ABUSOS PEDÓFILOS
El dramático relato de una infancia rota por los abusos sexuales
Fue sometido a abusos desde que tenía 6 años hasta que, con 13, perdió el miedo y rompió el silencio. El miedo y el sentimiento de vergüenza suele acompañar a las víctimas de abusos sexuales en la infancia
El relato de un niño zaragozano al que su tío convirtió en objeto sexual
Es de Zaragoza, ahora tiene 16 años y arrastra un cuadro de estrés prostraumático, depresiones e inestabilidad por una infancia marcada por los abusos sexuales a los que le sometió de forma continuada un tío abuelo suyo, de 56 años, que acaba de ser condenado a prisión. Irá a la cárcel gracias al testimonio aportado por el menor, que hace dos años, con 13 de edad, decidió romper el tormento que hasta entonces había ocultado a sus padres por vergüenza.
El dramático relato de una infancia rota por los abusos sexuales ha quedado condensado en 18 folios de la sentencia que acaba de dictar la sección tercera de la Audiencia Provincial de Zaragoza. Más allá de las consecuencias penales, el apartado de «hechos probados» de este fallo es en sí mismo el crudo compendio de una infancia truncada por los abusos pedófilos y una adolescencia dinamitada por las secuelas.
El adolescente contó al tribunal los hechos. Le tocó detallarlos con crudeza tras superar una vergüenza que -como él mismo ha explicado- le forzó a sumirse en un silencio insoportable. De ahí que los psicólogos hayan destacado la liberación que el muchacho sintió cuando rompió ese silencio.
En el sumario se recoge cómo el muchacho explicó la parálisis en la que se veía sumido cuando sufría esos abusos, cómo se bloqueaba «y no sabía qué hacer» cuando su tío abuelo le abordaba. Ha relatado lo que empezaron siendo tocamientos y acabaron siendo relaciones sexuales. Cómo para él, la Nochevieja del 2013, cuando tenía 12 años, acabó con su tío desnudo y practicándole sexo oral en presencia de un hijo del acusado que tiene una edad muy similar a la de la víctima. Los hechos ocurrieron en la vivienda del ahora condenado, pero el ahora condenado logró mantenerlo oculto para que esos episodios pasaran desapercibidos para el resto de adultos de la familia.
Los abusos habían comenzado mucho antes, cuando el muchacho tenía solo seis años. En enero y febrero de 2014 acabaron en varios episodios de sexo oral. En una ocasión, el tío abuelo obligó al niño a que le practicara una felación. En otra le adiestró para que se practicaran sexo oral mutuamente y la relación acabó con los gritos del menor tras haber sido penetrado analmente por su tío abuelo con sus manos. Contó incluso cómo, en cierta ocasión, el acusado le abordó sexualmente en un rellano del bloque de pisos y aquellos abusos acabaron precipitadamente al bajar unos vecinos por las escaleras.
El testimonio relata el triple drama que sufrió este menor: ser víctima de abusos sexuales, sufrir por la vergüenza que le hacía guardar en secreto lo que le sucedía y, además, verse sometido al acoso de su primo -hijo del ahora condenado-, que le amenazaba con contar lo que ocurría. Al final, esa presión le hizo romper el silencio, superar la vergüenza y el miedo. Con 14 años, empezó a destapar los abusos continuados de los que venía siendo víctima desde que tenía seis años. Le costó articular el relato. La sentencia detalla cómo el muchacho se resistió en Comisaría a dar todos los detalles porque no quería que se enteraran sus padres. Se desahogó con la orientadora de su colegio, con los psicólogos que le han ido atendiendo y, finalmente, con los jueces que han instruido y sentenciado.
Los magistrados de la Audiencia de Zaragoza que han juzgado el caso han hecho constar en su sentencia la exhaustividad con la que el menor acabó relatando los abusos de los que había sido víctima durante años. «Las declaraciones del menor son persistentes, claras y contundentes, con todo tipo de detalles», se indica en el fallo.
La madre temió que se quitara la vida
La madre ha contado cómo el pequeño se resistía a denunciar por miedo y por vergüenza. Cómo temió seriamente por que acabara suicidándose, «se quería suicidar tirándose por la ventana», indica la sentencia a partir del testimonio aportado en el juicio por la madre del muchacho.
Los informes periciales han destacado que, hasta que relató lo que le estaba ocurriendo, ese silencio «generaba en él una reacción vivencial anormal consistente en ataques de rabia e impulsividad, con pesadillas recurrentes».
Ahora, dos años después de que su testimonio pusieran fin a los abusos que sufrió durante ocho años, el caso ha quedado resuelto en vía judicial, pero la víctima sigue necesitando atención psicológica especializada y su adolescencia está marcada por esa infancia rota. «Presenta sentimientos de vergüenza y de sentirse sucio, y emociones de rabia y de asco», dejó escrito uno de los informes aportados al sumario judicial.
Tuvo que someterse a un tratamiento facultativo psicológico y de psicoterapia, pero sigue presentando secuelas. Arrastra «síndromes psiquiátricos y trastornos neuróticos por estrés postraumático», indica el fallo de la Audiencia de Zaragoza a partir de los informes aportados por los especialistas. Además de estrés postraumático, presenta un estado de ánimo depresivo y ansiedad. En los informes periciales se habla también de «sensación de inseguridad, falta de control y desconfianza en los demás».
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