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General: Miguel Díaz-Canel, un sobreviviente "del aparato" del poder en Cuba
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 26/04/2018 15:30
CUBA
En la jerga popular cubana, "el aparato" son los métodos de inteligencia utilizados por el régimen castrista para garantizar su control absoluto, de lo cual no quedan exentos ni los más allegados a los verdaderos dueños del poder.

                                                                                                                           El presidente con su novia la reina de Cuba
MIGUEL DÍAZ-CANEL, UN SOBREVIVIENTE "DEL APARATO" DEL PODER EN CUBA               
    Emilio Ortega - Diario Las Américas
La elección o designación de Miguel Díaz-Canel como nuevo gobernante de Cuba no fue una sorpresa: el propio Raúl Castro dijo que fue uno de los “preparados” como posible relevo, sobre todo por su alto nivel de confiabilidad.
 
Lo que sí fue inesperado fue el voto del "NO". De los 605 diputados, uno votó en contra, para que el “acto electoral” concluyera con el 99.8% a su favor y no con la reiterada y manipulada unanimidad.
 
Alguien, un legislador silencioso y quizás temeroso, se la jugó y expresó de esa forma lo que pensaba. Fue el único que dio su criterio, a su manera, de forma oculta, para aislarse así de los que en realidad –quién sabe cuántos– desaprobaban de corazón el ascenso de Díaz-Canel y no tenían el coraje para decirlo en forma pública o porque conocen “el método”.
 
Hoy en las redes sociales que circulan en la isla es posible apreciar y comprobar que entre los cubanos –de Cuba– que pasan por comunistas porque defienden un puesto o cargo por conveniencia y oportunismo, emergen esas señales raras como la del diputado.
 
No todos coinciden en que Díaz-Canel es “el hombre fuerte”. Hay quienes piensan que existe otro, cuyo carisma no le viene quizás por aplaudir siempre, levantar banderitas o ser calificado de confiable, sino por acciones concretas que están dándole cierta prosperidad a una parte de la zona oriental de la isla. Me refiero a Lázaro Expósito, el primer secretario del Partido Comunista en Santiago de Cuba.
 
Lo que más anhela el cubano de a pie es mejorar su calidad de vida, y Expósito, como buen alumno de Fidel Castro, aplica a su paso los astutos métodos de aquél que, tras al triunfo de 1959, entregó lo que más necesitaba el pueblo cubano: salud y educación.
 
Según Maquiavelo, quien quiera dominar, manipular y hacer a alguien su siervo de por vida, entregará un caballo de los miles que posee en su caballeriza. Aquél lo recibirá y agradecerá eternamente y será su más fiel vasallo. El que lo entrega no afecta su riqueza y su poder, por el contrario, gana multitudes.
 
Expósito “ha manifestado con hechos y no con palabras huecas que sí le importa el bienestar del pueblo y es su manera de hacer política”, escribió en su Facebook un conocido periodista de la televisión cubana. Es simple: está dando lo que él cree que más necesita hoy la población santiaguera (para mantenerla tranquila y callada): pan y circo, comida y recreación. De ahí que muchos lo consideren “el hombre fuerte”, “un Dios”, el que puede sacar a Cuba de su profundo ostracismo. Lo mismo dijeron y pensaron en otro momento de Eusebio Leal, pero lo trituró “el aparato” en épocas de Raúl Castro.
 
Hoy los cubanos que rechazan a Díaz-Canel están subiendo videos de éste, visiblemente borracho, mientras pronunciaba un discurso en un acto por el aniversario de la revolución sandinista en Nicaragua, en julio de 2017.
 
Ojo, mucho ojo con las redes sociales convertidas en un surtidor del que emanan ideas y opiniones que permiten apreciar el verdadero pensamiento del cubano común y no tan común, de tirios y troyanos.
 
El hecho de que un diputado votara en contra invita a pensar que, en un plazo relativamente corto, cuando por ley natural no esté ya la generación histórica –la del Moncada, el yate Granma y la Sierra Maestra–, muchos legisladores –ya sin máscaras en sus reuniones y sin actuaciones de doble moral– propiciarán el funcionamiento democrático real del Parlamento, condenado a sesionar solo durante 48 horas. Es, a ojos vista, lo que pudiera hacer polvo el método maquiavélico establecido por Fidel Castro.
 
El aparato
¿Quien entonces decidió que Díaz-Canel fuera el relevo y no Expósito, y no otro? ¿Cuánto de sorpresa o sorprendidos hay en su designación como nuevo gobernante de Cuba? Sólo aquellos que no conocen los precisos mecanismos creados por el “Comandante en Jefe” durante casi medio siglo pudieron manifestar o sentir algo de asombro o extrañeza.
 
Dicho en términos bien cubanos: la jugada estaba cantada desde su ascenso en 2003 –con 43 años de edad– al Buró Político del Partido Comunista (único permitido en la isla). Era entonces uno de los integrantes de un selecto grupo de “jóvenes” propuestos y sometidos a custodia y observación total por parte de “el aparato”, para terminar su adoctrinamiento y preparación con vistas a futuros desempeños. Muchos de ellos cayeron, algunos de manera estrepitosa, como Roberto Robaina, Felipe Pérez Roque, Carlos Valenciaga, Carlos Lage, Otto Rivero, Fernando Remírez, Conrado Hernández y Raúl Castellanos, según prueban los casos más conocidos o divulgados.
 
¿Cuánto saben sobre esos mecanismos y qué opinan estos últimos, los que cayeron tras el “affaire” del hotel Ambos Mundos, y cuánto también Díaz-Canel? El 4 de marzo de 2009, en la única explicación pública del caso Lage-Pérez Roque, Fidel Castro dijo que “la miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno”. La verdad –ellos lo saben– es que los trituró “el aparato”, que los mantenía bajo vigilancia total, al extremo de controlar sus comunicaciones, mantenerles chequeos visuales permanentes y agentes incrustados en sus respectivos círculos familiares y de amistades. Comprobaron que su fi-de-li-dad no era total, que aborrecían y detestaban las autocráticas reglas del señor Machado Ventura, a quien calificaron de “vejestorio”, y de otros que frenaban la simiente del verdadero cambio frente al conservadurismo oportunista y la ortodoxia dictatorial.
 
Díaz-Canel, al igual que el actual canciller Bruno Rodríguez, son sobrevivientes de esos refinados métodos estalinistas que Raúl Castro conoció, respaldó y aplicó (y seguirá aplicando).
 
Parte de esos procedimientos o técnicas draconianas es el férreo control sobre los medios de prensa, todos bajo registro y vigilancia permanentes por parte del Partido Comunista. Lo saben todos los que han hecho y hacen el intento por subir páginas o blogs a las redes digitales internacionales; lo saben 14ymedio, CiberCuba y El Estornudo, por citar algunos.
 
Lo que no se parezca a la “línea oficial” no sale y, si sale, ya sabemos lo que viene detrás. Lo sabe Pelayo Terry, el defenestrado director de Granma (una publicación con amplio historial de deslices), que “no vio” o se hizo el desentendido con un epígrafe que le costó el cargo: “Revolución de Octubre: uno de los acontecimientos más trascendentales del siglo XX. Presidió Raúl Gala homenaje por el histórico hecho”. ¿Raúl Gala? ¿Qué quiso decir o insinuar ese encabezado, que alude de forma indirecta a un conocido transformista e imitador? Según otra versión, fue Machado Ventura quien ordenó “despatarlo” por no haber publicado en forma íntegra su discurso en ese mismo acto.
 
Cuba se mueve y se moverá indefectiblemente hacia la economía de mercado; no tiene otra alternativa ante la situación de virtual asfixia en la que vive el país. Lo saben Dáz-Canel y Expósito. Se lo han recomendado en forma reiterada, tanto los chinos como los vietnamitas, a las decenas o cientos de dirigentes de todas las alturas e instituciones que han viajado en los últimos 20 años a Pekín y Hanoi con los gastos de transporte y hospedaje pagados por esos gobiernos.
 
Pero “una cosa es una cosa y la otra es la otra”, como diría Cantinflas. La desaparición de las prácticas y mecanismos diabólicos que permitieron y posibilitan la caída o el freno de unos y el ascenso de otros, no está aún a la vista por una razón que poco se menciona en los cientos de panfletos, artículos y análisis publicados en los últimos días sobre el aparente cambio en la isla: “el aparato” está ahí, vivo; lo estará mientras existan no los hombres –no Raúl Castro, no Ramiro Valdés, no Furry [Abelardo Colomé Ibarra], no Polo Cintra-Frías– sino los que continúen y preserven en ese sentido la herencia macabra y tenebrosa de Fidel Castro, la manera que creó y fomentó para perpetuarse y eternizar lo que otros denominan “el sistema”, “el trabajo ideológico”; es la forma para garantizar, además, la subsistencia de toda una amplia, contaminada y corrupta descendencia.
 
Ahí están y estarán las poderosas Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y el Ministerio del Interior (MININT), con su temible y terrorífico G2, Villa Marista y Versalles, la CI o Contrainteligencia y sus múltiples departamentos y tentáculos, destinados a penetrar y desarticular a los “cuatro gatos” de la disidencia; nacidos y reservados para seguir haciendo crecer los abultados archivos, las fichas y caracterizaciones de personas, diplomáticos y grupos, de blogueros y jefes de organismos. Nadie escapa de “el aparato”, ni el propio Expósito, ni Díaz-Canel, ahora en su encumbrado cargo. Ahí está la clave.
 
EMILIO ORTEGA
 


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