La prensa oficial cubana se
Atraganta con el rechazo a la Constitución en Chile
Tanto 'Granma' como 'Cubadebate' se deshicieron en eufemismos para no admitir la derrota del anteproyecto. Se suponía que los chilenos votaran para "borrar las herencias de la dictadura", y alcanzaran el "cambio real, no aparente" que sólo puede ofrecer el socialismo.
El rechazo de los chilenos al proyecto de Constitución respaldado por el presidente Gabriel Boric no ha tomado por sorpresa a los medios oficialistas cubanos, pero no ha dejado de provocarles resentimiento y amargura.
Este domingo, se descartó la propuesta con casi el 62% de los votos, y Chile optó por mantener el texto vigente, escrito de 1980, y reformado tras la caída de Pinochet y la instauración de la democracia.
Mientras, en Cuba, varios reportajes, notas y artículos de opinión, programados desde las oficinas del Comité Central del Partido Comunista, no escatimaron reproches y adjetivos nefastos contra aquellos que revalidaron la "Constitución de la dictadura".
Un análisis del periodista Oliver Zamora, emitido en el Noticiero Nacional de Televisión, calificó la aprobación del proyecto como "el acontecimiento político más importante del país" desde el fin del Gobierno de Augusto Pinochet. Entusiasmado por el viraje continental hacia la izquierda, no importa si es grotesca o trasnochada, el reportero no disimula su congoja ante la derrota.
Se suponía que los chilenos votaran para "borrar las herencias de la dictadura", y alcanzaran el "cambio real, no aparente" que sólo puede ofrecer el socialismo. Zamora señala que Chile rechazó la posibilidad de un "Estado más fuerte", que garantizaría derechos y no se dejaría "conquistar" por el neoliberalismo.
Arrojaron a la basura, en opinión del periodista, una Constitución "superior", por culpa de la campaña mediática de sus enemigos, lo cual es signo de que la de Chile es una "sociedad polarizada, atrapada en el pasado".
Conocido el resultado, otra de las voces del oficialismo, la periodista Talía González, denostó el texto de la Constitución vigente, "redactada durante la dictadura militar". "Los chilenos", lamentó, "negaron su apoyo a un texto escrito por fuerzas de izquierda y progresistas", al cual el presidente Boric había dado su "respaldo total".
Tanto Granma como Cubadebate se deshicieron en eufemismos para no admitir la derrota del anteproyecto. Metáforas, circunloquios y extensos párrafos pretendían encubrir la "opción Rechazo".
"La opción de mantener una Constitución heredada de la época de Augusto Pinochet se anuncia como ganadora", admitía el órgano nacional del Partido Comunista. "Varios expertos coinciden en que este resultado es consecuencia de una amplia campaña de desinformación respecto a la nueva Carta Magna; y de un incentivo, con muchísimo dinero, para rechazar el texto o entregar votos nulos", simplificaba.
"Lo más probable", aseguraban con desdén los redactores, es que los chilenos "despierten sin posibilidad de tener una Carta Magna" con garantías en la salud, la educación, el medio ambiente y las pensiones.
Para Juventud Rebelde, se perdió la oportunidad de cristalizar "los reclamos populares de décadas bajo las leyes que ha dejado el dictador Augusto Pinochet". Sus artículos anteriores advertían, con alarma, que todas las encuestas apuntaban a la "posibilidad del triunfo del Rechazo".
Pero el "diario de la juventud cubana" tranquilizaba a sus lectores: "hay previsiones totalmente distintas", "estudios matemáticos de predicción" basados en lecturas de las redes sociales, que "han vaticinado que el triunfo será del Apruebo".
Sin embargo, hay algo en lo que todos los medios oficiales cubanos coinciden. A pesar de no comprender los mecanismos inherentes a la democracia y de parecerles inconcebible que el Gobierno de un país no tenga autoridad absoluta sobre la aprobación de las leyes que finge proponer, como sí sucede en la Isla, cada comentario sobre Chile termina vaticinando el triunfo de Boric por cualquier vía.
No importa si es la directa, que acaba de fracasar, o la más sutil y lenta de volver a convocar a un plebiscito. "Boric lo necesita", afirman los periódicos cubanos, para poder consolidar la reforma socialista en un país complejo como Chile, que no renunciará fácilmente a la libertad para elegir su futuro.
El sentido común triunfa: los chilenos rechazaron la nueva Constitución
Durante los últimos tres años parecía que Chile, una de las economías más exitosas de América Latina, daba un bandazo decisivo hacia la izquierda. En octubre de 2019, enormes protestas contra la desigualdad y los malos servicios públicos sacudieron la imagen del país como un remanso de estabilidad. Un año después, los chilenos votaron en un referéndum para que una convención elegida reescribiera la constitución, que fue redactada por primera vez bajo una dictadura militar en 1980, pero que desde entonces ha sido modificada casi 60 veces. El pasado mes de diciembre, los chilenos eligieron a Gabriel Boric, un izquierdista de 36 años con barba y tatuajes, para que fuera su presidente en una coalición de gobierno con el Partido Comunista.
Ahora parece que están hartos. En un referéndum celebrado el 4 de septiembre, el 62% de los votantes rechazó la constitución elaborada por la convención; ninguna de las 16 regiones de Chile la aprobó. Las encuestas habían mostrado durante meses que la carta sería rechazada. Pero ninguna preveía un margen de 24 puntos. La magnitud de la derrota es un golpe para el Sr. Boric, que apoyó el proceso de redacción de la constitución.
Gran parte de la culpa de la derrota la tiene la propia convención. Las elecciones para elegir a los 155 miembros del organismo se celebraron en mayo del año pasado, cuando muchos votantes de edad avanzada se abstuvieron a causa de la pandemia. La participación fue sólo del 43%. Más de dos tercios de los elegidos eran independientes, muchos de ellos novatos en política y activistas de la izquierda dura.
Rápidamente alienaron al votante chileno medio, que se identifica como centrista. Poco después de la votación, un diputado afirmó triunfalmente que la izquierda iba a “hacer los grandes acuerdos, y todos los demás tendrán que unirse a nosotros”. El mantra despectivo perjudicó las posibilidades de la convención de ser considerada representativa. “El centro-derecha ha representado entre el 40-45% del electorado en Chile durante décadas; excluir a ese mundo fue un grave error”, dice Hernán Larraín, antiguo líder de uno de los mayores partidos de centro-derecha de Chile, que también fue miembro de la convención.
La convención también se vio salpicada por el escándalo. El día que se convocó, miembros de la izquierda dura gritaron sobre una orquesta que interpretaba el himno nacional. Unos meses más tarde, otro miembro de la extrema izquierda abandonó la convención después de que se descubriera que había mentido sobre su cáncer, al que había jugado durante su campaña electoral. Algunos miembros se presentaron disfrazados; uno votó desde la ducha y se le tuvo que pedir que apagara su cámara. “La gente pensó: si los artistas son así, es probable que el trabajo también tenga grandes fallas”, dice Cristián Valdivieso, director de Criteria, una empresa de encuestas. Esa opinión se vio reforzada cuando la semana anterior al plebiscito, en un acto a favor de la nueva Constitución en Valparaíso, la segunda ciudad más grande de Chile, un drag queen se sacó la bandera nacional del recto mientras sus compañeros de banda animaban al público a “abortar Chile”. El vídeo horrorizó a muchos chilenos.
El contenido del documento era igualmente escandaloso. Con 388 artículos y 170 páginas, era una de las constituciones más largas del mundo. Consagraba más de 100 derechos fundamentales, más que cualquier carta del mundo. Los chilenos habrían disfrutado de derechos que van desde lo extraño -como la alimentación “nutricionalmente completa” y la “neurodiversidad”- hasta lo preocupante, incluyendo un derecho de huelga sin restricciones para los sindicatos.
También habría debilitado los derechos de propiedad, sustituido el Senado por una cámara alta debilitada y creado territorios autónomos para los pueblos indígenas de Chile con sus propios sistemas de justicia. Los organismos electos y los órganos independientes del Estado, como la administración pública y el banco central, se habrían visto obligados a incluir a las mujeres en “al menos” el 50% de los puestos directivos. Los economistas calculan que la aplicación de la nueva Constitución habría aumentado el gasto público entre un 9% y un 14% del PIB al año.
Ahora que el texto ha sido enterrado, los interrogantes se centran en el destino de la coalición gobernante. El porcentaje de personas que dicen desaprobar a Boric ha pasado del 20% en marzo, cuando asumió el cargo, al 56% en la actualidad. Aunque su gobierno ha intentado distanciarse en los últimos meses de la labor de la convención, ambos seguían considerándose estrechamente vinculados, afirma Valdivieso. Los índices de aprobación del Sr. Boric cayeron en línea con una rápida caída del apoyo al organismo.
Algunos de los problemas del gobierno pueden atribuirse al mal momento. Chile, al igual que el resto del mundo, se ve acosado por una inflación galopante, y la delincuencia, que se ha convertido en la principal preocupación de los votantes, estaba aumentando antes de que Boric asumiera el poder. Pero la coalición, compuesta por jóvenes izquierdistas que se iniciaron en la política como manifestantes estudiantiles, también se ha mostrado torpe. En marzo, la ministra del Interior se vio obligada a huir cuando un grupo armado la recibió con disparos durante una visita al sur del país. Se había negado a ir acompañada de una comitiva de seguridad.
El gobierno convocará al Congreso para definir los próximos pasos. Quiere convocar otra convención constitucional para volver a redactar un proyecto. Los políticos de la oposición intentarán dificultar la presentación de candidatos independientes y que el proceso dure sólo seis meses en lugar de un año más. “No necesitamos empezar de cero. Fue el impulso de la convención para refundar el país lo que llevó al fracaso de este proceso y tenemos que evitarlo”, dice Javier Macaya, presidente de la Unión Democrática Independiente, el mayor partido de derecha de Chile.
También se espera una remodelación del gabinete. Los rostros más jóvenes y cercanos al Sr. Boric y a su partido, incluido el desafortunado ministro del Interior, quedarán fuera. Probablemente serán sustituidos por miembros de los partidos de centro-izquierda que han gobernado Chile durante la mayor parte de las últimas tres décadas, y que han conducido al país hacia la prosperidad. Tras un año de incertidumbre, es posible que la suerte de Chile renazca pronto.
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