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General: CUQUITA, UNA MUÑECA CUBANA EN NUEVA YORK
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 12/05/2020 15:44
 Cuquita: una muñeca cubana en Nueva York
Píter Ortega Núñez
Año 2018. Una joven vestida de muñeca aparece sentada frente a varias estaciones del metro de la calle 14 en la ciudad de Nueva York. Su pose es de meditación, y su boca y sus ojos son enormes (estos últimos, cerrados). Su rostro frisa la desproporción y el grotesco, mientras a su lado aparece un texto que dice: “Hola, mi nombre es Cuquita, the Cuban Doll. Nací en La Habana y ahora vivo en Nueva York. Me identifico como mujer. Me encuentro rodeada de espinas. Además, menstrúo cada mes. Meditaré mi salida del capitalismo y el comunismo por 30 minutos. Únete si quieres. Por favor no me toques”.
 
Se trata de una performance de la artista cubana Yali Romagoza, la cual nos lanza varias preguntas: ¿Qué significa ser una artista latina en los Estados Unidos?
 
¿De qué manera la sociedad americana entiende y dialoga con la mujer latina?
 
¿Qué impacto tiene la emigración en la obra de un artista?
 
¿Cómo se vive la pérdida de la identidad en medio de una sociedad en la que no encajas y a la que no perteneces?
 
Muchos se preguntarán quién es “Cuquita”. Cuquita es una muñeca de papel que, en la isla socialista cubana, se convirtió en la versión de la Barbie americana. Fue el intento cubano de alejarse de la sociedad de consumo y los modelos de belleza del capitalismo. Usando esa muñeca como alter ego y de una manera sarcástica, Yali Romagoza articula un grito de protesta y desolación en el centro de la capital del mundo.
 
La artista ha comprendido que, al emigrar, pierdes completamente tu identidad, se diluye tu ser más íntimo, no te reconoces ni de aquí ni de allá, comienzas a formar parte de un territorio de nadie donde la integración se torna casi imposible y el aislamiento pareciera el único camino para sobrevivir.
 
Yali ha entendido que no es una cuquita, pero jamás será una barbie. Ella trata, a través de su arte, de comprenderse a sí misma, de (auto)reconocerse en medio de dos sistemas políticos de los cuales no se siente parte: uno porque la laceró y cercenó su libertad, y el otro porque la excluye de sus narrativas al ser “la otra cultural”: latina, mujer, diferente.
 
En otra performance, titulada “No me pongan en lo oscuro”, Cuquita, the Cuban Doll aparece detrás de una pared de cristal transparente mirando hacia la calle, de pie, en posición rígida y con un enorme pene simulado entre sus piernas. Aquí resulta claro que la obra de Yali entronca con las operatorias de ciertos movimientos feministas. La artista cuestiona los roles de género que la sociedad asigna a una mujer latina de su edad. Ella y su alter ego son lo contrario a lo que el hombre americano promedio visualiza e imagina como mujer latina, esa voluptuosa, sensual, de grandes caderas, extrovertida y no muy instruida. Cuquita, the Cuban Doll es la antípoda de Sofía Vergara.
 
El relato imperante del sujeto artístico occidental (hombre, blanco, heteronormativo) no encuentra espacio en las acciones performáticas de Yali. La artista parece decirnos, con Jan Mukarowsky, que toda norma no es más que el pretexto para su propia violación.
 
Ver a Cuquita deambulando, incomprendida y solitaria, por las calles de Nueva York, es como mirarnos frente al espejo de nuestra soledad, de nuestro aislamiento e incomunicación con un entorno que nos aparta, nos niega. Es como revivir a Reinaldo Arenas y su inmenso dolor. En su autobiografía Antes que anochezca, el escritor cubano dijo: “La diferencia entre el sistema comunista y el capitalista es que, aunque los dos nos dan una patada en el culo, en el comunista te la dan y tienes que aplaudir, y en el capitalista te la dan y uno puede gritar; yo vine aquí a gritar”.
 
Yali Romagoza y su alter ego Cuquita también han venido a gritar. Un grito silencioso, mudo. Un aullido desde la inacción. Quizás de esa manera la artista encuentra una vía para sanar las heridas y descubrirse a sí misma entre un pasado y un presente que la desdibujan.
 
Si bien Yali ha usado ciertas estrategias del feminismo, igualmente lo ha cuestionado y se aparta de este. Así ocurre en la obra titulada “Monument to the Great Living Artist”, donde la creadora deja una nota sobre un pedestal con una frase de la artista cubana Ana Mendieta que dice: “American Feminism as it stands is a white middle-class movement” (El feminismo estadounidense tal como está es un movimiento blanco de clase media).
 
El vestuario que usa Yali para caracterizar el personaje de sus cuquitas es muy revelador y está lleno de símbolos. Uno de ellos resulta en extremo desafiante, y es aquel que muestra el dedo del medio erguido, con todas las connotaciones fálicas, de obscenidad o insulto que este gesto puede encerrar. “A ti, que me miras con asombro, me vale verga lo que pienses”, parecen decirnos la artista y su alter ego.
 
Hay mucho desgarramiento en la obra de Yali, mucho dolor. Como inmigrante viviendo en la misma ciudad de la artista, me identifico con ese dolor. Es el descentramiento del sujeto, la pérdida de cualquier sentimiento de pertenencia, la disolución de las nociones de patria (o cuando la patria es tu propio cuerpo, errante y sin propósito).
 
Resulta difícil separar a Yali de Cuquita, deslindar la realidad de la ficción, la representación artística de su referente. Ambas han aprendido, con Virgilio Piñera, “a nadar en seco, pues resulta más ventajoso que hacerlo en el agua. No hay el temor a hundirse pues uno ya está en el fondo, y por la misma razón se está ahogado de antemano”.
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 12/05/2020 16:22
 
 

Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 12/05/2020 16:34
  
 


Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 12/05/2020 16:46
Entrevista con Yali Romagoza
Mi familia no tiene idea de lo que estoy haciendo

FELIX ERNESTO ARIAS HüCK
   Yali Romagoza es artista de performance e historiadora del arte, se formó en La Habana y Chicago. Ella realiza regularmente en Nueva York. Al asumir el papel de Cuquita - The Cuban Doll, contribuye a lidiar con la condición de las mujeres latinas en los Estados Unidos.
 
¿Cómo se relaciona tu trabajo con el arte de Ana Mendieta?
El resultado visual del trabajo de Ana Mendieta y el mío es muy diferente, pero creo que ambos alentamos a los espectadores a confrontar estereotipos, suposiciones, prejuicios e injusticias, especialmente sobre las mujeres, y a construir un espacio para la inclusión. En mi caso inventé un alter ego, Cuquita La Muñeca Cubana, ella es mi refugio y mi armadura. A través de ella reclamo la visibilidad de la artista latina en la diáspora que no está representada en su diversidad en la cultura dominante.
 
Ana Mendieta siempre ha sido una de mis grandes ídolos. Cuando vivía en Cuba, Ana Mendieta simbolizaba la máxima expresión de libertad del cuerpo femenino. La admiraba como un ícono del feminismo. Ella me dio la esperanza de que mi trabajo algún día podría tener el reconocimiento internacional que logró. Pero después de vivir en los Estados Unidos durante casi 10 años, mi conexión con el trabajo de Ana Mendieta es más profunda. El trabajo que he estado produciendo es parte de una experiencia compartida con Ana. La experiencia de ser una inmigrante en una sociedad hostil a los extranjeros, especialmente a los extranjeros que vienen de América Latina. Los efectos de la migración: la soledad, el aislamiento y los efectos del trauma político en el individuo dura toda la vida. El sentimiento de no pertenecer ni a la sociedad estadounidense ni a la sociedad cubana, vivir en ese espacio conflictivo entre culturas. El dolor de haber dejado todo y el sacrificio de comenzar de nuevo. Ana se refugió en su cuerpo, en la tierra y en la naturaleza, buscando un espacio donde sentirse segura, protegida, buscando un lugar al que pudiera pertenecer y poder sanar.
 
¿Qué relación tienes con la Cuba de este y del otro lado?
Mis padres viven en Cuba, al igual que la mayoría de mi familia. Viajo a Cuba siempre que puedo, dependiendo de mis posibilidades financieras. El gobierno cubano asegura que aquellos que viven en el extranjero gasten mucho dinero en procedimientos y permisos cada vez que visitamos la isla. Más allá de mi relación familiar, no tengo otra relación con Cuba dentro de Cuba. Los cubanos que abandonan Cuba desaparecen de la memoria colectiva de los cubanos que viven en la isla, como si hubiéramos muerto o como si hubiéramos dejado de ser cubanos para convertirnos en "estadounidenses", así es como lo siento. En el contexto del arte en Cuba, existe una desconexión histórica entre los cubanos que viven dentro de Cuba y los de la diáspora. Por supuesto, el gobierno cubano y su política contribuyen a que esto suceda, pero también el sistema de arte de las instituciones norteamericanas y europeas son responsables de esta desconexión. Las instituciones norteamericanas y europeas aún mantienen la visión de un conquistador al buscar un arte supuestamente auténtico producido en Cuba. Esto lleva al fenómeno de que las iniciativas artísticas independientes no basadas en Cuba no dirigidas por el Estado pero desarrolladas por artistas, curadores y críticos dentro de la isla en muy pocas ocasiones incluyen dentro de sus proyectos artistas cubanos en la diáspora que buscan atraer ese mercado.
 
No existe una visión global del arte cubano. Hay muchos artistas cubanos en todo el mundo que hacen arte interesante. Aunque los que vivimos en el extranjero a menudo no nos conocemos, creo que en el futuro cercano será imposible seguir ignorándonos y habrá buenos proyectos que establezcan un diálogo.
 
Con la comunidad cubana fuera de Cuba me encuentro en un intercambio continuo con el curador, crítico y artista Alexis Mendoza, el escritor y crítico Carlos Aguilera, el curador, investigador y crítico Aldeide Delgado Puebla. Elvia Rosa Castro y Gretel Acosta como curadores incluyeron mi trabajo en una exposición titulada Cubanos: Post Truth, Pleasure and Pain que presentaron en el Southeastern Center for Contemporary Art (SECCA), Carolina del Norte. La exposición examina artistas cubanos contemporáneos, tanto dentro de la isla como en la diáspora. Para el exiliado cubano, que es en gran parte en Miami, mi trabajo no cumple con sus expectativas, ya que no es abiertamente político ni apolítico.
 
Mi trabajo no es complaciente o lindo, es extraño. Me fui a vivir a Nueva York buscando un contexto multicultural más o menos inclusivo. Al mismo tiempo, estoy abierto a participar en proyectos dentro o fuera de Cuba cuando sea algo interesante.
 
¿Cómo le permite el personaje de Cuquita The Cuban Doll transgredir una identidad impuesta?
Cuquita La Muñeca Cubana es el resultado de años de investigación sobre cómo transgredir las nociones convencionales de belleza femenina y cómo escapar de mí mismo, sumado a la necesidad de abordar los estereotipos misóginos y racistas que afectan especialmente a las latinas en los Estados Unidos. Nunca me he sentido cómodo conmigo mismo, por lo que fantasear con ser "otros" ha sido un concepto que investigo y reinvento constantemente. Siempre he jugado con la idea de transformarme. Cuando era niña, me vestía con la ropa de mi madre y mi abuela, me maquillaba fingiendo ser personas diferentes al mismo tiempo. El acto de disfrazar mi cuerpo, desaparecer y convertirme en "otros" me liberó de las suposiciones sobre raza, país de origen o identidad cultural. Cuquita La Muñeca Cubana ha encontrado la visibilidad y la aceptación que nunca he experimentado, ni como persona ni como artista.
 


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