Ya falta poco para que usted entregue la presidencia de Cuba a su sucesor. Esto coincide con el final de mi etapa como jefe de nuestras operaciones clandestinas en Venezuela. Pero no le escribo para despedirme y celebrar nuestros logros. Ya tendremos tiempo para eso.
Le escribo porque estoy preocupado. La situación no es sostenible y requiere un cambio drástico. El propósito de este memorando es hacerle una propuesta al respecto para garantizar la continuidad de nuestra relación con Venezuela.
La estabilidad de Cuba depende de que sigamos teniendo allí un gobierno “nuestro”. A esa prioridad le hemos dedicado, durante casi dos décadas, nuestros mejores talentos, instituciones y recursos. Y lo hemos hecho bien.
Logramos controlar la nación con las mayores reservas de petróleo del planeta sin un solo disparo y sin involucrar abiertamente a nuestras fuerzas armadas. Y lo hemos hecho sin que, hasta ahora, el mundo se diese cuenta de que las más importantes decisiones en la economía, la política, la seguridad interna o las relaciones internacionales de Venezuela las determinamos nosotros. Lo mismo vale para los nombramientos más importantes en las fuerzas armadas, el poder judicial o en los servicios de inteligencia y seguridad. En lo que nos interesa, se hace lo que nos conviene.
Los beneficios para nuestra patria han sido inmensos. No son solo los millones de barriles de petróleo que apuntalaron nuestra economía. Venezuela también nos paga muy generosamente los médicos, entrenadores y asesores de todo tipo que les enviamos. Las comisiones que nuestras empresas le cobran a Caracas por actuar como intermediarias en las importaciones de comida y otros productos nos generan enormes ganancias. Nuestra diplomacia se ha fortalecido por el control que tenemos sobre la cancillería y las embajadas venezolanas. Gracias al petróleo venezolano nuestra influencia en los países del Caribe y Centroamérica ha sido enorme. Hemos evacuado de allí a EEUU.
Pero todo esto está en peligro.
Usted lo sabe, pero debo repetirlo. La situación, ya difícil, se ha hecho imposible. El 88% de los hospitales reporta que no tiene medicinas para sus pacientes, el 90% ya no puede ofrecer servicios de emergencia, el 79% dice que con frecuencia no hay agua y en el 96% no hay suficiente comida. La mortalidad infantil es una de las más altas del mundo. El absentismo en las escuelas y liceos es enorme ya que alumnos y docentes pasan la mayor parte de su día buscando alimentos. En 2017 los venezolanos perdieron, en promedio, 11 kilogramos de peso y el 89% vive en condiciones de pobreza. El índice de homicidios es uno de los más altos del mundo. La inflación también.
La industria petrolera, que genera el 90% de las divisas del país, ha colapsado. Hoy su producción de crudo es la mitad de lo que era cuando el comandante Chávez llegó al poder en 1999. Se calcula que cerca tres millones de venezolanos se han ido del país.
Estamos a punto de matar a la gallina de los huevos de oro. Afortunadamente, las próximas elecciones nos ofrecen una oportunidad para evitarlo. Maduro es claramente incapaz de manejar la crisis y está perdiendo apoyos rápidamente. Necesitamos que en las elecciones presidenciales de mayo haya un cambio de caras.
Recomiendo lo siguiente:
1) Hacer que Maduro pierda las elecciones y obligarlo a entregarle el poder al ganador de estos comicios. Esto legitimaría ante el mundo la democracia venezolana. Para persuadir a Maduro le ofreceremos un cargo simbólico y una mansión en La Habana. Pero, sobre todo, le haremos saber que si no colabora, estamos dispuestos a hacerle perder la enorme fortuna que ha acumulado. Él sabe que podemos hacerlo. Cuando sus aliados vean que ya no goza de nuestro apoyo, lo abandonarán. A ellos también deberemos darles.v“incentivos”.
2) Llegar a un acuerdo con el candidato presidencial de la “oposición” que más “flexible” sea. Nosotros le garantizamos que ganará las elecciones (aún controlamos el Consejo Nacional Electoral, el órgano que cuenta los votos y decide quien las gana) y le daremos la libertad de actuar como prefiera en varios frentes, especialmente la economía. Pero nuestro apoyo dependerá de que sigamos recibiendo el petróleo y que continuemos ejerciendo el control sobre los nombramientos más importantes de los militares, los servicios de inteligencia y por supuesto, del equipo de seguridad personal del presidente. También seguiremos decidiendo quiénes son los directivos de la empresa petrolera nacional, y los principales jueces.
Un beneficio adicional de este esquema es que nos permitirá seguir usando a Venezuela como laboratorio para aprender a manejar a Cuba en el futuro. Un sistema político parcialmente abierto, donde se guardan las apariencias de la democracia y donde hay ciertas libertades.
Pero donde nosotros seguimos en el poder.
Nota a los lectores: este memorando es falso y solo producto de mi imaginación.