Kirill es el único gran líder religioso mundial
que no ha condenado la agresión rusa de Ucrania
Patriarca Kirill, el 'oligarca eclesiástico, junto al asesino Putin'
La fortuna del patriarca de Moscú se estima entre 4.000 y 8.000 millones de dólares
«El patriarca Kirill tomó personalmente la decisión de ser uno de los ideólogos del sistema político creado por el presidente ruso, Vladímir Putin. Se ha convertido en uno de sus principales aliados hasta el punto de justificar la guerra en Ucrania» (Declaraciones a Efe del teólogo Serguéi Chapnin, que trabajó durante quince años para el Patriarcado de Moscú).
El 3 de junio de 2022, se cumplieron los 100 días de la guerra de Rusia en Ucrania: más de 6.000 combates, 2.200 equipamientos destruidos y casi siete millones de refugiados ucranianos, de los que 130.000 ya han llegado a España.
Cumple sumar a todo esto un nuevo cisma, otro más a las espaldas del patriarca Kirill, precisamente promotor del «Mundo Ruso», es decir, de que allí donde se hable ruso y la fe sea ortodoxa es zona de influencia de Rusia independientemente de las fronteras. En sus homilías, además, ha llegado a pedir un cierre de filas en torno al Kremlin y el Ejército ruso en su guerra santa con el que, a su entender, es el 'Anticristo': el Gobierno de Ucrania.
La verdad es que con este hombre del pomposo Kukol no ganamos para disgustos. «Él tomó personalmente la decisión de ser uno de los ideólogos del sistema político creado por el presidente ruso, Vladímir Putin. Se ha convertido en uno de sus principales aliados hasta el punto de justificar la guerra en Ucrania», comentó recientemente a Efe el teólogo Serguéi Chapnin, que trabajó durante quince años para el Patriarcado de Moscú.
Kirill es el único gran líder religioso mundial que no ha condenado la agresión rusa de Ucrania. Peor aún: ha instado a luchar para impedir que «fuerzas externas oscuras y hostiles se rían de nosotros. Debemos hacer todo lo posible para mantener la paz entre nuestros pueblos y al mismo tiempo proteger nuestra Patria histórica común de todas aquellas acciones desde el exterior que pueden destruir esta unidad». Una «patria histórica», todo sea dicho, en la que el Patriarca «incluye a Rusia, Ucrania, Bielorrusia y otras tribus y pueblos».
Moscú tiene casi 12.000 de sus 38.000 parroquias en Ucrania. De las 45 diócesis de Ucrania, 22 han dejado de mencionar a Kirill en sus oraciones. Las demás se han mantenido neutrales, pero, mientras más dure la guerra, esa postura se hará tanto más insostenible. Su santidad Bartolomé I, claro es, lamenta que Kirill se haya identificado tanto con Putin y llame «cruzada» a una guerra que, dice, daña el prestigio de la Ortodoxia, que no apoya «la guerra, la violencia ni el terrorismo».
La independencia nacional y la emancipación religiosa son dos caras de la misma moneda. El arzobispo metropolita de Kiev, Epifanio Dumenko, ha firmado una carta suscrita por cientos de clérigos ortodoxos de todo el mundo que acusan al patriarca Kirill de «crímenes morales» y demandan que sea juzgado por herejía –y excomulgado– por el Consejo de Prelados de las Iglesias Orientales, el máximo tribunal de justicia eclesiástico ortodoxo.
La Iglesia ortodoxa no tiene una unidad jerárquica, sino que está constituida por 15 Iglesias autocéfalas que reconocen solo el poder de su propia autoridad jerárquica, pero mantienen entre sí comunión doctrinal y sacramental. Dicha autoridad jerárquica se equipara habitualmente a la delimitación geográfica del poder político, de modo que las diferentes Iglesias ortodoxas han ido estructurándose en torno a los Estados o países que se han configurado a lo largo de la historia en el área que surgió del Imperio Romano de Oriente, y posteriormente ocupó el Imperio Otomano.
Son ellas la de Constantinopla, la rusa (la mayor, con 140 millones de fieles), la serbia, la rumana, la búlgara, la chipriota, la georgiana, la polaca, la checa y eslovaca, la albanesa y la ortodoxa de América, así como las muy prestigiosas pero pequeñas de Alejandría, Jerusalén y Antioquía (para Siria).
La Iglesia ortodoxa de Ucrania, regida por el metropolita Onufrio, ha dependido históricamente de la rusa, paralelamente a la dependencia del país respecto a Rusia. En 1991 a raíz de la desaparición de la URSS, muchos obispos ucranianos autoproclamaron el Patriarcado de Kiev y se separan de la Iglesia ortodoxa rusa. Esta separación fue cismática y no obtuvo apoyo del resto de Iglesias y patriarcados ortodoxos, y de hecho supuso que en Ucrania coexistiesen dos Iglesias ortodoxas: el Patriarcado de Kiev (regido por el autoproclamado patriarca Filaret) y la Iglesia ortodoxa ucraniana dependiente del Patriarcado de Moscú (la del citado metropolita de Kiev, Onufrio).
Sin embargo, esta falta de apoyos iniciales cambió en 2018. El 2 de julio de ese año, en efecto, su santidad Bartolomé I, patriarca de Constantinopla, declaró que no existe ningún territorio canónico de la Iglesia ortodoxa rusa en Ucrania ya que Moscú se anexionó la Iglesia Ucraniana en 1686 de forma canónicamente inaceptable. Así que el 11 de octubre, el Santo Sínodo del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla decidió conceder la autocefalía del Patriarca Ecuménico a la Iglesia Ortodoxa de Ucrania (la de Epifanio Dumenko) y revocó la validez de la carta sinodal de 1686, que concedía el derecho al Patriarca de Moscú para ordenar al Metropolitano de Kiev.
Para ambas Iglesias (la de Onufrio y la de Epifanio), la guerra que se libra en Ucrania, es una cuestión existencial. Si Ucrania se impone en la guerra, la Iglesia fiel a Moscú (la de Onufrio, que acaba de abandonar a Kirill) tendrá los días contados. Y viceversa.
Tampoco lo pasará bien la Iglesia greco-católica de Ucrania la del Arzobispo Mayor, metropolita Sviatoslav). No se comprende, pues, que el papa Francisco siga empeñado en creer que Kirill será quien saque las castañas del fuego, siendo así que últimamente le está dejando a los pies de los caballos. De ahí las críticas en su contra por no haber viajado a Ucrania: ¡pero no ahora, sino antes, mucho antes de estallar la guerra!
Hungría logró el jueves 2 de junio de 2022 que las sanciones europeas por la invasión rusa de Ucrania no incluyan al patriarca Kirill, después de que los Veintisiete aceptaran esta concesión para desbloquear el sexto paquete que impone un embargo al petróleo ruso, pero que finalmente no afectará al líder religioso del Kukol.
Durante la reunión a nivel de embajadores ante la UE, los Veintisiete han aprobado finalmente esta nueva ronda de sanciones atendiendo las demandas de Budapest para no incluir en la ‘lista negra’ al máximo representante de la Iglesia ortodoxa en Rusia, según Europa Press. Parece ser que el Gobierno húngaro de Viktor Orbán exigía retirar el nombre del Patriarca ruso y finalmente, tras dos días de debates, logró su objetivo. ¿A cambio de qué?
Actualmente la fortuna de Kirill se estima entre 4.000 y 8.000 millones de dólares. O sea, todo un «canto» a la pobreza evangélica de la Bienaventuranzas… De ahí el sobrenombre de «Oligarca eclesiástico». También se le conoce como «el monaguillo de Putin», expresión del papa Francisco en su entrevista al Corriere della Sera, que no ha gustado nada en Moscú. Kirill I, el metafísico, otro alias de los muchos que lleva colgados, no se da tregua, pues.
En enero de 2019, Bartolomé I, reconoció la autocefalía de la Iglesia ortodoxa ucraniana (la de Epifanio). Kirill, en respuesta, rompió sus lazos con el Patriarcado Ecuménico y con las Iglesias de Grecia, Chipre y Alejandría, que reconocieron a la nueva Iglesia. En junio de 2016, las Iglesias rusa, serbia y búlgara no asistieron al gran Concilio panortodoxo convocado por Bartolomé I en Creta. No solo eso. Rosatom (corporación nuclear estatal rusa) financia proyectos eclesiásticos ortodoxos en Bulgaria, Argentina, Georgia, Polonia, Serbia, Canadá y Estados Unidos, entre otros países con importantes comunidades ortodoxas.
Pero las repercusiones del conflicto inundan ya el mundo cristiano todo. Rowan Williams, exarzobispo de Canterbury, entre otros muchos teólogos, han pedido la expulsión de la Iglesia ortodoxa rusa del Consejo Mundial de Iglesias, que congrega a 352 denominaciones cristianas. La Conferencia de Iglesias Europeas, con sede en Ginebra, también ha deplorado, por su parte, el apoyo de Kirill a la guerra. El Consejo de Iglesias y Organizaciones Religiosas, que agrupa a cristianos, musulmanes y judíos, ha denunciado asimismo, en fin, la “injustificada crueldad” de la agresión rusa.
El diálogo es la única manera de detener la guerra en Ucrania, ha dicho su santidad Bartolomé I. El régimen sinodal, por lo demás, preside, sobre el papel al menos, la conducta de las Iglesias ortodoxas autocéfalas. Y dicho régimen sinodal pasa fundamentalmente por el diálogo. Desdichadamente, sin embargo, llevamos ya 100 días de guerra y el diálogo del que aquí se habla, y que sería el llamado a poner fin a la guerra, no aparece por ninguna parte.
El agravio del sergianismo, en definitiva, empieza ya a ser superado en muchos aspectos por el del cirilismo. Me reafirmo en la frase ya escrita en este portal: Lo mejor que el patriarca Kirill podría hacer ahora mismo es dimitir. Que se vaya a su quinta de Suiza a disfrutar de sus dólares. Cuesta ver a este hombre hablando de pobreza en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú a fieles que sólo llevan lo puesto entre la noche y el día. El Patriarcado ruso no se merece calamidades de este nivel. Y menos la Ortodoxia mundial.
El líder de la Iglesia ortodoxa rusa: «La guerra es correcta porque es contra el 'lobby' gay»
¿«La invasión de Ucrania? Es correcto luchar, es una guerra contra el lobby gay», dijo el patriarca, según recoge 'Corriere della Sera'. En un sermón, pronunciado, el patriarca de Moscú, Kirill, justificó la guerra en Ucrania después de que «durante ocho años ha habido intentos de destruir lo que existe en el Donbass», la zona ucraniana en la que se están asentadas dos autoproclamadas repúblicas prorrusas, «donde hay un rechazo fundamental a los llamados valores que hoy son ofrecidos por quienes se reclaman el poder mundial».
Para Kirill «hoy existe una prueba de lealtad a este poder, una especie de transición a ese mundo 'feliz', el mundo del consumo excesivo, el mundo de la 'libertad' visible. ¿Sabes cuál es esta prueba? Es muy simple y a la vez terrible: es un desfile gay.
Las solicitudes para realizar un desfile gay se consideran una prueba de lealtad a ese mundo, tan poderoso, y sabemos que si las personas o los países rechazan esas solicitudes, se quedan fuera de ese mundo. Esto quiere decir que se trata de imponer por la fuerza un pecado condenado por la ley de Dios, y por lo tanto, obligar a las personas a negar a Dios y su verdad».
Según el patriarca de Moscú, «lo que está pasando hoy en día en las relaciones internacionales no solo tiene un significado político. Estamos hablando de algo diferente y mucho más importante que la política. Se trata de la salvación humana, hacia dónde irá la humanidad», remarcó. Sin embargo, «seremos fieles a la palabra de Dios, seremos fieles a su ley. Nunca toleraremos a los que difuminan la línea entre la santidad y el pecado y más aún a los que promueven el pecado como ejemplo o como uno de los modelos del comportamiento humano».
«Hoy nuestros hermanos en Donbass, los ortodoxos, sin duda están sufriendo, y solo podemos estar con ellos, especialmente en la oración», concluyó Kirill. Al mismo tiempo, «debemos orar para que la paz llegue cuanto antes, para que la sangre de nuestros hermanos y hermanas se detenga, para que el Señor incline su misericordia sobre la tierra sufriente del Donbass».
La cuestión religiosa en Ucrania es muy complicada. Los fieles ortodoxos de las Iglesias de Moscú y Kiev superan los 140 millones, de un total de 220 en el mundo.
En 2018 se produjo un cisma histórico que condujo a la creación de la Iglesia ucraniana. La decisión del patriarca ecuménico de Constantinopla -'primus inter pares'- de reconocer a Kiev como Patriarcado autocéfalo, ha envenenado aún más las las relaciones entre las distintas ramas de los ortodoxos. Dentro de Ucrania, la situación también es compleja. La mayor parte de los 41 millones de ucranianos son ortodoxos, pero están divididos en tres sectores: el que sigue vinculado al patriarca de Moscú, el de la nueva Iglesia nacional de Ucrania, y el constituido ya autocéfalo con anterioridad en la diáspora. El país cuenta además con una importante minoría católica, de rito no latino pero unida a Roma, que llega hasta el 10 por ciento de la población.
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