CUANDO LOS PUEBLOS EMIGRAN,
LOS GOBERNANTES SOBRAN,- JOSÉ MARTÍ
¿CÓMO SE HA COMPORTADO LA MIGRACIÓN CUBANA A TRAVÉS DE LA HISTORIA?
El triunfo de la Revolución cubana cambió para siempre el futuro del país y fue, a su vez, un parteaguas en la dinámica migratoria. La migración cubana posterior a 1959 ha transitado por varias etapas. De enero de 1959 a diciembre de 1962, salieron de Cuba los sectores más vinculados al Gobierno de Fulgencio Batista y otros grupos sociales incompatibles con el nuevo orden político impuesto. En el período de 1965 a 1973, ocurre el primer entendimiento migratorio entre Estados Unidos y Cuba. En 1980 se desató la crisis migratoria del Mariel, la más grande hasta ese momento. De 1984 a 1994 se firma un nuevo acuerdo migratorio. En 1994 se desata otra crisis migratoria conocida como «crisis de los balseros», que lleva a la firma de un nuevo acuerdo migratorio que se mantiene vigente.
Desde noviembre de 2021, ocurre lo que puede considerarse la mayor crisis migratoria de la historia de Cuba. Sin embargo, la migración masiva de cubanos hacia Estados Unidos no es un fenómeno nuevo ni provocado por la Revolución cubana, lo cual se puede demostrar mediante un breve análisis del contexto histórico en el que se han desarrollado las oleadas migratorias a lo largo de la historia.
Los migrantes cubanos en territorio estadounidense comenzaron a ser notorios desde el siglo XIX. Varios factores confluyeron en la tendencia, aunque la cercanía geográfica, los vínculos económicos y los conflictos políticos con España tuvieron un mayor peso. Sin embargo, para 1850 apenas había un millar de criollos cubanos, en su mayoría pertenecientes a sectores intelectuales o figuras políticas opuestas al dominio colonial español. Casi todos los grandes patriotas del siglo XIX cubano estuvieron exiliados en algún momento en Estados Unidos.
Las guerras de independencia provocaron que en la década de los setenta del siglo XIX el número de criollos cubanos aumentara hasta 12 mil personas. Nueva York, Nueva Orleans y Cayo Hueso fueron los mayores receptores de los migrantes. En Nueva York, se establecieron criollos con mayor capacidad económica, aunque en sentido general fueron sectores medios y pobres que huyeron de la primera gesta independentista y buscaron oportunidades en la naciente industria tabacalera que había sido trasladada —entre otras razones como resultado de la guerra de independencia— a Estados Unidos. Para la década de los noventa del siglo XIX, Florida era el principal enclave de la comunidad cubana con 20 mil criollos (Poyo, 1991).
En la primera mitad del siglo XX la dinámica migratoria hacia Estados Unidos no cambió. EE. UU. continuó siendo un destino atractivo para que los hijos de las élites nacionales estudiaran, fueran de vacaciones o hicieran negocios. Por otra parte, siguió siendo un destino para otros grupos sociales que buscaban un mercado laboral más atractivo. Hasta 1930 emigraron a Estados Unidos aproximadamente 83 594 cubanos. La recesión económica de 1930 hizo que el flujo de migrantes disminuyera, pero luego, con las facilidades de empleo que produjo la Segunda Guerra Mundial, se estima que emigraron otras 35 mil personas.
La inestabilidad política en Cuba y la situación económica desfavorable para los sectores medios y pobres de la sociedad cubana provocó que en la década de los cincuenta del siglo pasado emigraran cerca de 100 mil cubanos. De inmediato, tras el triunfo de enero de 1959, se estima que alrededor de 100 mil cubanos regresaron a la isla. Si se comparan las estadísticas oficiales del Gobierno estadounidense, para la fecha vivían en EE. UU. alrededor de 125 mil cubanos.
DESPUÉS DE 1959. EL EXILIO HISTÓRICO
La mayoría de especialistas concuerdan en que la emigración cubana se compone por dos grupos macrosociales: el llamado «exilio histórico» y la «nueva migración» posterior a 1980. Según estándares internacionales, los migrantes se clasifican en tres categorías principales: emigrados, exiliados y refugiados. Los refugiados son quienes debido a desastres naturales, guerras o persecuciones políticas deben dejar su lugar de origen. El emigrante es quien, por alguna razón, decide abandonar su país por voluntad propia, y sin que su vida ni la de sus familias corra peligro. El exiliado es una persona que deja o es forzado a dejar su país por razones eminentemente políticas, pues corre peligro de persecución, cárcel o asesinato.
En el caso cubano, solo se manejan, y con intención política, los términos exiliado y emigrado. Como el Gobierno parte del principio de que en Cuba no existe persecución política, casi la totalidad de personas que han dejado el país se consideran emigrados. Para el Gobierno estadounidense, la mayoría de los cubanos son exiliados, porque huyen del comunismo y de un Estado autoritario. Por esa consideración, los cubanos tienen beneficios migratorios diferentes al resto de los nacionales latinoamericanos.
El exilio histórico cubano está compuesto, en lo principal, por las élites económicas, profesionales, trabajadores especializados, empresarios, comerciantes y otros sectores pertenecientes a la clase media-alta tradicional. Las medidas más radicales que promulgó el Gobierno revolucionario entraron en frontal contradicción, por lo general, con sus intereses clasistas. La migración del exilio histórico ocurrió de manera escalonada durante la década de los sesenta, mientras el Estado cubano implementaba leyes más agresivas contra la propiedad privada. Las compensaciones económicas por las nacionalizaciones fueron muy pocas o inexistentes. Este sector de la sociedad cubana, si es analizado estrictamente por los estándares internacionales, dejó Cuba por voluntad propia, pues su vida no corría peligro si seguían en Cuba. Ahora bien, la afirmación caería en el terreno de lo especulativo, porque lo que realmente ocurrió fue una ruptura entre el nuevo orden político-social que se impuso en el país y los intereses de un sector de la sociedad al que se le expropiaron casi la totalidad de sus bienes materiales y al que se excluyó de la vida política.
Dentro del exilio histórico también se encuentran otros sectores que sí se vieron forzados a salir de Cuba en los primeros meses y años inmediatos posteriores al triunfo revolucionario. Quienes estuvieron vinculados directa o indirectamente con el aparato represivo de la dictadura de Fulgencio Batista y pudieron huir fueron aceptados como refugiados políticos en Estados Unidos. A su vez, un amplio sector de la sociedad comenzó a tener problemas para expresar, en los espacios públicos, sus creencias religiosas. Al triunfo de la Revolución, al menos el 70 % de la población cubana practicaba alguna variante del cristianismo. Los sectores vinculados a estos grupos se vieron forzados a emigrar, pues sus espacios tradicionales de influencia social fueron cerrados, como conventos, colegios religiosos y medios de comunicación. En sentido general, los practicantes de todas las tendencias religiosas dentro de Cuba fueron privados durante décadas de sus libertades básicas de culto y representación social.
El primer flujo migratorio hacia Estados Unidos en la etapa revolucionaria ocurrió entre 1959 y 1962, y es conocido como la «primera oleada». Hasta 1962 se utilizaron, principalmente, vuelos directos entre ambos países. Pero tras la crisis de los misiles, el presidente John F. Kennedy suspendió de manera definitiva los vuelos comerciales a Cuba. La medida no frenó el éxodo de migrantes: de 1962 a 1965 llegaron de forma ilegal a Estados Unidos alrededor de 30 mil cubanos (Arce, 1991, p. 5).
A pesar de que el Gobierno cubano persigue y criminaliza a las personas que intentan salir de manera ilegal de la isla, en ocasiones las utiliza para presionar a las autoridades estadounidenses a cambio de flexibilizaciones políticas. En octubre de 1965, el Gobierno cubano decidió «abrir» el puerto de Camarioca para que los «emigrados-exiliados» recogieran vía marítima a familiares que quedaron en Cuba. Entre octubre y noviembre salieron alrededor de 3 mil cubanos por esa vía. La oleada forzó un primer Memorando de Entendimiento entre ambos Gobiernos, que evolucionó hacia la creación de un puente aéreo entre Varadero y Miami que funcionó hasta 1973, cuando el presidente Richard Nixon lo eliminó. Con la suspensión de los acuerdos de 1965, concluyó la «segunda oleada» migratoria, durante la cual abandonaron Cuba por vía legal o ilegal alrededor de 400 mil personas en poco más de diez años. Para 1980 existía una población de 670 mil cubanos en Estados Unidos (Arboleya Cervera, 2015, p. 35).
Las diferencias entre los «nuevos emigrados» y el «exilio histórico» son marcadas. Para empezar, la mayor parte de los «nuevos emigrados» nació después del triunfo de la Revolución, o eran niños y adolescentes en 1959. Por lo tanto, sus motivos para emigrar no residían en un diferendo puramente político, aunque la falta de libertades básicas haya podido influir. Sus motivaciones para emigrar residían en las condiciones (o falta de ellas) creadas por la Revolución, en el resultado ineficiente del proyecto revolucionario, que fue incapaz de cumplir con sus expectativas.
La crisis migratoria de 1980 fue el resultado de varios factores que desembocaron en la apertura del puerto del Mariel. En marzo y abril de 1980 penetraron por la fuerza en la Embajada del Perú cerca de 10 mil cubanos en búsqueda de asilo. Después de varios días de hacinamiento se logró negociar y alrededor de 7 500 personas emigraron, vía aérea, a países centroamericanos como Costa Rica y Perú. Sin embargo, la situación interna en Cuba no mejoró. El 20 de abril se anunció la apertura del puerto del Mariel para quienes quisieran emigrar por vía marítima.
De abril a octubre de 1980 entraron a Estados Unidos unos 125 mil cubanos, la cual fue hasta ese momento la mayor crisis migratoria de la historia de Cuba. Pero a diferencia de Camarioca, la oleada migratoria fue más traumática por los acontecimientos que desembocaron en ella, y por el trato dado tanto en Cuba como en Estados Unidos a los migrantes. En el seno de la comunidad cubana en Miami, los «marielitos» fueron marginados y estigmatizados por el golden exile; quienes veían en los nuevos emigrados a delincuentes enviados por Fidel Castro para socavar el «exilio». El Gobierno cubano obligó a que en las embarcaciones se fueran sectores considerados «antisociales» por las autoridades; entre ellos, presos comunes, a quienes se les dio la opción de eliminar sus condenas a cambio de que dejaran el país. También se aprovechó para expulsar alrededor de mil homosexuales, quienes eran considerados «escorias». En Cuba, quienes solicitaban a las autoridades permiso para emigrar eran víctimas de actos de repudio, acoso y un sinnúmero de vejaciones.
Al menos la mitad de los marielitos que no tenían familiares en Estados Unidos que los reclamaran fueron ubicados en campamentos precarios a la espera de una solución a sus estatus migratorios. Ello provocó que muchos realizaran actividades ilícitas y muchas veces violentas, lo que creó un estigma de marginalidad que perdura hasta hoy en la comunidad cubanoamericana. En definitiva, fue un grupo social rechazado en ambas orillas.
En octubre de 1981, Cuba anunció el cierre del puerto del Mariel. Durante la Administración de Ronald Reagan se llegaron a los Acuerdos Migratorios de 1984. El Gobierno estadounidense deseaba deportar a un número de cubanos que consideraba «excluibles», y las autoridades cubanas aceptaron admitirlos en territorio nacional a cambio de que fueran otorgadas hasta 20 mil visas para inmigrantes regulares. Dentro de estas 20 mil visas, el Gobierno cubano pidió incluir alrededor de 3 mil presidiarios por acciones «contrarrevolucionarias». El acuerdo migratorio fue en la práctica casi inoperante, pues Cuba lo suspendió en 1985, supuestamente debido a la creación de Radio Martí.
En el período 1985-1990, Cuba vivió una leve mejora económica y estabilidad social gracias al apadrinamiento del bloque de países socialistas. Tal vez por este motivo solo mil personas salieron ilegalmente del país; aunque también pudo influir la frustración de 19 mil intentos de salida ilegal (Arboleya Cervera, 2015, pp. 58-59). Sin embargo, la tendencia cambiaría de manera drástica tras la caída del campo socialista en 1990. La crisis del Período Especial provocó un acelerado incremento de salidas irregulares. La situación llegó a ser tan crítica que en el verano de 1994 ocurrieron en La Habana las primeras protestas sociales en tiempo de Revolución. Luego, el Gobierno cubano eliminó la restricción de salidas ilegales. El incremento de salidas ilegales marcaría la llamada «crisis de los balseros» de 1994. Se estima que 36 mil personas salieron en todo tipo de embarcaciones de la isla.
No obstante, los migrantes no correrían con la «suerte» de quienes salieron en 1980. Alertados por el aún reciente recuerdo de la crisis social que provocaron los marielitos, el Gobierno de Bill Clinton impidió la entrada a suelo estadounidense de un aproximado de 30 mil balseros, que fueron reubicados de manera temporal en las bases navales de Guantánamo y Panamá. Entre 1994 y 1995 se firmó un nuevo acuerdo migratorio que permitía la paulatina aceptación en EE. UU. de los balseros que estaban detenidos, además del otorgamiento de como mínimo 20 mil visas de inmigrantes. Por la parte cubana, se acordó aceptar a los balseros que se interceptaran en alta mar, al modificar la ley que consideraba delito la emigración ilegal del país.
En los años posteriores, y en lo que va del siglo XXI, la dinámica migratoria cubana ha variado poco. Según un artículo de El Nuevo Herald, en el año fiscal 2022 se otorgaron 23 966 visas para cubanos, primera vez desde 2017 que el Gobierno de EE. UU. cumplió con su meta anual. Esto ha provocado que miles de cubanos hayan seguido emigrando ilegalmente por diversas vías. Aunque la Administración Obama eliminó la ley «pies secos/pies mojados» que permitía a los balseros que tocaran suelo estadounidense acogerse a la Ley de Ajuste Cubano, miles de cubanos siguen arriesgando su vida en el mar.
ALGUNOS APUNTES SOBRE LA ACTUAL CRISIS MIGRATORIA
El Gobierno cubano, en ocasiones, ha utilizado la migración masiva como vía para forzar flexibilizaciones de las sanciones estadounidenses contra la isla. El 11 de julio de 2021 tuvo connotaciones históricas para la sociedad cubana. Primero, porque fueron las mayores manifestaciones antigubernamentales de la etapa revolucionaria. Segundo, porque puso en evidencia a nivel global el carácter autoritario y represor del Estado cubano. Tercero, porque obligó a las autoridades cubanas a tomar medidas drásticas para mantener el poder. A solo cuatro meses de las protestas, en noviembre de 2021, y luego de que el Gobierno de Daniel Ortega exentara de visado a los cubanos, se ha desatado la mayor crisis migratoria de la historia de Cuba.
Según estadísticas de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés), durante el año fiscal 2022 entraron de manera ilegal a Estados Unidos 224 607 cubanos y en lo que va del año fiscal 2023 (desde octubre de 2022) han cruzado 29 872. Esto quiere decir que en el último año han entrado de manera ilegal a territorio estadounidense 254 479 cubanos. La tendencia apunta a cambiar drásticamente luego de que las autoridades estadounidenses anunciaron nuevas medidas para nacionales cubanos, haitianos y nicaragüenses, similares a las aplicadas a venezolanos.
Desde el 9 de enero de 2023 entró en vigor un nuevo parole que permitirá la entrada mensualmente, vía aérea y organizada, de hasta 30 mil ciudadanos de los cuatro países, previa solicitud online del permiso. A su vez, establece la expulsión inmediata de las personas que ingresen ilegalmente a Estados Unidos. En primera instancia, serán retornados cada mes a México hasta 30 mil ciudadanos. Cuando se exceda la cifra, se procederá a la deportación inmediata a sus países de origen.
Si se ponen estas cifras en contexto, y para entender la magnitud de la crisis, en los años fiscales 2020 y 2021 entraron de manera ilegal 53 318 cubanos a territorio estadounidense, aproximadamente cinco veces menos que en 2022. Si se compara con las crisis del Mariel en 1980 y la de los balseros de 1994, que juntas sumaron poco menos de 150 mil personas, se trata de casi el doble de cubanos. Lo más preocupante del actual éxodo es el daño demográfico que dejará en uno de los países más envejecidos de América Latina.
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