NO ES UNA MALDICIÓN, ES LA CONTINUIDAD
Jóvenes observan la columna de humo que se eleva del sitio de la catástrofe
Las preguntas detrás de las catástrofes en Cuba
Entre una catástrofe y otra, continuarán las pequeñas pero constantes fatalidades de la dura realidad, bajo una dictadura en Cuba, que prioriza la perpetuación en el poder antes que el bienestar de los ciudadanos que nunca se rubiriza al decirlo.
Solo tres meses después de los sucesos del Hotel Saratoga regresa la tragedia bajo la forma de grandes incendios, explosiones, muertes. Y entre una catástrofe y otra, las pequeñas y constantes adversidades que han convertido nuestras vidas en un infierno de hambre, apagones, represión, bajos salarios y medidas económicas dirigidas no a mejorar nuestras condiciones de vida sino a vaciar los bolsillos del ciudadano.
Indudablemente estamos en medio de un sálvese el que pueda, santificado por las burdas contradicciones de un Ministro de Economía que, primero —apenas en mayo de este año— prometió una cosa —específicamente no tener en cuenta los precios del mercado informal en el canje y recanje de divisas—, para después terminar descubriéndose más bandido que el más abusivo de los revendedores de la calle.
Al parecer, los deseos de quienes se sintieron decepcionados por el Gil se cumplieron y… el rayo invocado con furia los partió pero allí donde más daño les ha causado. Y así ha venido sucediendo en los últimos años. Tras cada medida abusiva “implementada” contra el pueblo ha llegado una fatalidad peor.
Desde la caída del avión en mayo de 2018 hasta lo que está sucediendo en la bahía de Matanzas no han parado las desgracias y, a juzgar por los abandonos que van saliendo a la luz, por la evidente mediocridad del grupito de oportunistas y corruptos que se ha apoderado del país, los infortunios continuarán probablemente hasta reducir la isla a cenizas.
Sin embargo, quizás jamás sabremos a ciencia cierta lo que está ocurriendo y lo que ha ocurrido tras bambalinas allá en los cielos o aquí en la tierra. Cuánto de humano o cuánto de divino pudiera haber en nuestras vicisitudes. La desinformación nos acosa. Demasiadas coincidencias y excesivo secretismo. Demasiados rayos cayendo donde más vulnerable es la bestia.
Apenas el 24 de mayo último una descarga eléctrica en la termoeléctrica Antonio Guiteras causó su salida abrupta del sistema y ahora otra tormenta no solo amenaza con dejarla sin reservas de petróleo en menos de 48 horas sino con una capacidad bien reducida de recepción, almacenamiento y distribución de hidrocarburos.
Sabemos que la naturaleza es sabia pero cualquiera diría que, en este caso se mostró más inteligente y precisa que en otras ocasiones, exactamente ahora cuando los militares, en estricto secreto, no terminan de ponerse de acuerdo en repartirse el patrimonio de un ex-yerno, repentina, milagrosa y oportunamente sacado del juego; y valdría señalar que no se ponen de acuerdo, además, en lo más importante, es decir, en cuál de los dos posibles finales elegir: la rendición (con garantías, por supuesto) o la muerte (no teniendo a dónde huir).
Si no fuera real esto de dos rayos jodiéndonos la vida de manera tan precisa casi en el mismo lugar, yo diría que lo que está sucediendo hoy es la trama de una película de terror, aunque de muy bajo presupuesto.
Más allá de lo que repitan los medios oficiales y hasta los no oficiales, nos tendremos que conformar con las “versiones” del Buró Político sobre lo ocurrido, aunque a la luz estas “casualidades” y “accidentes normales” se noten rebosantes de misterios. Tal vez dormiremos (y dormirán ellos) mucho más tranquilos así, pero maúllan demasiado alto estos gatos encerrados.
Retornando a mayo de 2018 —cuando pudiéramos fijar ese primer pico de acontecimientos “raros” que han distinguido el mandato de Díaz-Canel— debemos tener en cuenta que, a pesar de un informe oficial que han querido mostrar públicamente como conclusivo, faltan muchísimas preguntas por responder sobre esa aeronave siniestrada de Global Air, registrada en México pero fundada y dirigida por cubanos.
Hasta el momento ningún funcionario del régimen ha sido señalado y sancionado como responsable directo de un contrato con Cubana de Aviación que a todas luces fue fraudulento, puesto que ignoraba los diversos dictámenes técnicos que recomendaban vetar cualquier acuerdo comercial.
Si bien con este acontecimiento de mayo de 2018 no comenzó nuestra historia de silencios y silenciados (que en realidad se inició en enero de 1959), al menos debemos reconocer que se hizo evidente, de manera muy chapucera, cuán turbia es esta “continuidad”.
Tan turbia como que hace más de tres meses estamos a la espera de los resultados del peritaje que nos cuente qué pasó en el Hotel Saratoga. Un peritaje que sin dudas fue concluido, en tanto ya es vieja la orden de comenzar la reconstrucción del edificio, una labor sospechosamente apresurada que, además de borrar el elemento “feo”, la nota discordante, en el “circuito de lujo” del turismo cubano, desaparecerá cualquier evidencia de lo realmente ocurrido allí.
¿Por qué han tardado tanto en hacer públicos los resultados? ¿Dónde está ese cocinero o trabajador de la cocina, testigo clave de lo ocurrido, que detectó el escape de gas y lanzó la alerta? ¿Por qué no se habló más de él? ¿Cómo, desde los primeros minutos, sin los resultados del peritaje, los medios de propaganda oficialista se apresuraron a insistir en que se trataba de un accidente?
Con tales precedentes, ya podemos imaginar cuánto y qué nos dirán sobre estos nuevos fuegos y estas nuevas muertes innecesarias. Ni siquiera nos responderán la pregunta sobre por qué tardaron tanto, mas de doce horas, en disponer de helicópteros de las Fuerzas Armadas para las labores de enfriamiento de los depósitos. O por qué la base de supertanqueros más importante del país no contaba con medios efectivos contra incendios y protocolos de contención y extinción propios, a pesar de que solo unos días antes ocurrió el impacto de un rayo en las cercanías y apenas unos meses atrás había ocurrido lo del Hotel Saratoga, un evento que también ha dejado al descubierto problemas de todo tipo, sobre todo los de seguridad.
Muchos dirán que dramas como los vividos por estos días ocurren en todo el planeta, intentando colocar al régimen cubano en la misma dimensión que al resto de los gobiernos en el mundo, pero resulta que se trata de una homologación imposible, en tanto el discurso y las actitudes de arrogancia, de alarde y autosuficiencia de los dictadores comunistas han pretendido históricamente una superioridad incuestionable, aunque para cultivar esa fantasía en las mentes de las personas acudan a la mentira, a la manipulación mediática, al encierro y blindaje de la sociedad, al castigo contra el que duda, cuestiona, emplaza, contradice y revela públicamente la verdad.
Fuese accidente, casualidad o lo que haya sido esta vez, y las otras, nuevamente, en menos de un año, han vuelto a hacer evidente que nada funciona, que las cosas andan “manga por hombro”, que la inseguridad nos rodea, que hay un evidente retardo en la toma de decisiones en casos de emergencia, que no son capaces de responder con efectividad ante un siniestro como el de estos días en los depósitos de combustible de Matanzas y que lo único que parecen tener bajo control —porque es quizás lo único que les obsesiona— es un sistema represivo que, evidentemente, consume la mayor parte de los recursos con que cuenta el Estado.
Dirá la mayoría, esa que ya no sabe cómo sobrevivir a tanta adversidad, que al parecer las desgracias nos persiguen ya como una suerte de “castigo nacional” por lo que hicimos mal o lo que no estamos haciendo bien, ya como señal evidente de algo que ha comenzado a morir, y su agonía se prolonga en sucesivos desastres, cada uno más aterrador que el anterior.
Dicen que esta vez fue una descarga eléctrica la que inició los fuegos en la base de supertanqueros de Matanzas, pero igual la magnitud del desastre nos lleva a hacernos otra vez las preguntas sobre cuán seguros vivimos en este país donde todas son noticias malas, o donde una “noticia buena” es un arma de doble filo.
Entre una catástrofe y otra, continuarán las pequeñas pero constantes fatalidades de nuestra dura realidad, bajo una dictadura que prioriza la perpetuación en el poder antes que el bienestar de los ciudadanos, y que nunca se ruboriza al decirlo.
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