas que raptó y violó a su hijastro adolescente, Crisipo. Un episodio que emplazó en esta ciudad el origen legendario de la pederastia en Grecia.
Durante cerca de 33 años, el Batallón Sagrado se alzó como la infantería más victoriosa de Grecia. La ciudad se encargaba de alimentarlos y pagarlos incluso en tiempos de paz, de modo que el ejercicio de las armas era su único oficio. En época de paz, este ejército permanente y profesional residía en la Cadmea como guarnición de la ciudad.
La unidad participó como lanza de la formación tebana en las batallas de Leuctra y de Mantinea, que dejaron colgando de un hilo el poderío de los espartanos. Hasta estas batallas, Tebas había sido un territorio bajo el dominio espartano y solo las innovaciones tácticas de Epaminondas lograron sacar a su ejército de su estado de aletargamiento. De hecho, el general Epaminondas está considerado uno de los mayores genios militares de la Antigüedad y, según el orador romano Cicerón, «el primer hombre de Grecia».
El genio de Epaminondas volteó por sí solo el mapa político de Grecia. En la batalla de Leuctra, los espartanos formaron con la tradicional falange, que tenía tendencia a avanzar hacia la derecha y a concentrar en este flanco la mayor parte de sus energías. Sabedor de esta obsesión por el flanco derecho, Epaminondas situó a toda su caballería y a una columna de cincuenta hombres de profundidad de infantería tebana en el ala izquierda. La formación tradicional de doce líneas de profundidad de Esparta cedió ante el impacto de la columna de cincuenta tebanos. Los espartanos trataron de mantener atrás la masa gigantesca de tebanos y del Batallón Sagrado hasta que fueron literalmente barridos por la columna. El ala derecha espartana fue derrotada con bajas de unos 1.000 hombres, entre los que se encontraba el Rey espartano Cleómbroto, de la misma dinastía que Leónidas.
Filipo y Alejandro Magno contra Tebas y Atenas
Los tebanos desplazaron a los espartanos como los guerreros más fieros, pero su hegemonía duró lo que Macedonia alcanzaba la madurez. Filipo II de Macedonia pasó varios años de su infancia como rehén en Tebas. Al volver a casa, el joven se propuso una reforma militar de los ejércitos macedonios que, partiendo de la tradicional falange griega, añadiera nuevos elementos tácticos para darle más flexibilidad y poder someter a aquellas ciudades griegas que seguían estimando al Reino de Macedonia como una tierra de bárbaros. Buena parte de esas tácticas las importó directamente de los tebanos.
Con las principales ciudades estado griegas sometidas y Atenas ofreciendo una alianza favorable a Macedonia, Filipo se dirigió contra Esparta a mediados del siglo cuatro a.C. y les envió un mensaje que en otro tiempo no hubiera hecho más que enaltecer a los fieros espartanos: «Se os avisa para que os sometais sin mayor dilación, pues enviaré a mi ejército a vuestras tierras y destruiré vuestras granjas, mataré a vuestra gente, y arrasaré vuestra ciudad». Los guerreros espartanos, no obstante, ya no eran lo que fueron y prefirieron conceder a Filipo II la paz sin presentar batalla.
Así, en el 340 a.C, Atenas se convenció de que la única forma de frenar el infinito apetito de Filipo II era a través de una confrontación directa. Acompañado de su hijo adolescente Alejandro, Filipo penetró en la Grecia central y venció en la batalla de Queronea (338 a. C.) a los tebanos y atenienses.
Los detalles sobre la batalla son escasos, pero se sabe que el joven Alejandro escribió con su actuación, al frente de la caballería macedonia, las primeras líneas de su fulgurante carrera militar. Mientras las tropas atenienses eran derrotados en el ala izquierda por la infantería macedonia, Alejandro dirigió una compañía de caballería, «los hetairoi», contra la unidad de élite de la infantería tebana, desplegada en el extremo derecho de la línea de batalla aliada.
Cuando la derrota ya era inminente, el Batallón Sagrado se mantuvo firme y sufrió una auténtica masacre. Plutarco asegura en sus textos que los 300 componentes del batallón perecieron ese día; sin embargo, una tumba comunal en Queronea evidencia que fueron en realidad 254 los muertos, siendo el resto de los miembros del batallón apresados o heridos ese día.
Precisamente Plutarco relata que Filipo, ante la visión de los cadáveres amontonados en una pila, afirmó en señal de respeto: «Muera el hombre que sospeche que estos hombres hicieron algo inapropiadamente».
Tebas y Atenas perdieron a cerca de 2.000 hombres durante esa jornada (más 4.000 prisioneros), en una de las derrota más decisivas de la antigüedad. El macedonio instauró a partir de entonces su hegemonía sobre Grecia, constituyendo la Liga de Corinto, que incluía a todos los Estados griegos, a excepción de Esparta. Lo paradójico es que Macedonia se valió al menos en parte de las tácticas de Tebas para ocupar su trono.
César Cervera