DESPUÉS DE SEIS años trabajando como modelo para algunas de las firmas más relevantes de la industria de la moda, en 2017 reveló en una entrevista para la CNN su condición de trans. Desde entonces, Teddy Quinlivan (Boston, 1994) es imparable. Representa a una generación valiente que no teme alzar la voz y se ha atrevido a denunciar los abusos que sufrió en su entorno laboral. Esperó a convertirse en uno de los rostros reconocidos de las pasarelas para dar el paso más importante de su carrera: anunciar públicamente su identidad de género. Quería “despertara la gente de la industria y hacerles entender lo importante que es la inclusión”.
Su mayor miedo era no volver a trabajar para grandes marcas, pero la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos le animó a contar su experiencia. “Sentía la responsabilidad con la comunidad trans de contar mi historia”, reconoce la modelo. “Trump ha dejado muy claro que siente que no merecemos los mismos derechos y protecciones que el resto, ha prohibido que realicemos servicio militar y ha eliminado el protocolo de ayuda a estudiantes trans en las escuelas”.
El apoyo que recibió a través de las redes sociales le dio el valor necesario para pronunciarse también sobre los episodios más oscuros de su carrera. “Fui agredida sexualmente por un director de casting, un estilista y un fotógrafo. Y todo mientras trabajaba”, cuenta la activista, que asegura que las tres personas que la acosaron continúan en el negocio. Cansada de la falta de represalias, actúa como altavoz y pide más seguridad para sus compañeros.
Su trayectoria en el mundo de la moda no ha sido fácil. En numerosas ocasiones se ha cuestionado porqué decidió dedicarse a una profesión a la que llegó por casualidad cuando a los 17 años le ofrecieron participaren una sesión fotográfica. A veces piensa a qué le hubiera gustado dedicarse, probablemente al diseño o a la política. Para ella, desfilar y posar ante la cámara era tan solo un hobby con el que ganar algo de dinero extra antes de ir a la universidad, pero tras conocer a Nicolas Ghesquière, director creativo de Louis Vuitton, su ascenso fue meteórico.
“He vivido momentos desagradables, pero también me siento muy afortunada por las oportunidades que la moda me ha dado”, reconoce. Una de ellas fue cuando Chanel llamó a su puerta para protagonizar una de sus campañas de belleza. Aunque desfiló en dos ocasiones para la maison en el pasado —mientras mantenía oculta su condición—, jamás imaginó volver a posar para la casa francesa siendo abiertamente trans. Un hito único en la historia de la firma que fundó Coco Chanel en 1910. “Trabajar para Chanel Beauty es mucho más que ser una chica guapa en una foto. De verdad significa algo”, dice. Ella, que ha roto moldes y hecho historia, allana el camino a las generaciones que vendrán después.