La escasez, la falta de alimentos y medicinas, la desaparición mágica de cualquier producto básico que todos los días impone en el país, el poder del socialismo cubano, provoca en la ciudadanía el reconcomio natural que responde a los reclamos físicos, humanos, naturales de las personas.
Y, lo que puede ser casi peor, inserta a los individuos en un laberinto desconcertante, absurdo, metafísico que le consume tiempo, energías y una parte de sus reservas espirituales, en la lucha por tratar de resolver el problema y de conseguir, de alguna manera, la materia pura que se ha perdido.
Los agobios del deseo, la necesidad, las ansias y el instinto de los hombres y mujeres del país pasan a ser, muchas veces y de repente, el centro de la vida privada de un sector de la población.
El tema de ausencia de alimentos y medicamentos se convierte en el centro de sus conversaciones, en sus impulsos por comunicarse con otros seres y, cómo no, en una especie de obsesión que gobierna su vida y sus acciones diarias desde los mecanismos profundos de la carestía.
Las penurias económicas, la ausencia de algunos elementos, a veces fútiles y sin gran trascendencia real, se adueñan casi de una manera imperceptible, de otros dominios de la existencia y la gente suele arrastrar el asunto desde los festejos familiares y tertulias de amigos y conocidos, hasta a los esquemas más íntimos del amor y el desamor.
La escasez o la falta de comida y medicinas llegan a controlar, entonces, una buena parte del recorrido diario del ciudadano que amanece un día en su casa y a las pocas horas puede estar en otra provincia detrás de un par de pollos o de unas naranjas y unas piñas que, al menos, deberían estar dulces.
Está el caso de quien se ha tirado de la cama al amanecer para hacer una cola cerca de casa, donde le han asegurado que sacarán unos ajos y ajíes y, probablemente, unas raciones de tomates maduros.
Como dijo el poeta, «Dios me libre de inventar algo cuando estoy cantando».
Reproduzco un párrafo escrito por un periodista independiente: “Los vecinos de San Germán, Holguín, hacía varios años que no veían papas en los mercados de la localidad así que su inexplicable reaparición le has causado alegría, pero ahora, dijo una ama de casa, apareció la papa y desapareció el plátano, el boniato y la yuca. Y está a punto de desparecer el fongo (plátano burro).”
La ‘magia del socialismo’ le hace daño al cuerpo y al espíritu.
Raúl Rivero 2019