Hillary Clinton recibió casi tres millones de votos más que Donald Trump durante las elecciones presidenciales de 2016, ¡y perdió! Es un hecho vendido en todo el mundo como democracia estadounidense.
¿La razón de la derrota? Un extraño sistema inventado por los venerados padres fundadores de la república que lo vieron como una forma de contrarrestar el poder de los estados más grandes. En realidad, era un sistema que daba poder a los senadores estadounidenses, que en ese momento no eran elegidos, sino seleccionados, y que generalmente provenían de lo que en los términos de hoy se llamaría el uno por ciento.
Ahora, a menos de un año de las elecciones de 2020, parece que los demócratas siguen jugando a las damas mientras la campaña de Trump juega al ajedrez. Incluso las últimas encuestas nacionales nos dicen que Trump está empatado con Biden, Sanders y Warren, a pesar de sus bajos índices de aprobación. Pero –¿quién lo iba a decir? –, sus cifras pueden haber mejorado después de las audiencias para el impeachment. Vaya usted a saber…
Mientras tanto, los demócratas se están atropellando unos a otros a fin de ganar el caucus de Iowa y las primarias de Nueva Hampshire. Cada uno se presenta como el indicado para vencer a Trump. Y a medida que el tiempo pasa rápidamente, la economía de Trump sigue en ebullición (de acuerdo con los estándares de algunas personas), y el presidente sabe exactamente qué problemas sacar a la luz cuando visita los estados que sabe que debe ganar para ser reelegido.
A Trump no le importa mucho el país. Su único interés es él mismo. Y eso funciona perfectamente en un sistema donde menos de un tercio de los estados puede significar la victoria en una elección presidencial.
Sabemos cómo resultarán las cosas en los grandes estados, como los azules California y Nueva York. Luego está Texas, tradicionalmente rojo, pero tambaleante a medida que cambia su población. Estos estados están casi decididos. Por supuesto, están los estados del sur, y algunos en la zona central, que ya se cuentan como rojos.
Pero son los estados pendulares, áreas del país que cambian de demócrata a republicano y otra vez pasan a ser demócrata –en dependencia del candidato y las circunstancias– los que serán los más importantes en 2020. Algunos expertos los han reducido de 15 a 6. En otras palabras, 6 de los 50 estados decidirán quién será el próximo presidente de los Estados Unidos.
Son Michigan, Pennsylvania, Wisconsin, La Florida, Arizona y Carolina del Norte. En 2016, Trump ganó los seis.
En Michigan, donde Hillary Clinton dio por sentada su victoria y perdió, Trump ganó por 11 612 votos. Es un estado donde votaron casi 4,8 millones de personas y el margen fue menos de la mitad del uno por ciento. En Wisconsin, otro estado que Hillary esperaba ganar (solo porque sí), ella perdió por 27 257 votos. Allí, el margen fue ligeramente mayor, pero aún así solo del uno por ciento.
Hay otros ejemplos. Menciono estos dos porque cuestiono el gasto y el tiempo que pasaron los demócratas en Iowa, por ejemplo, un estado en el que Trump probablemente gane en 2020. Comprendo que es el inicial de las primarias y de los caucus, un lugar para destacarse y diferenciarse del resto.
Pero mientras los demócratas gastan millones para convencer a los miembros de su propio partido de que cada uno de ellos es el que derrotaría a Trump, el presidente visita estados como Michigan y Wisconsin y les dice lo que quieren escuchar –incluso si les miente, lo que es fácil para Trump– mientras también aviva el fuego del nacionalismo, del odio y el racismo por medio de tuits y discursos para aumentar las cifras que lo eligieron por poco margen en 2016.
Creo que el problema es que casi la mitad de los electores de Estados Unidos con derecho al voto no participan –incluso en las elecciones presidenciales. Las encuestas demuestran que si esa mitad ausente votara, Trump sería un presidente de un solo mandato. Y, sin embargo, se quedan en casa el día de las elecciones.
La gente de Trump se da cuenta de que en 2016 ganaron a pesar de perder el voto popular. Es un sistema probado que funciona mejor cuando menos personas participan. El bajo índice de votación da a Trump una mayor probabilidad de victoria.
Considérese que Donald Trump es el único presidente que nunca alcanzó o superó el índice de aprobación del 50 por ciento durante un período de cuatro años en la Casa Blanca. A pesar de este hecho, debe ser el favorito para ganar nuevamente en 2020, porque no vota un número suficiente de personas. Y entre 6 y 15 estados decidirán una elección… Es más, otra vez Trump puede perder el voto popular ¡y ganar!
Lo que nos dice varias cosas: en primer lugar, esta llamada democracia es una democracia solo de nombre. En segundo lugar, si los demócratas continúan desperdiciando su tiempo en una especie de concurso de belleza en estados como Iowa y Nueva Hampshire, Trump, que ya está trabajando sobre la base de que 15 estados son los que deciden, acabará con los demócratas en 2020 y nos amenazan otros cuatro años de la amenaza naranja.
Y si creen que ahora es terrible… ya verán cuando tengamos cuatro años más de Trump.