Madrid en junio se tiñe de los colores de la bandera arcoíris, que simboliza la lucha por inclusión de la comunidad LGTBI. Lorenzo Suárez y otro joven cubano que prefiere mantener su identidad en el anonimato hablan con DIARIO DE CUBA sobre cómo vivieron su homosexualidad en Cuba y la viven ahora en España.
"Me di cuenta de que era gay con 16 años en el preuniversitario. Me enamoré de un chico de manera tremenda. Yo vivía en el pueblo Sagua la Grande en Cuba, las cosas viviendo en un pueblo son diferentes que en una ciudad. La presión social y familiar es tremenda. Mi salida del closet fue tardía; no fue hasta los 25, viviendo en La Habana, cuando me decidí a hacerlo. En España habría salido mucho antes. Habría sido feliz antes, me habría enamorado de verdad antes. Aquí cuando mi pareja salió del closet su familia se sintió orgullosa de que lo hiciera. Él salió cuando era un adolescente", dice el entrevistado que mantuvo oculta su identidad.
Lorenzo Suárez opina que "el principal problema de la comunidad LGTBI en Cuba es que no ha logrado organizarse. Los líderes de la comunidad no pueden ser personas heterosexuales ligadas al régimen. Son necesarios líderes propios que logren organizar a la sociedad. Las sociedades religiosas en Cuba también juegan un papel fundamental por detrás de la vitrina. Por más que la comunidad LGTB ha querido avanzar, siempre ha tropezado con la roca de la religión. Además, la sociedad machista cubana no ha tenido un proceso de aprendizaje sobre qué es vivir con una persona de tu mismo sexo o sentir que tu cuerpo, desde el punto de vista biológico, no se corresponde con lo que psicológicamente sientes, es decir, tu género".
La forma en la que viven las personas con una "orientación sexual no heteronormativa en Cuba está a años luz de cómo se vive en España", opina Suárez, quien, a pesar de los cuchillos que sentía en las miradas de viandantes en Cuba cuando tomaba de la mano a su pareja, vivió de forma "bastante" libre su género. "Mi familia siempre me apoyó y me dio mucha fortaleza". No fue así en el caso de un amigo que a los 17 años se suicidó por ser gay. "Eso es algo que me acompaña cada día", asegura Lorenzo Suárez.
"Hay muchos gays en Cuba que tienen que irse de sus casas cuando salen del closet, o a los que sus familias les pegan cuando saben su orientación. Tienen que educar a la población en el concepto de que eres libre de elegir con quién irte a la cama. Yo siempre digo que la diferencia entre ser homosexual y ser heterosexual está en la elección de la persona con la que te vas a la cama, fuera de eso somos iguales", opina el entrevistado en el anonimato, quien reconoce que se sintió decepcionado con la no inclusión de la unión legal entre personas del mismo sexo cuando se modificó la Constitución en Cuba.
"Me dio mucha rabia por la presión que ejerció la Iglesia sobre la población en ese sentido. El Gobierno cubano expone ante el mundo que es un país laico y viene la Iglesia a decirme a mí que esto no puede ser. Es increíble que presionara a personas que no son creyentes. Una institución no puede establecer una regla para una persona que no sigue a esa institución", considera.
Los entrevistados, ambos casados con sus respectivas parejas, han regresado de vacaciones a Cuba "más libres" en cuanto a la forma de expresar su amor en público. "Una vez que bebes de la fuente de la libertad es muy difícil volver a meterte debajo de la mesa", opina Suárez.
¿Por qué no se celebra un día de apoyo a la heterosexualidad?, es una pregunta que les han hecho a menudo. La respuesta que dan es contundente. "Nunca un heterosexual ha sido encarcelado por su orientación sexual, ni la heterosexualidad se ha visto como una enfermedad, ni los heterosexuales han tenido que esconderse para demostrar su amor. Somos una parte de la población que por querer ser libres hemos perdido derechos y lo hemos venido recuperando gracias a la lucha continua. Así que hay que seguir luchando para que estos derechos permanezcan y se sigan ampliando", comenta el entrevistado en el anonimato.
En cuanto a partidos nacionalistas que se oponen a los derechos de la comunidad LGTBI, como, por ejemplo, VOX en España, opinan que no se les puede dar ni un ápice de poder.
La bandera del arcoíris tendrá que seguir ondeando y hay que "seguir haciendo ruido" hasta que todos podamos amar libres sin importar a quién.