Se llama Juan (nombre ficticio), es muy joven, de La Habana y tiene VIH. Se puso en contacto con CiberCuba para quejarse de que los pacientes portadores del Virus de Inmunodeficiencia Humana pasan "tremendo trabajo" en La Habana para hacerse los análisis de carga viral y de CD4 (recuento de linfocitos). "Siempre es una complicación distinta", comenta por teléfono a este portal.
Ahora está preocupado porque la Policía lo ha amenazado con enviarlo a la cárcel si no empieza a trabajar para el Estado por 200-300 pesos cubanos al mes.
Como si no tuviera bastante con lo que está viviendo, la Policía pasó por su casa hace cuatro meses y le abrió un "profiláctico", acusándolo de prostitución "sólo por estar en una zona proclive al delito".
Las zonas "proclives al delito" son las llamadas "potajeras", sitios de reunión de la comunidad LGTBI en la Isla.
"La Policía me abrió el profiláctico y me dijo que era por seis meses. Ahora quieren que trabaje para el Estado por 200 o 300 pesos al mes. Yo lo que hago es vender ropa que traen las personas que vienen de Panamá, México, Rusia y Guyana. Le estuve comentando al oficial que me atiende que yo tengo VIH y que tengo las defensas bajas y me estoy sintiendo muy mal ya que me dan mareos, vómitos y me siento decaído y sin fuerzas, que yo puedo firmar todos los meses, pero trabajar, no porque paso dos días bien y cinco mal en la casa. Apenas salgo a la calle".
Juan también le comentó al oficial de la Policía que está teniendo muchos síntomas adversos al tratamiento que está recibiendo. "Todo fue por gusto. Este último viaje me ha dicho que me van a mandar para San José, una prisión para personas con VIH si no empiezo a trabajar. Como si yo fuera un delincuente de esos que matan, roban y hacen disímiles cosas, entre ellas estar en la calle y dedicarse a la chivatería para ellos. Hacen lo que les da la gana y no les pasa nada".
"Quieren encerrarme a mí, que tengo una buena imagen en mi reparto; que me verificaron en mi CDR y mis vecinos les dijeron que soy un buen muchacho; no sé ni qué hacer. Estoy pensando en sacarme una licencia de cuentapropista y ponerme a trabajar a ver si me dejan en paz".
Según explica, a los portadores de VIH en Cuba los citan antes de las 8 de la mañana en el policlínico que les corresponde para evitar que tengan que desplazarse hasta la Benéfica (Hospital Miguel Enriquez). Sin embargo, los contratiempos llueven. De hecho, esta semana ha tenido que ir dos veces. "Primero no había agua destilada y luego no había jeringa", dice.
Finalmente pudo hacerse los análisis normales, pero no así los de carga viral ni los de CD4. "¡Qué falta de respeto con nosotros! Esto es lo nunca visto".
Cuando le diagnosticaron el VIH, insiste, "fue un problema serio. No hay confidencialidad con los datos de los pacientes. Tremenda burocracia y ni hablar para que me dieran tres medicamentos".
Y eso no es todo. Tardaron cuatro meses en darle "el caso indice" (así se denomina en epidemiología al paciente cero), luego la doctora clínica que lo debía atender no estaba en las consultas y pasó dos meses sin revisiones. "Tuve que dar con mi mamá un escándalo y decir que iba a buscar a Díaz-Canel y a la prensa para que me firmaran el certificado para buscar los medicamentos", señala a CiberCuba.
El joven confiesa que él creía que en Cuba se le daba otro tipo de tratamiento a las personas con VIH, pero ha comprobado en carne propia que se lo ponen muy difícil, sobre todo, porque existen enfermeras "serofóbicas".
"¿Éste también está cogido?"
"El día que me dio positivo la prueba rápida del VIH, lo normal es que al momento le hagan a uno análisis de sangre comunes para comprobar cómo está la hemoglobina, etc. Bajamos al banco de sangre la enfermera de ITS y yo y cuando me senté para que otra enfermera que estaba allí me sacara la sangre le dijo a la de ITS bajito: "¿Éste también está cogido?" La otra le contestó que sí con la cabeza".
"Estuve dos semanas sacándome sangre. En total fueron cuatro veces porque la sangre siempre se contaminaba en el laboratorio y tenía que volver nuevamente".
La cosa paró porque él asegura que protestó en mala forma: "¡Yo no me saco más sangre ni pinga! ¿Qué hacen ustedes que mi sangre siempre se contamina?"
A partir de ese momento, no tuvo que volver más. "Al parecer, ésa era la clave", dice con desgana.
Pero lo peor lo vivió cuando pidió el papel de la dieta. "Fue otro espectáculo. En realidad yo no estoy necesitado de las cuatro cosas que dan ahí, pero sí de la leche, ya que en la tienda casi nunca hay y por la calle es a suerte y verdad si te la encuentras a 80 pesos la bolsa. Por eso fue que la luché. Como lo oye, la luché porque cuando eso a nosotros no nos tocaba. El tratamiento me lo dieron seis meses después de diagnosticado. La dieta fueron como siete meses y medio después. En uno de los viajes que logré ver a la clínica me dijo que la dieta no era una cosa tan importante ni urgente para mí, que podía esperar. Ahí fue cuando nuevamente me transformé y viré aquello al revés con mi mamá".
La dieta para los portadores de VIH son tres bolsas de leche, 40 libras de viandas, dos libras de carne de res, ocho libras de pescado y 30 huevos mensuales. "Dice el carnicero del barrio que en la Oficoda donde te asientan la dieta ponen 8 libras pero que en realidad son seis.Ya ahí no sé ni qué decirte. No cogí más lucha con nada de eso. Ellos a mí no me van a volver loco por dos libras de pescado".
A finales de 2017 había 23.200 personas con VIH en Cuba, según datos del Ministerio de Salud Pública. La mayoría (81%) son hombres. Hasta ese año, la enfermedad tenía una tasa de mortalidad del 17%.