La apropiación de José Martí ha vuelto a ser centro de la discusión pública cubana con una fuerza como no ocurría desde hace mucho tiempo. El vertido de sangre sobre unos bustos que lo representan, obra del autodenominado grupo Clandestinos, ha provocado críticas dentro y fuera de la Isla que aluden a sacrilegio y profanación.
A lo largo de más de un siglo, la figura de Martí ha estado sujeta a maniobras políticas de todo signo. Bajo su advocación, un Fidel Castro joven y otros conspiradores emprendieron el ataque al cuartel Moncada. Ese mismo año, Fulgencio Batista aprovechó la celebración del centenario del nacimiento martiano para legitimar la dictadura que estableciera con un golpe de Estado. Y antes de ese golpe se habían sucedido en la gobernación del país líderes del Partido Auténtico, cuyo nombre completo era Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), tomado del que fundara Martí a finales del siglo XIX y recalcando la autenticidad de tal préstamo.
Sin embargo, a partir del triunfo revolucionario de 1959 el culto martiano, existente anteriormente, se hizo culto de Estado. El totalitarismo de partido único fue legitimado con la justificación de que la revolución de Martí había contado con un solo partido, fundado y liderado por él. Y no ha dejado de fomentarse desde entonces la fórmula que iguala a Martí con Fidel Castro, y a ambos con la nación y la patria.
Una revolución que comenzó disparando y colocando bombas bajo la advocación de Martí, transformada en dictadura, hace sonar ahora las alarmas de terrorismo por unos bustos de Martí embadurnados de sangre. En tanto opositores al régimen batistiano, sus líderes acudían sin escrúpulos a la lucha armada. Casi 70 años después, se escandalizan por unas acciones de lucha pacífica.
Por su parte, quienes se ocultan bajo el nombre de Clandestinos han ido afinando el simbolismo de sus acciones y, si empezaron vertiendo sangre sobre los bustos de Martí, han pasado a hacer llorar sangre a esos bustos.
Es inútil rebatir los argumentos del castrismo frente a tales acciones. Ya lo utilice para matar o para escandalizarse, Martí no es más que una coartada para Raúl Castro y sus secuaces. En cambio, resultaría provechoso hacer comprender a los no castristas alarmados por las acciones de Clandestinos que, si como es considerado generalmente entre cubanos, José Martí se sacrificó por la libertad y la nación, no supone sacrilegio alguno que unas imágenes suyas sean sacrificadas en nombre de esa nación y de esa libertad.
Hoy se cumple un aniversario de su nacimiento y las discusiones sobre su legado y su figura continúan. Pero en este aniversario no ha sido el régimen castrista quien ha venido a revivirlo con su mussoliniesca Marcha de las Antorchas, sino aquellos que, desde la clandestinidad, denuncian y combaten de modo pacífico a tal régimen y utilizan para ello sus imágenes.