El discurso del presidente Donald Trump con el que arrancó su campaña de reelección el martes en Orlando, Florida, confirmó lo que muchos temíamos: su estrategia política será apelar al racismo y la xenofobia, y estará centrada en una supuesta “crisis migratoria” que en gran medida no existe.
Horas antes de su discurso, Trump escribió en Twitter que ordenará la deportacion masiva de “millones de extranjeros ilegales” a partir de la próxima semana. En su discurso de Orlando atacó a los inmigrantes indocumentados, para deleite de la multitud de 20,000 personas, y sugirió que los perseguirá aún más en los próximos meses.
¿A qué se debe la obsesión de Trump con los indocumentados? Trump podría haber centrado su campaña de reelección en la sólida economía de Estados Unidos y las bajas cifras de desempleo, a pesar de que en cierta medida heredó ambas cosas.
Pero observando la multitud en Orlando, estaba claro que los seguidores de Trump se entusiasmaban mucho más cuando el presidente atacaba a los indocumentados que cuando se jactaba del buen estado de la economía.
Los demagogos populistas siempre necesitan un enemigo, real o imaginario, para poder presentarse como salvadores de la patria. Y Trump no es la excepción.
En el caso de Trump, mintió repetidamente durante su discurso en Orlando. Afirmó que hay una invasión de inmigrantes indocumentados, que están trayendo el crimen a Estados Unidos y que le están quitando empleos a los estadounidenses.
En primer lugar, todos los estudios serios basados en el censo de Estados Unidos muestran que la inmigración ilegal, especialmente de México, está muy por debajo de lo que era hace 10 años.
Según las cifras publicadas el 17 de junio por el Centro de Investigación Pew, un respetado grupo no partidista, había 10.5 millones de indocumentados en 2017, muy por debajo de los 12.2 millones que había en 2007.
Como porcentaje de la población, el número de inmigrantes indocumentados ha descendido a 3.2 por ciento de la población de Estados Unidos en 2017, del 4 por ciento de la población en el 2007.
Es cierto que en los últimos meses hubo un aumento de inmigrantes centroamericanos, que aún no ha afectado la tendencia general a la baja. Pero se debe en parte a que muchos hondureños, guatemaltecos y salvadoreños están apurándose para entrar a Estados Unidos por temor de que Trump cerrará muy pronto la frontera.
En segundo lugar, las afirmaciones de Trump de que los indocumentados están haciendo aumentar la delincuencia en este país son infundadas. No hay estudios serios que demuestren eso.
Un informe reciente del Instituto Cato concluyó que los inmigrantes en general “tienen una tasa de encarcelamiento criminal más baja” que los nacidos en Estados Unidos.
Tercero, hay poca evidencia que respalde la afirmación de Trump en su discurso de Orlando de que los indocumentados les están quitando empleos a los estadounidenses de menos recursos. El hecho es que los estadounidenses no quieren hacer la mayoría de los trabajos que realizan los indocumentados.
Expulsar a millones de indocumentados causaría serios problemas en muchas industrias. Regularizar a quienes trabajan duro y no tienen antecedentes penales sería una solución mucho mejor.
Trump podría comenzar por legalizar a los más de 700,000 soñadores, o hijos e hijas de inmigrantes indocumentados que fueron traídos a este país cuando eran bebés, entre los que se incluyen graduados de Harvard. Pero Trump se ha negado a hacer eso.
Además, ¿cómo planea Trump llevar a cabo su amenaza de deportar a “millones de inmigrantes ilegales”? ¿Hará redadas de padres indocumentados mientras sus hijos están en la escuela? ¿Qué hará con sus hijos nacidos en este país? ¿Los pondrá en campos de detención?
La campaña de Trump con los indocumentados sería más fácil de explicar si Estados Unidos estuviera en medio de una depresión económica, o si el desempleo estuviera en cifras récord.
Pero con una economía fuerte y bajas tasas de desempleo, ¿cómo explicar la obsesión de Trump con los inmigrantes sin papeles? Solo hay una explicación, y tiene que ver con la demagogia política xenófoba y racista.
ANDRES OPPENHEIMER, JUNIO 2019