30 AÑOS SIN DIVINE, LA REINA MADRE
POR VALERIA VEGAS
En febrero de 1988 se estrenaba Hairspray, la película que le abriría a John Waters las puertas del mainstream. Tan sólo tres semanas después de aquella premiere, el 7 de marzo su irreemplazable musa, Divine, fallecía de una cardiomegalia complicada por su obesidad. Esta es la historia de la primera drag queen mediática que logró convertirse en personaje de culto a través de sus divertidas interpretaciones, sus irreverentes sesiones de fotos y sus pegadizas canciones.
TODO COMENZÓ CON ELIZABETH TAYLOR
Harris Glenn Milstead supo desde muy pronto lo que era el acoso escolar. Su gordura y su carácter afeminado le convirtieron en el blanco de las burlas de sus compañeros de clase, llegando incluso a la agresión física. A los quince años comienza a trabajar en una floristería para poco después dar el salto a un salón de belleza, en labores de peluquería. Un buen día su amiga del barrio, Carol Wernig, le presenta a John Waters, vecino que vivía a pocas casas de distancia y que comenzó a entablar conversación con Carol al quedar fascinado por su crema contra el acné de color verde. También por entonces conoce a David Lochary, futuro actor de las primeras películas de Waters, con el que entabla una fuerte amistad debido a lo mucho que reforzaba su personalidad. Es precisamente Lochary quien en 1963 anima a Glenn a vestirse imitando a su gran ídolo Elizabeth Taylor para una fiesta de Halloween, comenzando así su vertiginosa carrera en el mundo del travestismo.
A mediados de los años sesenta Waters rueda sus primeros cortometrajes, contando con la participación de sus amigos y por supuesto de Glenn, al que acaba de bautizar como Divine. Mondo Trasho sería su primera película, sin apenas diálogo y sustentada por diversas canciones, a la que seguiría Multiple Maniacs, filme que supondría la ruptura de Divine con su familia. Durante el rodaje su madre le advirtió que no hiciese nada que pudiese avergonzarles y cuando ésta contempló el resultado (donde Divine era violada por una langosta gigante) tan sólo le dijo: “Sigue tu camino y olvídate de que tienes un padre y una madre”. A su progenitora ya no le hizo falta contemplar dos años más tarde la que sería bautizada como la película que marcó los límites del mal gusto y en la que Divine ejercía de reina de la inmundicia; Pink Flamingos.
UNA DAMA DEL TEATRO ENTRE FLAMENCOS ROSAS
Para Pink Flamingos (1972) fue esencial la colaboración de Van Smith, maquillador y estilista que colaboraría asiduamente en los filmes de Waters y en el vestuario de Divine. Van fue el artífice de ese look que pretendía ser una mezcla entre Jayne Mansfield y el payaso Clarabell. Divine, con la profesionalidad que siempre le caracterizó, accedió a que su pelo fuese afeitado hasta la mitad del cráneo, con tal de crear uunas cejas de medidas exageradas y poder jugar mejor con el resto de su cara. Cuestiones de maquillaje aparte, si por algo es recordada dicha película es por su escatológica escena final, proclamándose reina del cine trash y demostrando al mundo que no había nada más punk que una drag queen.
Cuando finalizó aquel caótico rodaje, Divine viajó a San Francisco para integrarse en el grupo teatral The Cockettes. En aquel debut John Waters ejerció de maestro de ceremonias y la presentó como “la mujer más bella del mundo”. Aquellas funciones tenían títulos tan delirantes como Divine y sus estimulantes chulazos; Divine salva el mundo o Viaje al centro de Urano.
Aquellos espectáculos serían la antesala de su marcha a Nueva York para protagonizar la obra Women behind bars (Mujeres entre rejas) en la que interpreta a una funcionaria de prisiones parodiando las películas carcelarias de serie B. El éxito se repetiría de nuevo en su siguiente incursión teatral, The Neon Woman, donde se alzaría definitivamente como la gran estrella del underground. Diane Keaton, Warren Beatty o Liza Minnelli acudían como público para aplaudir a tan singular actriz. Desde Jack Nicholson a Mick Jagger querían fotografiarse con la drag queen de la que todo el mundo hablaba. Elton John, tras verla sobre el escenario, le invitó a actuar en uno de sus conciertos de fin de gira en el Madison Square Garden. Se había convertido en una habitual de la archifamosa discoteca Studio 54, donde igual se codeaba con Andy Warhol que era invitada al cumpleaños de Grace Jones o al estreno de Grease. Todos querían a Divine.
UNA NUEVA IDENTIDAD
Poco antes de su faceta teatral había estrenado Female Trouble, otro divertido vehículo para su lucimiento y bajo la dirección de Waters, que volvería a reclamarla en 1981 para una nueva película, Polyester. En esta ocasión Divine dejaría a un lado el papel de villana mal encarada que tanta popularidad le había dado, para convertirse en una sufrida ama de casa. Lo que en un primer momento le pareció maravilloso, poco después se convirtió en llanto al comprobar que su vestuario no era nada sofisticado y dejaba atrás esos vestidos ajustados que tanto le gustaban. Era su oportunidad para mostrar otro registro diferente, y además al lado de uno de sus ídolos de la infancia, Tab Hunter, actor encumbrado en los años cincuenta que todavía mantenía el aura de sex symbol. Waters advirtió a Divine que sólo tenía presupuesto para contratar a Tab durante una semana de rodaje, por lo que no podían permitirse ningún tipo de nervios ni muchas repeticiones.
El comienzo de la década de los ochenta le traería una nueva aventura profesional que afianzaría su fama y su cuenta corriente. Divine se había lanzado a la industria musical erigiéndose como singular diva de la música disco con canciones como Shake it up, I’m so beautiful o Love reaction, siendo su tema insigne You think you’re a man, siendo versionada tiempo después por el grupo escocés The Vaselines, e incluso por la actriz Emmanuelle Seigner en 2013.
Divine visitó España en distintas ocasiones para celebrar conciertos en Barcelona, Ibiza y Madrid. En el programa de Televisión Española, La edad de oro, lograron entrevistarla y no dudo en declarar “cuando cantas lo importante no es como lo hagas, si no como te vendes, como te comportas en el escenario”. Sin duda alguna su actitud era su principal reclamo, aunque en 1984, mientras actuaba en el programa británico Top of the Pops, la centralita recibió multitud de llamadas en las que los espectadores pedían no volver a Divine en la pequeña pantalla. Estaba claro que no era un plato para todos los gustos, porque como John Waters matizó por entonces: “Divine es la Godzilla de las Drag Queens. Todas quieren ser Miss América y ella rompe con todo eso, de ahí que muchas la odien”.
La década de los ochenta le traería algo todavía más importante, la reconciliación con sus padres. Su madre contempló como un joven que tenía sentado a su lado se encontraba leyendo una revista en la que se hablaba de John Waters, aquel vecino que dejaron atrás por haberse mudado a Florida en los últimos años. Luego observó la portada de aquella revista gay y contempló unos ojos que le resultaban familiares. No eran otros que los de su hijo Glenn, al que acababa de descubrir como Divine tan sólo por la mirada. Le llevó aquella publicación a su marido y este corroboró lo mismo, se trataba de Glenn. Tras nueve años sin mantener contacto alguno, su madre movió los hilos suficientes para conseguir su teléfono. Y le llamó. Ambos se echaron a llorar y pronto tuvo lugar el ansiado reencuentro. Todo marchaba estupendamente aunque Divine tenía una nueva ambición.
LA DRAG QUEEN DEL SIGLO
A través de las entrevistas comenzó a dejar claro que para él la transformación era tan sólo su trabajo y no su modo de vida, por lo que deseaba demostrar también su faceta masculina como actor. En algunas ocasiones llegaba a parecer que renegaba de su pasado, aunque reconocía estar algo cansado de preguntas en torno a Pink Flamingos, consciente de que la imagen de diva agresiva le alejaba del star system de Hollywood.
En 1985, tras actuar en Polvo de oro, por vez primera fuera de las ordenes de Waters, logra su deseo de interpretar un personaje masculino con Trouble in Mind, estrenada en España como Inquietudes y en la que da vida a un mafioso. Resarcía así una frustración que arrastraba desde que se presentó a las pruebas para Blade Runner, sin resultado alguno, pese a que el director Ridley Scott le había declarado su admiración.
Había llegado el momento en que Divine lograba captar la atención de los productores y su camino hacia el cine convencional era cada vez más latente. Incluso el propio John Waters le otorgó el rol de madre para la exitosa Hairspray. La crítica alabó al unísono su trabajo, donde dotaba de credibilidad al personaje haciendo olvidar al espectador que aquella ama de casa estaba interpretada por una drag queen, que se codeaba en el reparto con estrellas como Sonny Bonno y Debbie Harry. Este musical supondría el primer gran éxito comercial tanto para Waters como para Divine, la cual se encontraba en racha y acababa de firmar un contrato para trabajar en la serie Matrimonio con hijos, donde tendría de nuevo la oportunidad de actuar en un rol masculino. Pero aquella interpretación nunca llegó a producirse. Divine fallecía el 7 de marzo de 1988, pocas semanas antes de comenzar el rodaje de la que se convertiría en la serie más duradera de la cadena Fox, tras Los Simpson.
La causa de su muerte se debía a un agrandamiento anormal del corazón, cuya obesidad no ayudó a remitir sus problemas cardíacos. Su funeral estuvo repleto de amigos, Divine yacía en un féretro de color azul y pronto llegaron coronas de flores remitidas por Tab Hunter, Elton John y Whoopi Goldberg entre otros. Era el adiós de un actor incipiente y el nacimiento de un mito de la cultura underground. Divine demostró que todo era posible, dio voz a los que se sentían diferentes e hizo de la provocación un arte. Su epitafio podría haberse sacado de la revista People, que la calificó como “La Drag Queen del siglo”.