De regreso a su casa después de un encierro de un año en el psiquiátrico de La Habana, Daniel Llorente quiere seguir con su lucha por la libertad. En conversación con este periódico, el hombre de la bandera asegura que quiere recuperar la enseña estadounidense que le fue confiscada cuando la enarboló en el desfile del Primero de Mayo del año pasado.
Llorente cuenta que durante los últimos días de su estancia en el psiquiátrico se redobló la seguridad alrededor de la sala donde estaba hospitalizado. “Había patrulleros de la policía y dos custodios cuando normalmente solo había uno”. Sospecha que las autoridades lo vigilaban para que no intentara escapar y repetir su acción del Día de los Trabajadores.
“La bandera que me quitaron pienso recuperarla porque no fue confiscada legalmente”, asegura este taxista por cuenta propia que se ha convertido en el rostro más visible en la Isla a favor del deshielo diplomático entre Washington y La Habana.
“Voy a escribir al Consejo de Estado, al periódico Granma y a las agencias de prensa extranjera para que sepan que quiero recuperar mi bandera”, puntualiza.
El despliegue de la enseña frente a la tribuna donde Raúl Castro aguardaba el inicio del desfile se convirtió en el acontecimiento del día para los más importantes medios internacionales, convocados para cubrir un evento que el oficialismo usa tradicionalmente para mostrar el apoyo popular a su gestión.
“No me dieron ningún documento que diga que estoy libre y tampoco hubo juicio ni fui condenado, todo fue muy arbitrario”, explica el disidente.
“La doctora que me atendía en Mazorra siempre reconoció que yo no tenía ningún tipo de problemas psiquiátricos y hasta el director del hospital me dijo que no podía hacer nada porque era la Seguridad del Estado quien determinaba todo sobre mi caso”.
Llorente asegura que el año que pasó detenido fue en realidad un secuestro “por órdenes de Raúl Castro y la Seguridad del Estado, en coordinación con el Consejo de Estado y con la complicidad de Salud Pública y el Ministerio de Justicia”. “No había cometido ningún delito ni tenía problemas psiquiátricos. ¿Qué hacía ahí?”
Llorente quiere mantenerse como un activista independiente y asegura desconfiar de los grupos opositores “porque sin duda alguna la Seguridad del Estado está infiltrada en muchos de ellos”.
“Quiero llevar las cosas de forma tal que siempre sea con respeto a la ley, sin provocaciones, porque contra ellos hay que utilizar sus propias leyes”, recomienda. “Los oficiales de la Seguridad del Estado con los que hablé me dijeron que cuando tuviera algún problema los llamara a ellos y que no hiciera nada sin llamar”.
De aquel 1 de mayo de 2017 recuerda todas los obstáculos que sorteó para llegar a la Plaza de la Revolución, las advertencias que recibió de la policía y el emotivo momento en que se coló por debajo del cartel que daba inicio al desfile. “Cuando me vi corriendo con la bandera no lo podía creer, fue muy emocionante”.
De inmediato se le acercaron varios hombres que lo redujeron y golpearon. “No me dio tiempo a verles las caras y yo iba gritando: acuso a Raúl Castro de maltrato al pueblo de Cuba y a los trabajadores”. Apenas podía respirar y uno de sus captores le dijo con rabia: “tú tienes es que morirte”.
“Me tiraron al césped y me amarraron las manos con el cinto que me quitaron, le pedí ayuda a una doctora que estaba cerca pero se fue”, evoca Llorente. Después fue subido a un vehículo y trasladado fuera de la Plaza. Su calvario apenas comenzaba.
LUZ ESCOBAR, LA HABANA