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General: ORIGEN DE LA HOMOFOBIA...
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: cubanodelmundo  (Mensaje original) Enviado: 17/03/2016 14:11
El origen del odio y los principales
instigadores de la homofobia en nuestros días
  
 la_homofobia_es_una_enfermedad.jpg (594×367)
Por Fernando López del Prado
¿Cuáles son los orígenes de la homofobia? ¿Cómo se generan y alimentan los discursos de odio que posteriormente legitiman políticas y leyes discriminadoras? ¿Por qué en tan diversas culturas y lugares del mundo encontramos una férrea oposición a considerar a las personas lesbianas, transexuales, bisexuales y gays como iguales? Comunidades enteras, en frecuente situación de vulnerabilidad e indefensión, ya sea a causa de pertenecer a una determinada raza, por motivos religiosos o debido a sus preferencias sexuales, se han convertido en presa fácil de la ira de políticos oportunistas, de defensores de discursos ultranacionalistas y de líderes religiosos subidos a los más variados púlpitos. De hecho, credos que han diferido en todo lo demás, han encontrado su particular denominador común en la más férrea condena a la homosexualidad.

Señalar y culpar, entre otros grupos de población, a gays, lesbianas, bisexuales y transexuales se ha convertido en uno de los medios más efectivos de prevenir a la población de que exija a su clase política combatir la pobreza, la injusticia y la corrupción. La estrategia de culpabilización de la comunidad LGTB como “chivo expiatorio” o “enemigo interior” se ha empleado en lugares tan dispares como Ucrania, Camerún, Irán, Camboya o Jamaica. Pero las raíces socioculturales del odio, si bien tienen muchas características en común, también presentan particularidades dependiendo del lugar del mundo en que se manifiesten.

Los orígenes de la homofobia en África
En el continente africano, la mayoría de los argumentos que se erigen en contra del amor entre personas del mismo sexo se construye alrededor de la idea de ser un fenómeno importado desde Occidente, cuyo objetivo principal sería corromper a las generaciones más jóvenes e imponer su depravado estilo de vida. Esta argumentación, que apela a supuestos sentimientos anticolonialistas, implica que, ya fuese yendo desde Orán hasta Ciudad del Cabo o en periplo desde Dakar a Yibuti, nunca nadie se topó con un homosexual que hubiese nacido en el continente del Sáhara. Lógicamente, la consideración de la homosexualidad como algo ‘no africano’ se basa en presupuestos erróneos. Para encontrar el origen de las leyes ‘anti-sodomía’, aún en vigor en muchos países africanos, hay que retroceder a la producción legal del siglo XIX de los colonizadores británicos y a la fe impuesta por los misioneros que les acompañaron en divina misión civilizadora. Por lo tanto, un enfoque puramente geográfico desprovisto de cualquier tinte ideológico, concluye que lo que es realmente ‘no africano’ es el odio y la homofobia. Por desgracia, los tentáculos moralizadores del Imperio llegaron a otros tantos territorios de ultramar: la sección 377 del Código Penal indio, que prohibía las relaciones carnales en contra del orden natural con hombres, mujeres o animales, es de origen británico, así como la sección 377 del Código Penal malayo y la 140 del Código Penal ugandés.

La institucionalización del odio en Rusia
Separadas por miles de kilómetros, pero muy próximos en sus planteamientos homófobos son las naciones del antiguo ámbito soviético, indecentemente alentadas y lideradas por la Federación Rusa. La historia de la homofobia en Rusia encuentra su primera manifestación institucional en la prohibición de las relaciones sexuales entre hombres – el sexo entre mujeres no se recogía en la ley -, que fue introducida por primera vez en el Código Penal de 1.835 sancionado por el Zar Nicolás I. Tal prohibición se mantuvo durante los regímenes de Stalin y Kruschev y permaneció en vigor hasta el gobierno de Boris Yeltsin, cuando en 1993 intentó acercar las leyes rusas a los estándares del Consejo de Europa. Veinte años más tarde, la aprobación de la controvertida Ley Federal número 135-FZ del 29 de junio de 2013 sobre las enmiendas al artículo 5 de la Ley que regula la protección de los niños de la información nociva para su salud o su desarrollo, pareciera ser un nuevo intento de volver a criminalizarlas. El articulado de la ley no hace mención a las relaciones entre personas del mismo sexo, sino que se limita a cargar contra todo lo que sean ‘relaciones sexuales no tradicionales’. De manera paralela, la muy influyente Iglesia Ortodoxa, considerada por la mayoría de los rusos como un símbolo de orgullo y unidad nacional, se ha convertido en una de las más férreas defensoras del endurecimiento de la persecución a la comunidad homosexual y a quienes se atreven a defenderla.

Homofobia y religión
Otros de los tradicionales instigadores mundiales de la homofobia institucional han sido casi la totalidad de los países musulmanes. Recordemos que cinco de ellos aplican la pena capital para las relaciones sexuales homosexuales. En marzo de 2012, el Secretario General de la Organización de la Conferencia Islámica en su intervención ante la 19 sesión del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas celebrada en Ginebra, al mismo tiempo que se vanagloriaba de la modernidad de la Conferencia al haber elegido a una mujer para presidir su Comisión Permanente de Derechos Humanos y denunciaba la creciente islamofobia internacional, mostraba su más profunda preocupación por la introducción de la orientación sexual e identidad de género en la agenda de trabajo del propio Consejo. Alegaba que estas ‘controvertidas nociones’ no tenían base legal alguna y ponían en riesgo el espíritu fundacional de todo el sistema de las Naciones Unidas.

Por su parte y en pleno epicentro del mundo desarrollado, nos encontramos que prominentes líderes de la Iglesia Evangélica norteamericana han sido especialmente beligerantes actuando en contra de cualquier persona u organización que pidiera respeto e igualdad legal para las personas o uniones homosexuales. Sus giras internacionales les han llevado a lugares tan dispares como Rusia y Uganda donde sus sermones acerca de cómo odiar y atacar de manera efectiva a la comunidad homosexual, junto con las promesas de ayudas económicas, han encontrado su audiencia perfecta .

Al tiempo que una firme mayoría de países apuestan por la aplicación de los derechos humanos sin excepciones, aún persisten naciones empeñadas en discriminar social y legalmente a mujeres y hombres homosexuales y transexuales. De igual modo, en vez de fomentar la idea de comunidad y unión de todos y todas en época de inestabilidad económica, han aprovechado la mayor incertidumbre para cargar contra los colectivos más vulnerables de la sociedad, culpándoles de una situación que ellos mismos no se atreven a mejorar.

Sin duda, habrá días donde nos cubran nubes densas y violentas tormentas, pero de lo que tampoco cabe duda es que también habrá días donde brille el sol.

El presente texto es un extracto de la tesina elaborada por el autor bajo el título ‘Bringing the human rights of lesbians, gays and bisexuals to the fore. Is the United Nations ready for a convention on the rights of sexual minorities?’, dentro del marco del Máster en Derechos Humanos en School of Oriental and African Studies, SOAS, de la Universidad de Londres.
 
 
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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 18/05/2020 11:45

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 06/04/2022 14:28
El reto sacrílego en la afirmación “los maricones van al cielo”
En un régimen totalitario como el cubano el homosexual fue vilipendiado, golpeado, abusado, arrastrado a la cárcel, e internado en las UMAP
 
ILEANA FUENTES
 
La primera novela de Armando López Salamó (Santa Clara, Cuba, 1943) es un reto sacrílego desde su título mismo. Lo retador no es el uso de la palabra “maricones”, lo retador es la afirmación de que los homosexuales sí van al cielo. Ello significa irle radicalmente a la contraria a la tradición judeocristiana de Occidente, e incluso a la postura tradicional –aunque nada doctrinaria– tanto de la religión yoruba –la santería–, como de la sociedad secreta Abakuá.
 
Todo en la cultura cubana condena, rechaza y castiga la homosexualidad, sobre todo la masculina. ¿Y qué de la homosexualidad femenina? ¡Ah! Esos son otros cinco pesos. La homosexualidad femenina pasa sin controversia alguna porque ha llegado a formar parte del repertorio erótico de los machos y está perdonada –aceptada y bienvenida– de antemano. No así el quehacer de a quienes despectivamente se les llama “los maricones”.
 
La novela inspira en muchos de sus lectores un sentido de alegría, de travesura, de alborozo y contentura. En la reciente presentación de la novela en la librería Books & Books de Coral Gables, una actriz amiga del autor expresó que la novela también presentaba una realidad triste. “Aquí no hay solo risa, sino también mucho llanto”. El reconocido pintor cubano Ramón Alejandro, que participó en el panel de presentación, habló brevemente sobre la ternura que él halló en los gays adolescentes que protagonizan la novela.
 
También se habló de las supuestas actitudes de los cubanos hacia el sujeto homosexual. Se habló de lo mucho que una vecina cualquiera podía querer a la “loquita del barrio”, al menos en la Cuba republicana. Yo afirmo todo lo contrario. La “loquita del barrio” fue siempre temida y despreciada por vecinos y vecinas por igual –“Yo no quiero que un hijo mío sea “loca”. ¡Alabao!” –.  “Ella”, la loquita de carroza, era el hazmerreír de la vecindad, nadie, absolutamente nadie la respetaba o tomaba en serio, y mucho menos a la persona detrás del maquillaje y de los pantalones apretados –del disfraz– de la loquita. Muy parecido era ese menosprecio al que se profesaba hacia las mujeres, admiradas mayormente por su apariencia física, su “sex appeal”, su función de adornar y entretener.
 
La loquita del barrio sabía que su forma de actuar era lo que la protegía de los homófobos. “Ella” sabía que actuar lo más femeninamente posible, aunque fuese caricaturesco, era su protección, aunque temporal, del rechazo y la violencia. “Ella” divertía a la gente con su manera de ser, aparentando ser inofensiva.
 
En Cuba, en general, la homosexualidad –sobre todo la masculina– era tabú, un defecto, un pecado, una enfermedad de la que había que curarse, algo secreto, algo vergonzoso, algo que era mejor “tapar”. La gente “fina” les llamaba “afeminados” o “amanerados”; también escuché la palabra “entendidos”. Pero no olvidemos que somos el país que acuñó los insultos de referente sexual: maricón, pájaro, bujarrón, loca, puta, tortillera… epítetos de odio para clasificar, ofender y humillar.
 
Después llegó el comandante, con el tabacazo y las botas, y mandó a parar. En un régimen totalitario como el cubano la loquita del barrio fue vilipendiada, golpeada, abusada, arrastrada a la cárcel, e internada en un campo de concentración. Los homosexuales de voz grave –los que disimulan y no hacen alarde de su sexualidad– son tolerados, como lo fue Alfredo Guevara, como lo sigue siendo Miguel Barnet, para dar solo dos ejemplos. Los homosexuales conocidos como tal fueron expulsados de sus cátedras, como lo fue el artista de la plástica Raúl Martínez, o marginados de la intelectualidad reconocida, como fueron José Lezama Lima, Virgilio Piñera, José Mario, Antón Arrufat, Pepe Camejo y Reinaldo Arenas.
 
De las “loquitas del barrio” dijo el homófobo en jefe en 1963:
 
“Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos; algunos de ellos con una guitarrita en actitudes “elvispreslianas”, y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre.
 
“Que no confundan la serenidad de la Revolución y la ecuanimidad de la Revolución con debilidades de la Revolución.  Porque nuestra sociedad no puede darles cabida a esas degeneraciones. La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones.”
 
Pepillos vagos…feminoides… con pantaloncitos estrechos y guitarritas… degenerados. Hace 62 años se institucionalizó la homofobia en el país que más clubes gays tenía en los años cincuenta, el país donde se calcula que había más hombres gays que en ningún otro país latinoamericano. “El trabajo os hará hombres”, rezaban los letreros a la entrada de los campamentos de trabajo forzado que fueron las UMAP, las Unidades Militares de Apoyo a la Producción. Ese es el capítulo más inhumano y tenebroso de los 62 años de castrismo, y aún nadie ha asumido la responsabilidad ni pedido perdón. Mariela Castro, con su desfile anual cenesexiano, cree que cumple. No tiene ni idea la sobrina del comandante.
 
El autor de “Los maricones van al cielo” expresó durante el conversatorio en Books & Books que el machismo de estado implantado por Fidel Castro en 1959 no le había tomado por sorpresa. “Fidel Castro estudió en escuelas jesuitas toda su adolescencia. Su pensamiento político estaba en sintonía con la homofobia judeocristiana de Cuba que él aprendió en aquellas aulas”.
 
De ahí que el reto que plantea la novela de Armando López no tenga postergación. Para acabar con la homofobia –para que en la mente las personas los maricones puedan ir al cielo– hay que poner de cabeza todos los preceptos crueles e intolerantes que hemos heredado de al menos dos culturas: la muy bien definida católica-española, que se repite en casi todas las denominaciones protestantes, sobre todo las evangélicas, y la de origen africano –la religión lucumí y la sociedad secreta Abakuá–, menos definida, desprovista de referentes específicos a la homosexualidad, donde coexiste el homosexual iniciado con el rechazo implícito que significa no hacer referencia alguna a ellos.
 
Según el intelectual y experto Tato Quiñones, en las religiones de origen africano “se utilizan términos como “defecto” y “vicios sexuales” para referirse a la homosexualidad, pero no se emite un juicio de valor directo sobre el tema. Según Quiñones, cuando se generó el debate sobre el matrimonio gay, en ninguna casa de Osha Ifá se discutió esta cuestión porque les era ajena.
 
Donde se verá exactamente cómo se definen los cubanos –al menos dentro de Cuba– sobre si los maricones pueden o no pueden ir al cielo será en la aceptación o el rechazo del matrimonio igualitario al que se hace referencia indirecta en el nuevo Código de Familia, que irá a un referendo el 30 de abril. La oposición a aquello que se interpreta como un asalto a la familia tradicional –el matrimonio entre un hombre y una mujer– es mucha. Hasta ahora, la mayoría de los cubanos ha tolerado lo que entiende como “extravagancias” de los gays. No obstante, para aceptar que una pareja gay tenga estatus matrimonial oficial, reconocida por el Estado, falta un gran trecho.
 
Yo quiero que los maricones vayan al cielo, y las lesbianas y los trans también, con los mismos derechos que los heterosexuales. Es lo que plantea la novela de Armando López. Lamentablemente, hay muchísima gente que no.
 
 


 
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