POR ERNESTO PÉREZ CHANG
“¡Habla bajito!”, me pide una mujer en la calle cuando le pregunto si este 6 de enero planea regalar algo a su hijo por el Día de Reyes. El niño estaba cerca y ella no quería que escuchara ni mi pregunta ni su respuesta porque, con suerte y cuidado, intentaría pasar por alto la tradición, ya que los ahorros se habían ido en la cena de fin de año.
Aun así me dijo sentirse “privilegiada”, más cuando ha sabido de unos cuantos vecinos que este 31 de diciembre apagaron las luces de la casa y se fueron a dormir temprano para simular que se marcharon a celebrar por ahí, cuando en realidad el dinero no alcanzaba para celebraciones ni paseos, sino apenas para comprar lo poco que dieron por la libreta y entonces extenderlo en pequeñas porciones que rindan más de un mes, quizás hasta bien entrado febrero.
“Si casi no hay dinero para comida, no puede haber para juguetes”, me responde el padre de dos niños, y de inmediato me hace una lista de precios de las cosas básicas que necesita para mantener su hogar, a la vez que los compara con su “buen salario” de profesor universitario, que supera por muy poco los 6000 pesos mensuales, es decir, unos 50 dólares al cambio oficial, pero que se reducen a unos 30 dólares en el mercado informal, que es donde único pueden ser adquiridos con relativa facilidad.
“Y todos los juguetes se venden en MLC (moneda libremente convertible), no hay ninguno que valga la pena en moneda nacional, y hasta los que venden por ahí los particulares tienen precios que son imposibles para alguien como yo que vive de un salario, y el mío es considerado un buen salario”, me dice este joven y además me informa que este será su último año como profesor, y que tanto su esposa como él se quedarán en la casa a impartir clases de inglés y francés de manera privada, hasta que logren marcharse de Cuba.
“Es que ya nos da vergüenza inventarles otro cuento más, porque por más que uno les explique, en la escuela oyen hablar del Día de Reyes, y en su aula los hay que los padres reciben dinero de afuera o viajan, y ellos todavía no entienden mucho esas diferencias”, dice el joven profesor.
“Fue una tradición que se perdió en Cuba pero que ahora vuelve para nuestra desesperación”, asegura Raiza, una anciana que dice haber salido a intentar comprar algún juguete para su nieta pero debió regresar con las manos vacías.
“Pero quiero decirte que (la tradición del Día de Reyes) se perdió para nosotros los pobres porque yo trabajé mucho tiempo, en los 80 y 90, limpiando casas en Miramar, casas de generales y tipos bien parados aquí, y ahí siempre hubo Día de Reyes y Navidad, con arbolito, Nacimiento y todo; la prohibición era solo para nosotros los hijos de Pepe el Globero. En esas casas se celebraba lo mismito que celebraban en el Norte, y los regalos todos eran buenos, nada de juguetes de merolicos”, dice Raiza, que además termina todas sus frases reiterándome una misma pregunta: “Eso era en aquel tiempo, ¿tú te imaginas ahora con todos estos vividores allá arriba?”.
Para Josefina, amiga de Raiza, y que está en la misma situación de no haber podido encontrar juguetes para sus nietos debido a los altos precios, la tradición de regalar algo a los niños el Día de Reyes en Cuba solo es privilegio de unos pocos.
“Si un salario no alcanza, imagínate una pensión de 1500 pesos. Yo salí la semana pasada a buscar algo y regresé con un par de bolígrafos que me costaron 150 pesos cada uno, y un paquetico de galletas que me salió en 400. Ese es mi regalo”, cuenta Josefina con evidente desilusión. “Cada vez que preguntaba por un juguete eran 1000, 2000 y mucho más. Un peluche 5000 pesos, unas pistolas de plástico 500 pesos, una Barbie en 2000. Yo quisiera saber quién compra esos juguetes. Aquí en el barrio ya nadie celebraba eso, pero empezaron a venir la gente de afuera, y todo el mundo publicando fotos en Facebook, y ahora los niños te piden su regalito, es como para volverse loca. Yo quisiera volver al tiempo en que te tocaban tres juguetes por la libreta y ya, no había tanto problema, ahora es un privilegio”, dice Josefina.
En cambio, Ovidio, chofer de taxi de unos 60 años, no recuerda que en Cuba hubiera “tiempos mejores” como los que añora Josefina.
“Acabaron con la Navidad y hasta con los 31 de diciembre. Todo se redujo a celebrar el triunfo de la Revolución. El Día de Reyes se perdió, y entonces comenzó a celebrarse el Día de los Niños, que también era un abuso, porque durante todo el año no había juguetes, solo en julio, y los tres que te tocaban por libreta. Era un bombo, y si te tocaban los últimos días se podía decir que te quedabas sin juguetes. A mí me pasó un montón de veces. Veía el juguete que me gustaba en la vidriera y cuando iba con mi mamá a comprar solo quedaban juegos de yaquis y esas cosas (…), y después era todo un año sin juguetes, si sobraba alguno los regresaban a los almacenes hasta julio del otro año. Los juguetes en Cuba siempre han sido un suplicio”, sentencia Ovidio.
“Aparentemente hay más juguetes en las tiendas, pero en las particulares porque en las del Estado todo es basura; pero igual hay menos niños que pueden disfrutar de ellos”, dice Claudia, una joven enfermera que tampoco puede destinar parte de su salario a regalar por el Día de Reyes. “Y es que, al menos los que vivimos de un salario, no podemos. Llevar a un niño a la escuela cuesta dinero. Porque te dicen que la educación es gratuita pero en realidad comprar medias, zapatos, las libretas, los lápices, la merienda y lo que pide la maestra todo el año, cuesta dinero y bastante, más de lo que uno gana. Los juguetes deben esperar a que alguien los mande. Yo les he ido dando los juguetes viejos que guardó mi mamá, algunos están destartalados por los años. En verdad no tengo para comprar nuevos”, dice Claudia.
Frente a tantas carencias, y debiendo priorizar las necesidades básicas de los hijos, es decir, la propia supervivencia, una inmensa mayoría de cubanos y cubanas residentes en la Isla ha optado por ignorar el Día de Reyes, así como el régimen comunista ha decidido priorizar su permanencia en el poder, ignorando la dura realidad que se vive hoy en Cuba, la cual se ha traducido, durante los últimos años, en un incremento alarmante de males sociales como el trabajo infantil, la prostitución y el abuso de menores, la desnutrición, la delincuencia, que unidos al absentismo escolar, la carencia y baja calidad de profesores debido a los bajos salarios, las malas condiciones de las viviendas, el éxodo de fuerza de trabajo y el envejecimiento poblacional presagian un oscuro futuro para los que serán los hombres y mujeres de mañana.