La sexta letra del acrónimo LGBTQI significa intersexualidad: personas nacidas en un cuerpo que no coincide con la definición normativa de hombre o mujer.
Es un término general que comprende muchas variaciones naturales del cuerpo: por ejemplo, alguien que nace con genes masculinos y femeninos. Debido a que es una categoría tan amplia, es difícil saber con exactitud cuántas personas intersexuales hay en el mundo, pero las estimaciones oscilan entre el 0,02 y el 1,7 por ciento de la población mundial.
Las personas intersexuales siguen siendo muy incomprendidas, incluso por los profesionales de la salud. En un estudio de 2017, estudiantes de medicina reportaron tener menos conocimiento médico sobre las personas intersexuales que cualquier otra identidad del espectro LGBTQI. Una investigación realizada por el Hospital Universitario de Gante en Bélgica y el Centro Rutgers en Países Bajos encontró que solo una de cada tres personas en ambos países podía explicar lo que significa ser intersexual.
No es fácil descubrir quién eres en una sociedad en la que la mayoría de la gente no sabe nada sobre tu identidad. Les preguntamos a tres personas cómo se enteraron de que eran intersexuales y qué significa esta etiqueta para ellas.
Tengo el síndrome de insensibilidad a los andrógenos (SIA). La madre naturaleza quería que fuera un niño, porque nací con cromosomas XY masculinos, pero también soy 100 por ciento insensible a la testosterona, así que me convirtió en una niña.
En mi infancia, solía ir al pediatra por mi altura inusual. A los 14 años, le conté que no había tenido mi período. Hicimos un análisis de sangre esperando no encontrar nada, pero los resultados lo sorprendieron, así que tuvo que indagar más. Fue entonces cuando comenzó todo el circo: más análisis de sangre, resonancias magnéticas y ultrasonidos. Durante una de las exploraciones me dijeron que no tenía útero ni ovarios. Lloré toda la tarde. Siempre había soñado con tener tres hijos, así que fue una noticia difícil de procesar.
Finalmente, me diagnosticaron con SIA. Estaba confundida, porque nunca había oído hablar de eso. Se lo conté a un par de amigas, pero no lo entendieron: estaban ocupadas persiguiendo chicos mientras yo cuestionaba mi propia identidad. ¿Era un hombre ahora? Pronto me di cuenta de que seguía siendo la misma persona de antes. De alguna manera, el diagnóstico también fue un alivio; finalmente tenía una explicación para mi crecimiento acelerado y mis cambios de humor.
Cuando le cuento a la gente que soy intersexual y tengo testículos [testículos no desarrollados], me molesta porque suena muy masculino. A casi todas las personas intersexuales [nacidas con testículos] les han extirpado los testículos. Los médicos solían creer que podían volverse cancerígenos, pero creo que más bien pensaban que no pertenecían allí.
Cada condición intersexual es diferente, así que la decisión de operar varía de un caso a otro. Soy una de las pocas personas intersexuales que todavía los tiene, porque soy muy joven. Mis testículos en realidad ayudan a mi cuerpo a convertir algunas de mis hormonas masculinas en femeninas, lo que significa que no tengo que tomar ningún medicamento.
Hablo mucho sobre ser intersexual en las redes sociales y también participé en una obra de teatro sobre personas intersexuales. Creo que es importante que todos sepan que existimos.
En la escuela secundaria, todas las chicas empezaron a hablar sobre sus periodos. No había tenido el mío, así que comencé a sospechar que mi cuerpo era diferente. A los 17 años me hice un ultrasonido en el hospital. Cuando me llamaron y me pidieron que volviera para hacerme más pruebas, supe que algo andaba mal.
Finalmente, el médico me dijo que era intersexual y que no tenía útero ni ovarios. Fue bastante sorpresivo. Afortunadamente, mi médico fue muy amable y sé que no todos pueden decir lo mismo. Me dijeron que tenía cromosomas XY, lo que me hizo cuestionar mi femineidad, ya que me enseñaron que son cromosomas masculinos. Tenía miedo de que la gente pudiera darse cuenta de que era intersexual. Acudí con un psicólogo que me dijo que no lo discutiera con otras personas porque se burlarían de mí. Todo parecía un gran secreto. También me extirparon los testículos sin mi consentimiento.
Por suerte, pude hablar del tema con mis padres. Se lo he dicho a algunas personas a lo largo de los años, pero sentía pavor de abrirme debido al miedo y la vergüenza que me inculcaron.
Cuando tenía treinta y tantos años, decidí ir al Canal Pride de Utrecht [un desfile del orgullo realizado en barcos]. El cansancio de sentir vergüenza era demasiado. Había ordenado una camiseta personalizada con la palabra “Intersexy” en la espalda, algo estremecedor en sí mismo. Me encontraba en un barco con algunas de las personas más abiertas que había conocido y seguía sintiendo nervios.
Me quité el abrigo y, para mi sorpresa, el mundo no había acabado. Fue entonces cuando me di cuenta de que quería mostrar mi orgullo. Después de eso me uní a la NNID, una organización neerlandesa para la diversidad de género. Un año después, organizamos el primer desfile de barcos del orgullo intersexual. Por fortuna, actualmente la gente está empezando a entender que el género es mucho más diverso de lo que nos han enseñado.
Cuando tenía 15 años, fui al médico por un dolor de espalda. De inmediato notaron que algo más estaba sucediendo cuando revisaron mi físico: tengo un cuerpo en forma de pera con caderas y hombros anchos, que es una posible manifestación física de ser intersexual.
Me diagnosticaron el síndrome de Klinefelter y me dijeron que tenía cromosomas XXY. El médico dijo que no podía producir testosterona y que aún no había alcanzado la pubertad, así que teníamos que llevar mis niveles de testosterona a la normalidad o corría el riesgo de desarrollar cáncer de mama y osteoporosis. Y cuando el médico te dice algo tan serio, sigues su consejo.
También me dijeron que corría el riesgo de tener una afectación en mi capacidad mental y que había una buena posibilidad de quedarme sin empleo en el futuro. Estoy muy feliz de que mis padres siempre me dijeron que no viviera mi vida basándome en esa información, que resultó estar desactualizada. También me dijeron que era infértil, lo cual fue devastador.
Las inyecciones de testosterona hicieron maravillas. Pasé de ser una persona introvertida a la que no le gustaban los deportes a una persona segura y muy masculina. Mirando hacia atrás, me siento diferente al respecto. La testosterona me hizo actuar de manera extrovertida mientras aún sentía introversión por dentro. Me hizo cuestionar quién era realmente.
Lo que más se me ha dificultado enfrentar es que todos me ven como un hombre cisgénero, pero no es así como me siento. No me siento hombre ni mujer. El cuerpo con el que nací encaja a la perfección. Sin testosterona, podría haber desarrollado senos, lo cual probablemente hubiera sido difícil durante mi adolescencia, pero también podría haberme hecho feliz. Creo que mis médicos solo querían hacer mi vida más cómoda.
Ser intersexual es un problema sociológico, no médico. Prefiero vivir en un mundo donde es normal que yo también tenga senos. Cuando me diagnosticaron, la palabra “intersexual” no se usaba realmente. De hecho, apenas conocí el término el año pasado después de ver el documental Beste reizigers [una película sobre el servicio ferroviario neerlandés que adopta un lenguaje inclusivo de género].
Ahora quiero saber quién soy realmente, porque siempre me he adaptado al mundo que me rodea. El siguiente paso probablemente sea deshacerme de mis hormonas. Es emocionante porque las he usado desde que tenía 15 años. No sé cómo es la vida sin ellas.