Prostitución masculina en Cuba, una historia real
Son las 2:07am y me encuentro en el Malecón Habanero, justo frente por frente al Bimbón. Estoy en este momento rodeado, según puedo calcular, por más de 400 personas. La gran totalidad son hombres homosexuales que ejercen la prostitución en este sitio. Intento introducirme en el juego. Camino de un sitio a otro mirando a todos, un poco extrañado aunque mi objetivo era aparentar familiaridad con el contorno.Para nadie es secreto que Cuba es un principal destino de turismo sexual en el mundo, aunque me duela en el alma lo debo admitir. En la década de los 90 con la apertura del turismo la prostitución aumentó exponencialmente. A principios de los 2000 cuando aparece Chávez junto con las grandes inversiones por el turismo médico, el turismo convencional pasa a un segundo plano perdiendo prioridad, y de este modo todas las instalaciones y servicios turísticos perdieron la calidad establecida. De esta forma, el único turismo que se ha mantenido fuerte hasta el momento en Cuba, es el turismo gay.Estoy rodeado de policías, hay como cinco en menos de 10 metros cuadrados. Todo quien pasa por delante de ellos le piden el carnet de identidad. Yo fui uno de los interrogados. Tuve que responder preguntas como: ¿Estudias o trabajas? Si eres de Centro Habana, ¿Qué haces por esta zona? ¿Tienes antecedentes penales? Nada pasó con mi persona porque mi interés era continuar la investigación y no discutir con estos esbirros. Me acerco a un travesti conocido como “Samanta” y ella me explica lo ocurrido.
Resulta que la policía tiene la orden de detener a todo el cubano que no sea de La Habana y transite por esa zona. Cuando ellos capturan 4 o 5 “no habaneros” entonces llega el camioncito de la policía y los llevan a la estación de la PNR de Zapata y C. Allí les levantan un acta por “asedio al turismo” y los deportan a sus respectivas provincias con restricciones para regresar nuevamente a la capital.
“Cada vez que agarran a un oriental este le tiene que pagar 3 cuc al policía para que no llame a la patrulla y lo manden a Oriente, y después imagínate, de madre regresar a La Habana”- Me sigue contando Samanta sobre la situación.
Sigo mirando a mi alrededor y entre el gran tumulto de gente veo a turistas rubios altos, por supuesto que no son norteamericanos. ¡Parecen europeos nórdicos! Uno de ellos mide casi 2 metros y conversa con un chico que no creo llegue al metro sesenta de altura. Escucho lo que hablan y me doy cuenta que tienen problemas de comunicación y digo, ¡Voy a ayudar! Doy varios pasos y me paro al lado de ellos. El extranjero habla en inglés y el cubano en español, ninguno se entiende. Yo me defiendo un poco en inglés. Quizá les pueda auxiliar a entenderse.
Me meto en la conversación y me presento. Por supuesto no entiende mi nombre y no pierdo tiempo en explicarle. Le digo en inglés: “Imagina que estás diciendo U.S. NAVY”. Me dice que es ruso y se presenta como Denis; el cubano me cuenta que es de Ciego de Ávila y que está “en la lucha”. ¿Ahora cómo le explico yo a ese ruso lo que significa “estar en la lucha”? Pero me imagino que si el ruso está en este lugar se debe imaginar que esto es un mercado de prostitución barata. Denis quiere saber cuánto cobra el chico cubano (me dijo su nombre, pero de verdad que es más complicado que el mío y no lo recuerdo).
“¿Cuánto cobras mi hermano?” – Le pregunto “Dile que yo hago de todo. Cobro 5 cuc con condón y 10 cuc sin condón” – Me indica.
Mis ojos solos se abren, me ha caído un cubo de agua fría. ¿Dónde estoy? Se me congela el alma y el pecho se me encoge. No puedo decir nada, tengo un nudo en la garganta. ¿Cómo que 10 cuc sin condón? ¿Cómo una persona puede poner precio a su vida y su salud? ¿10 cuc? ¿En serio? ¿Cómo le explico al ruso que este niño tiene tarifa especial para sexo sin condón? Me estoy enredando.
Finalmente se lo traduzco, así tal cual, con la misma frescura y tranquilidad con que me lo dijo el avileño. Denis me mira a los ojos fijamente por primera vez. Su rostro cambió completamente al darse cuenta que no estoy bromeando; y le pregunta al cubano: -“¿Qué edad tienes?” Y el chico cubano responde: -“Ya casi cumplo 17”-. Acto seguido el ruso me dice: “Mejor me voy a casa” y se marcha dejándome con Yasiender (que finalmente entiendo su nombre). Le dije:
“Yasiender, tu puedes hacer lo que quieras con tu cuerpo. Eres joven y libre. Puedes ponerte el precio que más te guste, no te critico en lo absoluto; pero poner un coste a tu vida, tu salud, eso es inaceptable. Tú vales mucho chico, buena suerte”
Sé que no me ha entendido del todo pero no puedo estar un segundo más en esa situación. ¡Es un menor de edad! Debería estar estudiando para las pruebas de ingreso de la universidad, o jugando en su casa dominó con sus amigos, pero ¿qué hace un niño de 17 años prostituyéndose de tal forma en las calles de La Habana? No encuentro ninguna respuesta entre todo el torbellino de ideas que me vienen a la cabeza.
Sigo caminando por la calle 23 y subo hasta un sitio llamado “LA GRUTA”. Voy solo. Ninguno de mis amigos ni familiares sabe dónde estoy. Sólo llevo mi teléfono celular con cámara y mi billetera con algunos cuc (un poco menos que lo que Yasiender cobraba). LA GRUTA es una discoteca gay, una de esas que Mariela Castro ha logrado abrir legalmente en La Habana. Hace pocos años estos sitios de ambiente se organizaban fuera de la ciudad y eran conocidos como “Fiesta de William”, donde la policía acosaba y reprimía muchísimo. Al parecer finalmente han logrado habilitar un espacio de entretenimiento homosexual en Cuba. ¡Ya era hora! Voy a entrar a echar un vistazo.
Bajo las escaleras, pago mi entrada de 3.00 cuc y entro. ¡Vaya! ¡Sorpresa! Hay una señora con una palangana de agua con hipoclorito “obligando” a todo el mundo que entra a meter las manos ahí. ¡Claro, el cólera!
El ambiente está tranquilo, la música me gusta. Justo en este momento suena la canción de Descemer Bueno con Buena Fé “Ser de Sol” y pasan el video clip por la pantalla. El lugar tiene bonita iluminación. Hay personas sentadas en unas mesas frente al escenario mientras otras se quedan de pie. Por supuesto, todo tiene pinta de que habrá un show… y vaya suerte, acaba de comenzar. Se apagan las luces y comienza la música Dance. Salen cuatro chicos vestidos de militares con gafas y botas. Comienzan a bailar, y se quitan la camisa, y la boina, y el pantalón. Se quedan casi en pelotas. Los turistas comienzan a acercarse al escenario y le ponen billetes en sus “calzoncillos”. Mientras más dinero les ponen, más provocan al público. El espectáculo dura como una hora y es simplemente eso, bailar casi desnudos frente a un público variado donde los turistas pagan bien por ver la “carne cubana moverse”.
Qué pena. ¿Esto es por lo que está luchando Mariela Castro? ¿Prostitución legal? Esto es un sitio estatal. Fuera la policía ataca ferozmente y aquí es patrocinado por la hija del presidente. Están usando a cuatro jovencitos cubanos bien parecidos para incentivar, motivar, promover el turismo sexual en Cuba y a su vez la prostitución. Uno de esos chicos tiene en su parte más íntima en estos momentos más dinero que lo que gana un médico cubano en 9 meses de trabajo. Se les ve, algunos billetes sobresalen. ¿Qué pensará cualquier estudiante universitario que esté presente aquí esta noche? ¿Pensará que es más productivo dejar la carrera y prostituirse?
Espero que si lo hacen no contemplen en sus tarifas la opción de “sin condón”. Pero esto no es todo. LA GRUTA se va llenando y me siento en medio de un supermercado. Los turistas pasan, miran, eligen, y se van con su producto; así descaradamente, y los que van quedando se desesperan por conseguir clientes o compradores.
Salgo de ese sitio. Ya es suficiente. Han sido demasiadas emociones para una noche. ¿A dónde van los homosexuales cubanos que no se prostituyen? ¿Existirá ese lugar? No lo he conocido. Apuesto lo que sea que Mariela Castro estará pensando en eso.
En Cuba se hacen gratuitamente operaciones transexuales pero no les cambian el nombre a los pacientes. No existen leyes que incluyan a los homosexuales en el código de familia. Ni siquiera en el CENSO son contados. ¿Ley de matrimonio? ¡Qué va! La prostitución es completamente ilegal y penada, pero se observa día a día en las calles. La policía corrupta explota a estos chicos, incluso a menores de edad. Ser homosexual no es una decisión, ni una opción; es simplemente un gusto y eso no se puede cambiar. Machado Ventura dice que sobre su cadáver ocurrirán cambios pro-gay en Cuba. ¿Tendremos que esperar que este señor muera para que ocurran cambios del siglo XXI en nuestro país?
Estoy seguro que esta experiencia que he vivido hoy no es ignorada por Naciones Unidas, ni por las sedes diplomáticas en este país, ni por los cubanos de a pie, ni por esos cederistas de conciencia que aún quedan. ¿Qué pasa? ¿Por qué no lo denuncian? Quien denuncie públicamente un hecho como el que estoy viviendo esta noche se convierte en disidente contrarrevolucionario. Creo que ya es muy tarde para cambiar, pero al menos, nunca es tarde para educar a las nuevas generaciones que crecen con la idea de que “jinetear” es la “salvación”.
ACERCA DEL AUTOR
Yusnaby Pérez, periodista cubano. Amante de la democracia, la libertad y los Derechos Humanos. Defensor de la pluralidad de criterios y modos de expresión.