Los bares de Nueva York pueden echar a los seguidores de Trump
Greg Piatek se acercó a un bar en el barrio neoyorquino del West Village para tomar algo. Fue en enero del año pasado, unos días después de la toma de posesión de Donald Trump. Llevaba puesta una gorra roja con el lema de campaña del republicano “Make America Great Again”. “Debes estar de broma”, le dijo uno de los dependientes, “no puedo creer que puedas apoyar a alguien tan terrible”. Tras consultar con el dueño le dijeron que no era bienvenido y se negaron a servirle, “así que vete”.
El contable de Filadelfia, de 31 años de edad, se sintió discriminado por la furia liberal neoyorquina y presentó una demanda. Piatek iba con dos amigos. El incidente, asegura, le ofendió como estadounidense. Pero ahora un juez en Manhattan se pone del lado del patrón y los empleados del The Happiest Hour, al considerar que no hay nada “escandaloso” en esta decisión. El argumento del magistrado es que la legislación no protege contra la discriminación política.
El abogado de Greg Piatek explicó que su cliente llevaba la gorra puesta en la taberna porque acababa de visitar el museo memorial de dedicado a las víctimas de los atentados del 11 de septiembre y señaló que el lema forma “parte de su creencia espiritual”. “Le forzaron a salir por eso del bar”, insistió. “Apoyar a Trump no es una religión”, precisó Elizabeth Conway, abogada del dueño del local, al presentar sus argumentos ante el juez David Cohen.
Solo las creencias religiosas están protegidas por la legislación estatal y de la ciudad contra la discriminación. El magistrado tampoco estaba muy convencido con las creencias religiosas de Piatek. “¿Cuántos miembros hay en el programa espiritual de su cliente?”, preguntó Cohen al abogado del demandante, que no pudo responder. “¿Entonces es un credo de una sola persona?”, insistió el juez. “Sí”, replicó sin poder desarrollar el argumento.
El intercambio duró aproximadamente una hora. Tras una breve pausa, el juez volvió a la sala para exponer su decisión. Empezó rechazando el argumento de que la gorra representa sus principios religiosos y continuó diciendo que el daño emocional del incidente es “insignificante”. También determinó en su opinión que el hecho de que no le sirvieran y le echaran del bar “no es una conducta escandalosa”. El abogando del demandante debe decidir ahora se apela.
El dueño del The Happies Hour no quiere más problemas y para evitar un incidente similar decidió hace unos días prohibir por completo llevar cualquier tipo de gorra de béisbol en el interior del local.
SANDRO POZZI -NEW YORK