Cuba: ola represiva peor que la de 2003
Ni siquiera una ligera brisa marina que llega desde la costa alivia el calor de plomo. Cuando faltan quince minutos para las dos de la tarde, el poblado de Cojimar, al este de La Habana, parece una sauna al aire libre. Un pescador pasa con una ristra de pargos y la mascarilla empercudida, de uso obligatorio para evitar el contagio de la pandemia, le da un aspecto de corsario. A medio kilometro de allí vive Iliana Hernández, periodista independiente de CiberCuba. Cuando alguien pregunta por ella, la gente te mira con cara de circunstancia. “Es chévere, creo que pertenece a la gente de San Isidro y la tienen más vigilada que a Osama Bin Laden”, comenta en voz baja el dueño de una cafetería.
Hace dos años las autoridades no la dejan viajar al extranjero. Desde hace cinco meses prácticamente está cercada por la Seguridad del Estado. Durante 24 horas tiene vigilancia en las inmediaciones de su casa en Cojimar. Con frecuencia las autoridades le cortan el servicio de telefonía móvil y datos de internet. A pesar del acoso y actos de repudio que ha sufrido, Iliana se las arregla para informar de la represión que vive en carne propia. Su tribuna habitual son las redes sociales.
Luis Manuel Otero Alcántara es un artista visual con inquietudes políticas, nacido en 1987 en la barriada pobre y mayoritariamente mestiza del Pilar, en el municipio Cerro. De adolescente vendió ladrillos que sacaba con un cincel y un martillo de edificaciones abandonadas. Fue corredor de medio fondo antes de llegar definitivamente al arte. Mientras no era pública su disidencia, tuvo cierto reconocimiento en los medios estatales. En agosto de 2012 el periódico oficialista Caimán Barbudo lo consideró uno de los más talentosos artistas visuales habaneros.
Cuando su arte cuestionó al sistema, Otero fue considerado por el régimen un vulgar delincuente, mercenario y pederasta. Sus performances y denuncias lo han convertido en uno de los principales protagonistas de la fragmentada disidencia local. En un país carente de líderes, lo que dice y hace Luis Manuel Otero es observado con lupa dentro de la oposición. Luis Manuel no es un héroe, es un tipo con virtudes y defectos, como todos los seres humanos. Empático, conversador y buena persona. Un hombre rebelde que lucha por lo que considera sus derechos.
En los últimos meses el hostigamiento, detenciones arbitrarias y linchamientos mediáticos que ha sufrido por parte de los servicios especiales y la prensa estatal han sido feroces. Y lo han llevado a tomar decisiones erradas o no, como las huelgas de hambre. La persistencia y violencia de la Seguridad del Estado contra el Movimiento San Isidro (MSI) se antoja un asunto personal por parte de pesos pesados del régimen, que parecen haber lanzado un ultimátum a Luis Manuel Otero y Maykel Osorbo después que los dos encabezaran una protesta espontánea de vecinos de San Isidro.
En la madrugada del domingo 2 de mayo, supuestos médicos y sanitarios irrumpieron en casa de Luis Manuel, en Damas 955 entre San Isidro y Avenida del Puerto, también sede del MSI, y a la fuerza pusieron fin a su huelga de hambre, se lo llevaron en una ambulancia y lo internaron en una sala del hospital Calixto García. Tres semanas después, lo único y poco que se ha sabido sobre Otero han sido cuatro breves videos divulgados por la policía política. En el último se pudo apreciar un alarmante deterioro físico y mental, «que deja al descubierto un posible daño a nivel psíquico y que nos hace creer aún más en la teoría de un supuesto tratamiento psiquiátrico conductual», denunció el Gremio Médico Cubano Libre (GMCL).
Antes de la denuncia del GMCL, Iliana Hernández había recibido por Facebook un mensaje de una persona que trabaja en el Calixto García donde decía que a Luis Manuel le estaban aplicando TEC (Terapia Electro Convulsiva), comúnmente conocida como electroshock. Según el sitio ADN, la tortura con métodos psiquiátricos ya fue aplicada al cineasta Nicolás Guillén Landrián, al historiador Ariel Hidalgo y a la intelectual Ana María Simo, entre otros. Activistas que han intentado visitar a Otero Alcántara en el hospital Calixto García, donde lo mantienen secuestrado, han sido detenidos por la Seguridad del Estado aunque después de horas han sido liberados, excepto Adrián Curuneaux, quien desde el 4 de mayo permanece detenido en la unidad policial de Picota, Habana Vieja, y acaba ser acusado de «atentado».
La represión no se limita a La Habana: abarca todo el territorio nacional y pretende desviar la atención de la hambruna que se avizora, los apagones, el desabastecimiento generalizado y el enorme descontento de la población. Vigilados y hostigados son también miembros de la UNPACU en Santiago de Cuba, realizadores de la agencia Palenque Visión en Guantánamo o intelectuales como el escritor y poeta Rafael Vilches en la provincia Granma.
De los 13 ciudadanos que el 30 de abril se reunieron un pequeño parque situado en Obispo y Aguacate, Habana Vieja, para solidarizarse con la huelga de hambre y sed que desde hacía cinco días mantenía Luis Manuel Otero en su domicilio, hasta la fecha, seis todavía se encontraban detenidos en mazmorras policiales: Thais Mailén, Mary Karla Arés, Yuisán Cancio, Inti Soto, Luis Ángel Cuba y Esteban Rodríguez, periodista de ADN. Sus familias están viviendo un calvario, conscientes de que sus hijos, hermanos o esposos se encuentran en un limbo jurídico, a mercede de la Seguridad del Estado.
Carrolina Barrero, curadora de arte, en su muro de Facebook contó sobre la detención que sufrió el 5 de mayo, después que decidiera salir de su hogar, donde llevaba un mes de arresto domiciliario forzado. Fue gredida, desnudada y acusada de «desacato» en la estación de policía de San Miguel del Padrón. “Bajé con los brazos alzados. Para estar en presa en casa era mejor que me llevaran, que acabaran con el simulacro indocumentado que llevaba un mes en la esquina y me impedía salir. A esa hora, otros permanecían en las cárceles, aguardando por procesos penales manoseados por quienes utilizan la ley no para hacer valer la justicia, sino para sepultar la verdad”, comentó Barrero.
En ocho ocasiones, a Luis Manuel Otero le impidieron llegar a la sede de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Capitolio, para presentar una denuncia formal. Para quienes en las redes sociales, mediante fotos, videos o comentarios críticos, protestan y reclaman derechos, aunque no sean opositores declarados, no funcionan las leyes, el Habeas Corpus ni la Constitución. La escalada represiva de la dictadura ha cerrado todo resquicio legal.
En 2003, una razia ordenada por Fidel Castro, llevó a prisión a 75 disidentes y periodistas independientes. Los cubanos de a pie, los disidentes y periodistas independientes debemos estar atentos y tomar nota: esta ola represiva es peor que la desatada hace 18 años. Parafraseando el poema del pastor luterano alemán Martin Niemöller, si ahora guardamos silencio, porque no nos importa Luis Manuel Otero Alcántara, el Movimiento San Isidro ni los detenidos en Obispo y Aguacate, entre otros muchos a lo largo y ancho de la isla, cuando vengan a buscarnos, no habrá nadie que proteste por nosotros.
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