Por Victor M. González
Abordamos una realidad invisibilizada en Navidad: por qué las reuniones familiares son mucho peores cuando eres gay. "Esa fecha en la que, mientras ponen 'Eduardo Manostijeras' y '¡Qué bello es vivir! en la televisión, los novios vuelven a ser amigos para que el abuelo no se infarto, donde quizá mejor cada uno con su familia porque 'tengamos la fiesta en paz, por favor te le lo pido' porque es un día con la familia". Así comienza el artículo que nuestro colaborador Mateo Sancho, responsable de 'Nueva York de un plumazo' (Roca Editorial), publicó hace un par de años en GQ y en el que señalaba todo esto. Puedes pensar que exageramos, que ya nos podemos casar y adoptar, que no nos detienen por besarnos en público, pero ese es el primer argumento contra el que queremos luchar.
La homofobia es mucho más profunda que eso. La homofobia es tener que cortarte a la hora de darle la mano a tu pareja para que el resto de los comensales no se echen las suyas a la cabeza. Charlamos de por qué la Navidad en familia es una papeleta para las personas LGTB con dos expertos excepcionales: Gabriel J. Martín, pionero en España de la psicóloga afirmativa gay y autor de libros como 'Quiérete mucho, maricón' (Roca Editorial), y Rubén Serrano, periodista y escritor especializado en realidad LGTB y colaborador de los libros 'Asalto a Oz' (Dos bigotes) y 'Vagos y maleantes' (Egales).
"En primer lugar, tenemos que hacernos una pregunta. ¿Por qué salimos del armario? ¿Por qué decimos a los demás que somos homosexuales? Lo planteamos desde la necesidad humana de cualquiera de nosotros de poder expresarnos como somos cuando estamos rodeados de personas que se supone que son seres queridos. ¿Y cuál es la diferencia entre los series queridos y los simples conocidos? Que con un simple conocido hablamos de cosas superficiales y con un buen amigo, de temas personales e íntimos".
Con esta reflexión, Gabriel nos ayuda a enmarcar la importancia de compartir cómo somos, también nuestra condición sexual, en el entorno familiar y amistoso. "Estar fuera del armario es fundamental para el bienestar psicológico. No poder estarlo tiene una repercusión tremendamente negativa, y como no queremos promover conductas dañinas, vamos a promover las beneficiosas: mostrarnos como somos con naturalidad y ser visibles".
A pesar de esta gran verdad, compartir nuestra homosexualidad (o vivirla de forma natural después de haberlo hecho) con nuestros familiares y amigos sigue siendo complicado para muchas personas. Sobre todo en Navidad. ¿Por qué estas celebraciones, como comentaba Mateo Sancho, pueden llegar a ser tan dolorosas e incómodas?
Comentarios ofensivos y censuras
"Hay dos aspectos a tener en cuenta. Por un lado, que el entorno familiar sea homofóbico y/o que tú todavía estés en el armario, incluso teniendo pareja. Por otro, regresar a un barrio, una ciudad o un pueblo donde pasaste años de muchísima soledad y violencia en tu infancia y adolescencia. Revivir una experiencia traumática cuesta mucho trabajo, y es comprensible", explica el psicólogo.
"Para muchas personas LGTB, los eventos navideños pueden ser motivo de angustia y ansiedad porque supone exponernos a comentarios homófobos, y para evitar conflictos, optamos por bajar la cabeza y asentir, y consecuentemente, nos genera un malestar acumulado", añade Rubén. "Nos sentimos desprotegidos en un entorno hostil, y sin aliados en la mesa escuchamos cómo la supremacía heterosexual nos ataca por no tener el mismo deseo que ellos. Nos repiten entre bromas, brindis de cava y atracones de gambas que a sus ojos somos inferiores. Es homofobia de manual".
Podríamos definir esas situaciones a las que hace referencia Serrano en dos apartados. Primero, comentarios y/o chistes homófobos (rollo "que hagan lo que quieran, pero en privado"); después, censuras de las muestras de afecto, los besos, las caricias ("delante de los niños, no").
Gabriel J. Martín nos ayuda a neutralizar (y relativizar) ciertos mensajes. "Si estamos hablando de asuntos de carácter sexual, nosotros podemos poner sobre la mesa que a nadie le resulta agradable imaginar a un ser querido en una situación explícitamente sexual". Se refiere a ese tipo de expresiones que inciden en la incomodidad que genera el sexo gay. "Que lo hagan en su habitación". "A mí no me importa con quién se acueste la gente". ¿Y si le dices a quien te suelta eso "a mí tampoco me resulta agradable imaginarte teniendo sexo con tu mujer o tu marido"? Aquí incluso el humor puede servir para resolver el momento incómodo.
En otros casos, hablamos de muestras de cariño. Por ejemplo: un beso o una caricia de dos personas homosexuales pueden provocar más sorpresa o irritación que cuando lo hacen heterosexuales. "La homosexualidad solo molesta cuando la ves, ya sea en televisión o porque tu primo le ha cogido la mano a su novio en la mesa. Si alguien censura un beso entre una pareja homosexual, el problema lo tiene la persona que lo censura, no nosotros. La homosexualidad ene este país dejó de ser un crimen en 1979", recuerda Rubén.
"En estas situaciones, puedes decir claramente: 'tú me estás limitando un derecho reconocido en la carta de los Derechos Humanos que es la libertad de expresión, y si tú te sientes libre para darle un beso a tu mujer o tu marido cuando estás celebrando la Navidad, yo también puedo hacerlo", apunta Gabriel.