La eterna pregunta si: ¿existe un
Dios Creador, o no existe? Y se deberá aclarar, por ideas claras, propias, y responder
a conciencia.
Hacia fines del siglo XX, en la
antesala de la muerte un científico ilustre, era visitado por sus amigos en el hospital,
amigos de diversas tendencias como es de
imaginar tratándose de un hombre de mucha fama. Un Clérigo religioso,
conversando con un anciano profesor de universidad, expresó su pesar por el
hecho de que el moribundo no se hubiera reconciliado con El Creador. ¿Cree
usted, pregunto el caballero profesor de ciencias, que esté lejos de Dios? Dijo
el clérigo católico que sí, que el moribundo era ateo, que había orientado a muchos en el
sendero del ateísmo. El caballero profesor entonces insistió: ¿Puede creerse que tan eminente científico,
tan profundo conocedor de la psique humana y de la naturaleza, puede estar alejado del
Creador del Universo?
El Caballero Profesor de ciencias era
masón y preguntó al clérigo , ¿hay ateos
en verdad ? No refiriéndose a seres que afirman o niegan su existencia , sin
haber reflexionado profundamente, tal vez incapaces de llegar a una conclusión;
sino refiriéndose a seres en quienes preocupa hondamente la cuestión cono a los
científicos, de dar explicación a los misterios del Universo.
De los que creen en Dios, pueden
distinguirse dos tipos, argumentó el caballero masón, que era un jubilado profesor de ciencias en una prestigiosa
universidad.
Pertenecen al primero los que creen
en un Dios Creador fuera de ellos, distinto a ellos, que no pueden alcanzar
jamás, un Dios Externo, Ajeno.
Pertenecen al segundo tipo de
Creyentes los que creen que el Yo forma
parte de la Unidad, de Dios, y tienden por expansión a estar Unidos con Él.
Es necesario aquí reseñar la razón de
ser de las corrientes monoteístas y politeístas.
No se explica nada afirmando que los
primeros creen en un solo Dios y los últimos en varios dioses.
La raza aria, heredera de los
atlantes, al desarrollar su personalidad individual y racional, necesitó
aferrarse al Yo y la proyección del Yo daba como resultado el monoteísmo. Un
hombre perfecto necesitaba un molde primordial perfectísimo: Dios.
El monoteísmo degeneró, desde luego
-según como el Yo se vincula o se opone al mundo que lo rodea y a las potencias
interiores desconocidas de sí mismo-, en un Dios personal. Pero la mente del
hombre ario, al trazar un puente entre el instinto y la intuición con la
potencia de la razón, podía construir una infinidad de imágenes semejantes a la
suya, más o menos perfectas, podía crear representaciones más o menos exactas
de su molde divino, llevando así las almas al politeísmo.
Pasado el proceso de densificación
del ser, del descenso del Yo, hay una tendencia de éste a unirse con otros
entes separados: tiende a la expansión, y esto da como resultado el politeísmo.
Individualiza aspectos del mundo externo del Yo a los cuales quiere unirse
éste.
Pero siempre lo fundamental consiste
en considerar que lo Inmanifestado se expresa por lo Manifestado y que lo
Manifestado sirve de asiento a lo Inmanifestado.
El hombre ario, al ir perfeccionando
su propio yo perfeccionó su creencia monoteísta y al ir perfeccionando sus
posibilidades de similitud desarrolló y perfeccionó su creencia politeísta.
El culto politeísta llegó a su máxima
expresión en Egipto, antes del culto personal de Osiris. Los sacerdotes
desarrollaron la mente para conocer más y más; al amor no lo concebían como los
monoteístas, sino como algo más elevado y divino. Muchos de estos sacerdotes
eran de sangre real y el Faraón siempre se desposaba con mujer de su sangre.
Esto sucedió durante milenios. Si no lo hacían así creían que perderían el
poder divino y real, como en efecto aconteció.
Simultáneamente con el politeísmo de
los sacerdotes de Amón, en el reinado de los nómadas negros -tanto en Asia como
en África-, predominaba el culto monoteísta.
En los Templos de los Sacerdotes de
Amón como en los Templos de los Sacerdotes de Mitania, de Kush, de Punt y
otros, se guardaban las enseñanzas esotéricas de ambas corrientes y se
practicaban estrictamente sus ritos.
Pero estas dos fuerzas tenían que
trabarse en lucha para su predominio, y esto aconteció en tiempos de Iknatón,
primer personaje histórico de la gran era de Egipto, cuando se entabló la
guerra religiosa, llamada de los dos soles.
En tiempos de la Dinastía XVIII
aparecieron en Egipto los primeros síntomas de crisis religiosa que habría de
culminar con la lucha de los dos soles: Amón y Atón.
Tutmosis IV se casó con una princesa
asiática de Mitania y a esta influencia asiática hay que atribuir la
importancia de los siguientes cambios religiosos ya que su nieto, Amenofis IV,
cuando subió al trono, el año 1375 A.C., empezó la lucha contra el Templo de
Amón, y como ni él ni su esposa Nefertiti, también de origen asiático, no
hicieron el juramento tradicional al Dios Amón, fue llamado más tarde el Faraón
Hereje.
Tenía 12 años al subir al trono y
enseguida se mostró abiertamente adicto al Dios Único que llamó con el nombre
del Sol Atón y tomó luego el nombre de Iknatón (satisfecho está Atón).
La escuela esotérica monoteísta iba
ganando terreno: el concepto de Dios Único -no se veneraban imágenes en la
religión de Atón-, sino un disco solar que extiende sus rayos que terminan en forma
de manos que sostienen el Ank, signo de la vida, y el concepto de la
fraternidad universal, los animaba. La escuela de Amón con sus grandes
jerarquías y su culto de muchos dioses fue suprimida y perseguida, y sus
inmensas riquezas confiscadas. Sus sacerdotes se exilaron u ocultaron. Los
sacerdotes rapados de la escuela de Amón fueron substituidos por los de pelo
largo de Atón.
El arte, en ese tiempo, tiene una
gran evolución: las figuras simbólicas e hieráticas son suplantadas por las
figuras reales y vivas; pero al Faraón se le empieza a representar de mayor
tamaño en relación a las otras figuras. La madre Tii, de Iknatón, al parecer
simpatizaba con las tendencias del hijo, pero no abiertamente.
En el quinto año del reinado de
Iknatón nace la primera hija: Merit-Aton. Hacia ese tiempo subsistían al lado
de Atón otros dioses. Pero este estado de cosas no debía durar, pues el Faraón
entró en conflicto abierto con los sacerdotes de Amón-Ra. Esto se produjo poco
después de la muerte de Tii, de donde se deduce que la acción de ésta última
era moderadora.
Para mejor adorar a su Dios, Iknatón
resuelve abandonar Tebas y construir la Ciudad del Horizonte de Atón (Luxor).
Al quedar Tebas relegada a ciudad de provincia debilitaba al sacerdocio.
Es entonces que cambia su nombre de
Amenofis -La Paz de Amón- en Iknaton.
La nueva ciudad se construyó sobre
una isla en el Nilo a unos 250 kilómetros al sud de la actual Cairo.
Poco después nace Meket-Atón,
-Protegida de Atón-.
Durante el octavo año se instala en
la nueva ciudad. Nace An-khes-en-pe-Atón-, -Ella vive para Atón-.
En el undécimo año nace
Nefer-neferu-Atón. Empieza a desarrollarse la nueva religión. Hacia esa época
se escribió el “Himno a Atón”.
Se nota la influencia de Nefertiti.
Ai-Ra es nombrado Gran Sacerdote de
Atón.
Durante los decimotercero y
decimoquinto año nacen dos nuevas hijas.
La madre de Iknatón, Tii, visita el
Templo en la Ciudad del Horizonte de Atón. Muere poco después. Fue enterrada en
Tebas.
Con su muerte desaparece la
moderación: el nombre de Amón es sistemáticamente borrado, aún de los más
pequeños objetos. De millones de inscripciones conocidas, pocas se salvaron.
Hasta en la tumba de Amenofis III
sustituyeron su nombre por el de Nib-Maat-Ra. También se nota un detalle
extraño: a su quinta hija la llamó Nefer-nefern-Ra y a la sexta Setep-en-Ra;
“Ra”, en vez de “Atón”, como a sus cuatro primeras hijas. Deseaba un hijo
varón. Pero después de las seis “desilusiones” tuvo aún una séptima. No tuvo
otra descendencia, al menos que haya sobrevivido la primera infancia. La
primera hija casó con Smenk-ha-ra, un noble egipcio.
El Rey de Babilonia pidió una para
uno de sus hijos: concedió la cuarta. La tercera casó con Tut-ank-aton, quien
fuera el Faraón Tutankhamon.
La segunda era delicada de salud y
murió joven, así como la hermana de Iknatón, Beket-Atón.
Como era delicado de salud, construyó
muy pronto su tumba.
Al no tener sucesor, las perspectivas
de su religión eran sombrías.
Asuntos exteriores agravaron su
situación tales como la querella con Babilonia y con las hititas, las aventuras
de Aziru, etc. Iknatón desarrolló una extraña pasividad; dejó sin ayuda a rey
de Byblos, Ribaddi, que le era fiel.
A los treinta años de su reinado, los
faraones celebraban el jubileo. Iknatón lo hizo a los treinta años de edad,
como si quisiera retroceder su reinado a la fecha de su nacimiento.
A esa edad ya era flaco y descarnado.
Decide que todos los dioses, no sólo Amón, tengan su nombre borrado de
cualquier inscripción. Sólo quedaba Atón. Esta medida no se aplicó muy
estrictamente. Se borraban los nombres de Hathor, Ftha, etc. y hasta el plural
“Dioses”.
Mientras se limitó a borrar a Amón,
no tuvo sino “un” clero en su contra; luego los tuvo a todos.
Parecería que el jefe del ejército,
Horenheb, en desacuerdo con la política pacifista de Iknatón, haya planeado en
secreto las campañas que más tarde realizaría. Tal vez también en convivencia
con el Gran Sacerdote de Atón, Meri-Ra.
Sin descendencia, con gran oposición,
hasta dentro de sus funcionarios, otorgó su confianza a Smenkara, casado con
gran pompa con su hija mayor, cuando ésta tenía doce años.
Asoció su yerno a la regencia y
cuando eventualmente lo sucedió, adoptó el epíteto de “Bien amado de Iknatón”.
El tener un asociado en el trono
resultó una medida insuficiente. La Siria estaba casi perdida, y los grandes
gastos para la construcción del Horizonte de Atón agotaron el inmenso tesoro
egipcio.
Sin duda comprendió que la religión
de Atón no le sobreviviría, como en realidad aconteció.
Lo único que se sabe es que cuando se
desplomaba su imperio murió. El examen de su momia sugiere un ataque. Se cree
que era epiléptico. Tendría en ese entonces unos treinta años. Se creía que era
el año dieciocho de su reinado, pero se ha encontrado una inscripción que hace
mención del diecinueve.
De Nefertiti, nada más se sabe. Se
cree que sólo sobrevivió un año a su marido.
Su yerno y sucesor Tutankhaton fue
persuadido de volver a Tebas y se abandonó definitivamente la Ciudad del Horizonte.
A una época de contemporización entre los cultos de Atón y Amón, pero por
influencia de Horenheb, jefe del ejército, primó Amón.
A los cuarenta años de la muerte de
Iknatón, el clero de Amón recobró íntegramente su influencia. El nombre de
Iknatón fue borrado; se refería a él como “ese criminal”. Las inscripciones
“Amenofis IV”, no fueron tocadas.
El Templo de Atón en Karnac fue
demolido.
Iknatón fue sepultado en la tumba de
Tii. Esta fue abierta y retiraron el cuerpo de Iknatón. Su nombre fue retirado
de todas las cintas recortándolas. Borraron las inscripciones. Luego fue
repuesto en el féretro.
Esta lucha de Amón y Atón fue llamada
la lucha de los dos Soles.
La
semilla dejada por los partidarios de Atón, en forma curiosa, cristalizó en
Osiris, encarnado y muerto entre los hombres por la salvación del mundo