POR JUAN SANGUINO
Blonde está inspirada en la estupenda novela de Joyce Carol Oates sobre la vida de Marilyn Monroe, y la película, dirigida por Andrew Dominik, ha comenzado a darle enormes alegrías a la actriz Ana de Armas en el reciénn celebrado Festival de Venecia.
La fascinación por la figura de Marilyn Monroe está a punto de alcanzar un nuevo pico, y cuando llegue la película (a los cines y a Netflix), el debate sobre su fascinante vida volverá a reavivarse. Aunque no sabemos si solo para fans de determinadas generaciones…
¿Saben los jóvenes quién fue Marilyn Monroe? Sin duda saben qué fue, o qué simbolizó, y desde luego conocen su cara y su cuerpo, convertidos hoy en un fetiche. En un póster. Marilyn Monroe sigue siendo, justo cuando se cumplen 60 años de su melodramática muerte, mundialmente conocida. ¿Saben los jóvenes, sin embargo, quién fue Norma Jean Baker? Esa es la pregunta que Blonde pretende responder.
La película protagonizada por Ana de Armas llega a Netflix el 23 de septiembre, después de muchos años de especulaciones en torno a ella. El director Andrew Dominik ha tardado más de una década (estuvo a punto de rodarla con Jessica Chastain) en conseguir adaptar la novela de Joyce Carol Oates, que se centraba en el choque entre la mujer y el personaje.
Como avanzadilla al estreno, Netflix estrenó hace unos meses el documental El misterio de Marilyn Monroe: las cintas inéditas. La plataforma debió de considerar que la mejor manera de reintroducir a la actriz para el público actual es mediante un true crime. A los hombres gais que nacimos en el siglo pasado no tienen que explicarnos a Marilyn Monroe. Terenci Moix tituló una de sus novelas más emblemáticas El día que murió Marilyn, para sublimar el trauma generacional que tuvo su muerte en su entorno.
El colectivo gay siempre ha sentido una conexión íntima con las mujeres trágicas, ya fuesen Judy Garland, Britney Spears o Isabel Pantoja. Veían en ellas, por un lado, una proyección de sus ansiedades: esas heroínas triunfaban exagerando su feminidad, esa misma que ellos debían reprimir. Por otro lado, existía una identificación directa con aquellas criaturas sufrientes que, aunque idolatradas, eran ridiculizadas como parias, y nadie escuchaba realmente lo que tuviesen que decir.
Marilyn se refería a sí misma como una “niña abandonada”, nunca dejó de sentirse sola y se pasó sus 36 años de vida intentando pertenecer a algún lugar y oprimida por el puesto que la sociedad le había asignado. Una aflicción que los espectadores gays sabían comprender. “Aquellas rubias eran pobres almas perdidas que conectaban con una sociedad que había perdido su identidad. Con personas que sentían que no tenían raíces. Estas mujeres no tienen ni padre ni madre, es como si vinieran de la nada”, analizaba el libro de Ezra Goodman The Fifty-Year Decline And Fall Of Hollywood en 1962, poco antes de la muerte de Marilyn.
Además, el público gay supo leer a Monroe en un código particular: la ironía. Parte de su performance pasaba por guiñarle un ojo a quien quisiera entender que, en el fondo, su feminidad era una caricatura. Basta con volver a ver su “Happy Birthday Mr. President” para darse cuenta de que su sensualidad tenía mucho de parodia autoconsciente. Pero el mundo entero (o el mundo hetero) se embelesó con ella de manera literal. No entendió la sátira, por ejemplo, de Diamonds Are A Girl’s Best Friend (tampoco la entendió treinta años después cuando Madonna la emuló en Material Girl) y asumió que Marilyn era un símbolo del materialismo y una maciza descerebrada.
El gran público ignoró su sentido del humor, su complejidad psicológica, sus carencias emocionales o su necesidad intelectual de ser tomada en serio. Para cuando la cultura de masas decidió reevaluar la figura de Marilyn Monroe en los años 90 (la novela de Oates se publicó en 2000); para cuando se la elevó a la categoría de primera estrella de Hollywood posmoderna y se la señaló como el detonante que transformó la cultura de la celebridad en una obsesión sexual; para cuando, en definitiva, la cultura mainstream se detuvo a prestarle atención a Marilyn Monroe en términos adultos, el público gay no pudo evitar levantar la ceja: nosotros llevábamos décadas reivindicándola completamente en serio.
En un paralelismo con la evolución del rol del colectivo gay en la sociedad, ahora los mariquitas jóvenes no se sienten tan identificados con las divas trágicas. Prefieren las divas empoderadas. Quizá Blonde consiga revitalizar, actualizar y renovar el mito de Monroe centrándose en el ser humano esta vez. Quizá ahora el público por fin conozca a Norma Jean Baker, el ser humano que creó una obra de arte llamada Marilyn Monroe.