Después de seis semanas de guerra bajo la constante amenaza de un asalto ruso, Kiev proclama victoria porque ya no hay presencia rusa en toda la región. La viceministra de Defensa, Hanna Maliar, declaró a los medios que «todo el óblast (región) de Kiev está ahora libre de ocupantes rusos». Las tropas enemigas fracasaron en su intento de llevar a cabo una operación relámpago sobre la capital, tampoco pudieron cercarla y, finalmente, optaron por retirar sus tropas de forma acelerada de las posiciones más próximas a Kiev.
Vladímir Putin se queda sin el golpe de efecto que buscaba en Kiev para acabar con el Gobierno de Volodímir Zelenski y sus hombres fueron incapaces de cruzar el río Irpín. Esta victoria, sin embargo, es parcial, ya que miles de soldados rusos siguen invadiendo Ucrania, los combates se endurecen en los distintos frentes abiertos en el Donbass y, según el Pentágono, «las unidades que estaban en las zonas próximas a Kiev podrían estar reposicionándose para intentar un nuevo asalto».
El norte de la capital se ha convertido en un cementerio de soldados rusos, cuyos cuerpos siguen tirados en bosques y trincheras. Circular por los caminos rurales y carreteras de la zona supone un recorrido por un museo de chatarra calcinada. Tanques y blindados rusos destrozados por el fuego ucraniano son la imagen de la derrota estratégica sufrida por Moscú a las puertas de Kiev.
Ya no hay fuerzas rusas en Hostomel, Bucha e Irpín, los tres grandes núcleos urbanos. Esta última localidad ha sido el punto más cercano a Kiev a la que han llegado las tropas enemigas. Antes de la guerra tenía unos 60.000 habitantes, ahora apenas quedan unas decenas y, pese al final de los combates, mantienen una misma rutina diaria. A las doce del mediodía todo el que puede se acerca al sótano del hospital donde se enciende un generador durante una hora para poder cargar teléfonos móviles, linternas o cualquier aparato eléctrico. No hay luz, ni gas y cada uno sobrevive con los víveres que tenía guardados porque tampoco ha llegado ningún tipo de ayuda humanitaria.
«Yo trabajaba en este hospital, soy médico y tengo experiencia militar porque me tocó servir en Afganistán en la época de la URSS. Necesitamos ayuda médica urgente porque hay muchos heridos y enfermos a quienes atender y yo apenas les puedo dar apoyo por teléfono», lamenta Vasilyi durante la recarga de sus teléfonos. Este doctor asegura que «no me sorprende la no intervención miliar europea porque Bruselas tiene miedo de Rusia, por eso quiero decir que son unos cobardes. Hay que ser mucho más activos para frenar a los rusos».
A su lado está sentada Tatiana, quien asiente a cada palabra y quiere añadir que «esto no ha terminado, las tropas rusas ya no están en las calles de Irpín, pero los conocemos y sabemos que volverán». Tatiana se ha quedado junto a su marido y carga el móvil para poder hablar con su hijo, que vive en Letonia. Sus familiares les pidieron que salieran de su casa en busca de un lugar seguro, pero se negaron y han resistido en un sótano helador durante las seis semanas.
Según los datos de la municipalidad unos 200 vecinos han muerto a causa de los combates, pero la cifra sube cada día porque los servicios de rescate encuentran cuerpos en sótanos y apartamentos. Los dejan junto al portal, tapados con un manta y luego pasan a retirarlos con una furgoneta para llevarlos a un depósito. En los días más duros de la contienda no se podía enterrar a los fallecidos y por ello los vecinos optaron por hacerlo de manera improvisada en jardines, parques o en la misma escuela municipal, que también fue atacada en varias ocasiones. Algunas de estas tumbas tienen una cruz con el nombre del difunto, otras no, son un simple montículo de tierra anónimo.
En el parque central de Irpín, entre frondosos árboles y barbacoas, descansa María Sharapova. A esta mujer de 83 años un mortero le mató el 6 de marzo cuando estaba sentada en un banco. Ahora descansa a dos metros del agujero dejado por el proyectil y del banco en el que permanece su bolso con sus objetos personales desparramados. Oleksander pasa junto a la cruz de madera y maldice a Putin y a los rusos porque «son unas bestias, unas bestias de verdad. Mira lo que nos han hecho y lo peor es que estamos seguros de que volverán. Lo hicieron en Chechenia y lo harán aquí, por eso pido que dejen los cuerpos de sus soldados en el campo para que aunque sea sirvan de fertilizante para la tierra».
Los rusos salieron hace una semana de Irpín y desde entonces los servicios de rescate no han parado de recuperar cuerpos y poco a poco los van retirando. En otras ciudades próximas recién liberadas como Bucha la imagen es aun más cruda porque no ha habido tiempo de hacerlo y siguen en las aceras. El alcalde de esta ciudad aseguró que al menos 300 vecinos fueron enterrados estas semanas en una fosa común. Las autoridades ucranianas anunciaron un toque de queda de 48 horas en todas las zonas liberadas con el objetivo de retirar cadáveres e intentar desminar y limpiar las ciudades de toda la munición sin explotar.
Irpín no es una ciudad reducida a escombros, pero tiene varios barrios afectados por los proyectiles y muchas calles están cortadas por vehículos y tanques calcinados. Los dos grandes puentes que le conectan con Kiev fueron destruidos por el ejército ucraniano para frenar el avance enemigo y ahora apenas quedan dos pasos menores para cruzar el río. Los militares se disponen a habilitar puentes provisionales para facilitar el regreso de los civiles que quieran regresar para ver cómo están sus casas.
Valery Ivanovich se presenta como «ingeniero y ciudadano de honor de Irpín» y recuerda que «el 23 de febrero estábamos celebrando mi cumpleaños y estaba aquí toda mi familia. Al día siguiente estalló la guerra y mis hijos y nietos se fueron, pero yo decidí quedarme junto a mi mujer». Valery quiere mirar más allá de la guerra hablar de la situación política porque «esta situación es consecuencia del mal trabajo de los políticos, del gobierno y de los diplomáticos de Ucrania y Rusia y ahora no sabemos cómo terminará».
Desde Moscú, venden esta retirada de la región de Kiev como un «cese drástico de la actividad militar» y aseguran que el objetivo primordial desde el comienzo es el Donbass, al este de Ucrania. En Moscú no utilizan la palabra guerra y hablan de «operación especial», pero digan lo que digan en Moscú, los ucranianos no les creen y por eso saben que el silencio que reina ahora en el cielo de la región de Kiev puede volver a romperse en cualquier momento.