Graffiti en una calle de La Habana. DIARIO DE CUBA
Cuba: 'Dime lo que comes y te diré si recibes remesas'
Los 'sin remesas' cubanos no tienen descanso, porque no hay derecho al descaso cuando la mesa no ha podido ser servida.
Las diferencias sociales en Cuba no se perciben igual que en otros países, donde las pueden hacer visibles la ropa de diseñadores famosos o un auto importado de lujo. Aquí, en la Isla, lo básico decide: "dime lo que comes y te diré si recibes remesas".
El desayuno de una familia cubana cualquiera que vive de salarios estales es deprimente: pan de la bodega, que es duro, desabrido y al cortarlo se desborona; con suerte, aceite de soya, amarillento, de la bodega y sal para ponerle al pan; café claro, conocido como "aguadija", o un refresco instantáneo con azúcar. Pero a veces, demasiadas, no hay ni sal ni aceite ni azúcar; y el pan no llega a la bodega.
La mesa de una familia que recibe remesas puede ser diferente: normalmente tienen pan hecho por particulares o comprado en MLC (Moneda Libremente Convertible). "El de la bodega no lo soporto", dice Andrés, un holguinero que tiene a un hermano y a sus dos hijos en Estados Unidos. "Si no aparece, hacemos tostones o frituras de harina de trigo o de maíz. Tengo maíz tierno molido guardado en paqueticos en la nevera para el año completo". Y esa nevera, que cuesta 30 salarios mínimos, fue comprada también con remesas.
Tampoco puede que haya queso, mantequilla o mayonesa; huevos revueltos, leche, chocolate y hasta cereales. Aunque estén escasos esos productos, y carísimos, les llegan a la puerta de la casa en los famosos "combos", pagados desde el exterior por los emigrados para que sus familias en Cuba resistan la crisis.
"Yo ni sé cuánto le cuesta a mi hija, que vive en Miami, pero esos 'combos' son caros. Gracias a eso resolvemos porque últimamente ni con el dinero se hayan las cosas", afirma Osmary, una profesora actualmente desvinculada laboralmente.
"El último traía una pierna de puerco, un cartón de huevos, una barra de jamón, 20 libras de arroz. Diez de azúcar, cinco libras de queso, cinco paquetes de perritos y dos litros de aceite. Estaba bueno", añade.
Del lado contrario, muchas familias sin remesas, que son mayoría, están haciendo una sola comida al día, porque simplemente no tienen qué cocinar, y hay días que los pasan casi en blanco, sin siquiera esa sola comida fuerte.
El menú generalmente consta de arroz blanco, frijoles (sin tocino ni otro cárnico), pocas especias, a lo sumo un par de dientes de ajo y un ají. Ensalada, solo a veces, porque es cara. Tal vez un aguacate cuando es temporada, pero uno para cuatro o cinco personas, repartido con amor y equidad pues, aunque arreglan cualquier comida, cuestan un ojo de la cara.
Y el salario ni siquiera alcanza para ello. Necesitan "luchar" el día a día aparte del salario, para poder subsistir.
También está la merienda de los niños en la escuela. Muchos padres se sacrifican y dejan de desayunar, para darles su pan del racionamiento a sus hijos. Y solo pueden comprarles zapatos de uso, precisamente de los que se les quedan a los hijos de quienes reciben las remesas y paquetes desde el extranjero.
Igual pasa con la mochila de los libros: si es vieja, pero todavía funciona, la consiguen a la mitad o un tercio del precio de una nueva, porque es a lo que se puede aspirar. El emigrado envía una nueva y la vieja entra en el mercado de segunda mano, al alcance del "sin remesa", quienes no tienen posibilidades de ser selectivos y rechazar cosas usadas por otros.
Un momento que refleja con nitidez las diferencias es la hora de salida de los niños de la escuela: algunos padres llegan con motorinas y conversan sobre si sacaron atún, o sacos de 10kg de detergente para la lavadora automática, o galleticas de chocolate en la tienda MLC; los otros padres, sin sombrilla siquiera bajo el sol implacable, preguntan dónde encontrar un jabón de la bodega revendido, para lavar el uniforme.
Las madres "sin remesas", aunque tengan un trabajo del Estado, el domingo no pueden descansar ni ver novelas turcas del "Paquete de la Semana"; se van a hacer la limpieza o el lavado de la vecina o compañera de trabajo empoderada por la migración de sus hijos. Y los padres a los que la impotencia no ha sumergido en el alcohol, limpian un patio o una cisterna, engrasan ventiladores, remiendan zapatos.
"Hay que 'resolver'", dice Milagros, una madre que lo da todo por sus tres hijos. "Soy auxiliar de limpieza en el hospital y, cuando no estoy de turno (trabajando), tengo tres casas de las que siempre me llaman".
"Me llevan bien, y si no fuera por eso no podría vivir. Del salario no hay quien viva. Son gente que reciben 'de afuera', y aparte del pago me hacen regalitos: que una blusa para mí, o cositas para los niños, algo que ya no usan o se les quedó. También me dan para vender y gano algo por arriba. Y a veces hasta me dan comida de la que compran o les mandan. Claro, yo me reviento trabajando y les tengo todo pulido".
Los "sin remesas" no tienen descanso, porque no hay derecho al descaso cuando no se ha podido servir la mesa. El único consuelo es que siguen unidos, nadie se ha ido y se tienen unos a otros. Realmente, no por falta de deseo, sino de dinero para pagar la travesía. Pero, aunque estar unidos es bueno, la familia tiene el reto de soportar las tensiones de las penurias económicas, que a no pocos hogares destruyen.
Los que han tenido que separarse de un hijo o un esposo están "resolviendo" mejor su vida, pero la distancia tiene también su precio y se rompen familias, matrimonios.
Sea como sea, la familia cubana paga. Mientras tanto, el Gobierno que impone el sistema estatal-socialista, el responsable del bloqueo interno y de sembrar la ideología que nos divide como pueblo y conlleva a la emigración, parece insensible u y complacido con su "continuidad", tan destructiva y lacerante.
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