Mientras conduce su remodelado Chevrolet de 1957 por la Calle 23 del Vedado rumbo al municipio Playa, al oeste de La Habana, Carlos, 55 años, hace un recuento detallado del costo y la procedencia de las diferentes piezas del añejo automóvil facturado en un taller de Detroit hace más de seis décadas y modernizado gracias al talento de mecánicos habaneros. El auto tiene caja de velocidad automática, un potente motor de Audi alemán y frenos japoneses.
El sofisticado equipo de audio y video fue adquirido en un Best Buy de Miami y el aire acondicionado en la zona franca del Canal de Panamá. “Parece fabricado por la ONU”, dice Carlos risueño. “Los cristales me los compraron en Rusia y el juego de luces en México. El tapiz de los asientos en un mercadillo del Puerto del Callao, en Perú. Hice una inversión de 15.000 dólares y ahora por el auto me ofrecen entre 40.000 y 45.000 fulas (pesos convertibles). Pero no lo vendo. Me dedico a alquilarlo a cubanos con plata (dinero) y turistas, lo que me reporta unos 50 cuc diarios”.
La mayoría de los componentes fueron traídos por 'mulas'. Carlos cuenta que los emprendedores privados que comercializan ventas al detalle, ofrecen diversas opciones. “Por WhatsApp te mantienen al tanto de cómo marchan las cosas. Incluso te hacen un video-llamada para enseñarte la marca del equipo o pieza que quieres comprar. No me puedo quejar. Cobran caro, pero es mucho más barato y tienen mayor variedad que las tiendas estatales. Además, la mercancía te la ponen en la puerta de la casa”.
Luis, economista, afirma que fue en la década de 1980 cuando en Cuba comenzaron los cambistas clandestinos de dólares, que después reinvertían el dinero en comprar pacotillas en las tiendas por divisas, entonces exclusivas para extranjeros. “En esa etapa, aparte de la libreta de racionamiento de alimentos, había otra, llamada de productos industriales, donde una vez al año, por ejemplo, podías comprar dos pantalones, dos camisas y un par de zapatos. Todo de fabricación nacional, de pésima factura y peor diseño. Las personas con poder adquisitivo o que les gustaba vestirse diferente, contactaban con becarios y técnicos extranjeros y les pedían que les compraran ropa y calzado en las shoppings. Tanto la tenencia de dólares como esa compra-venta eran ilegales. Si te atrapaban, ibas preso. Pero ese comercio clandestino no solo creció, sino que se consolidó con fuerza en la población”, precisa el economista y agrega:
“Luego llegó el ‘Período Especial’ y la libreta de productos industriales desapareció. Los cubanos debían poseer divisas si querían tener ropa de cierta calidad. Pero las tiendas por divisas del Estado vendían las pacotillas con sobreprecios entre 240% y 500%. Como eran compradas al bulto en ‘pulgueros’ de Panamá o China, eran de baja calidad y en ocasiones, copias piratas. Fue cuando el modelo privado de comercializar ropa, perfumería y bisutería comenzó a importarse desde Miami a través de 'mulas'. En ese momento, a los cubanos se les dificultaba viajar a otros países, dependían de un permiso del gobierno. Cubanoamericanos residentes en la Florida no solo empezaron a enviar a la Isla pacotillas por encargo si no que abrieron agencias que te entregaban el dinero en tu casa en 24 horas”.
Cuando en 2013 la autocracia castrista abrió el candado y autorizó viajes al exterior, decenas de cubanos se transformaron en 'mulas'. Alberto, con visa ecuatoriana, confiesa que enseguida detectó que el trasiego de ropas, móviles y equipos informáticos era un negocio suculento. "En las tiendas por divisas, el gobierno ofertaba equipos de tecnología obsoleta a precios por las nubes y no se vendían. Llevo seis años en este ‘bisne’ [negocio]. Hasta 2016, las ganancias en cada viaje rozaban los 1.000 o 2.000 dólares. Si invertías 4.000 dólares podías ganar esa misma cantidad. Pero la situación ha cambiado. Como en México, Panamá y Haití los comerciantes conocen el modelo de negocio de las 'mulas', han subido los precios. A ello se suma que ahora son miles los cubanos que ejercen de ‘mula’”.
Según el economista Luis, “actualmente en Cuba el número de 'mulas' fluctúa entre 70.000 y 75.000; proceden de diferentes provincias y suelen comprar en Estados Unidos, México, Panamá, Rusia, Italia y España”.
Denisse se dedica a la venta de prendas de vestir de marcas y considera que "en este negocio sobrevivirán quienes puedan ofrecer artículos de calidad. Yo vendo ropa, celulares, televisores y computadoras por catálogo. Los compro en tiendas de Estados Unidos que te aseguran un nivel de calidad adecuado y por eso son más caros. En Cuba, la mayoría de la gente encarga los televisores y teléfonos inteligentes a las 'mulas' o los compran en sitios digitales como Revolico.com. Las razones son simples: mejores precios, más modernos y algunos vendemos a plazo”.
Joel, un buscavida habanero, piensa que las nuevas restricciones a la visa B2 múltiple, impuestas por el gobierno de Estados Unidos a los ciudadanos cubanos, limitarán a los que prefieren vender más caro, pero con mayor calidad, como el caso de Denisse. En su opinión, "las mercancías procedentes de Estados Unidos se encarecen porque las vías para transportarlas a Cuba son pocas y lentas. Así y todo, los dueños de negocios privados y personas con recursos, seguirán comprando desde grifos de agua hasta televisores de 70 pulgadas traídos por las 'mulas'. Pero debido a las restricciones estadounidenses, a partir de ahora las mercancías tendrán que comprarlas en México y naciones de Centroamérica donde abundan productos piratas y falsificaciones y la calidad no es la misma”.
Sarah, madre de dos hijos y dueña de un timbiriche de dulces y refrescos, orgullosa dice que “la ropa de los quince de mi hija la encargué a 'mulas' que venden por catálogo. A las 'mulas' también encargo la ropa que usamos mi esposo, mis dos hijos y yo. Hace cuatro años no sé lo que es ir a una tienda del Estado a comprar ropa”.
Un estudio publicado en 2018 por The Havana Consulting Group, que dirige el economista cubanoamericano Emilio Morales, reportaba que "el volumen de capital que salió fuera de las fronteras cubanas en 2017, de manos de los emprendedores privados cubanos, se estima en 2.384 millones de dólares, nueve veces superior al capital invertido en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel (ZEDM) por empresas extranjeras y dos veces superior a todo el capital invertido en la ZEDM en los cinco años que lleva de operaciones".
A pesar de las limitaciones aduaneras y el acoso estatal, los negocios mercantiles por cuenta propia logran superar las barreras impuestas a golpe de creatividad o sobornando a funcionarios de la Aduana. Excepto un coche, cuya importación está prohibida por el régimen, a una 'mula' usted puede encargarle un iPhone X o el motor de un Audi alemán. Si lo duda, pregúntele a Carlos, el taxista que renovó su añejo Chevy del 57, gracias al mercado negro.
IVÁN GARCÍA, LA HABANA, CUBA 2019